La Voz de Chubut presenta los crímenes que conmovieron a Chubut y dejaron una marca en nuestra historia negra.
En esta entrega especial recordamos el caso de Francisco Radocaj quien en 1942 mató a Irma Díaz de quien estaba enamorado. La historia de una relación tormentosa en Comodoro Rivadavia que termina en un brutal femicidio.
¿Por qué ella de pronto rechazó casarse con él? La mujer salió vestida de luto con la foto de su difunto marido sin saber que ese iba a ser su final.
¿Había un tercer hombre? ¿Radocaj le confesó que tenía una familia que había dejado en Europa? ¿Cuanto tiempo puede durar una mentira?
Te presentamos la primera entrega de esta historia de amor, traición y desengaño. Un relato de intriga con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo.
Un femicidio que sella la ruina de un hombre emigrado de Yugoslavia al borde de la locura.
SEIS DISPAROS
El viernes 4 de diciembre de 1942, sucedió un crimen en Comodoro Rivadavia, a plena luz del día, que hizo que todos dejaran de hablar de la Segunda Guerra Mundial para concentrarse en la pequeña historia local.
El protagonista es un croata que había dejado en Yugoslavia a su esposa e hijos, y se enamoró perdidamente de Irma Díaz, quien tenía un hijo de soltera, y había rehecho su vida.
Esa tarde, a las 15 horas, en el centro de Comodoro Rivadavia, Radocaj sacó el 32 que llevaba en el bolsillo del saco, apuntó y disparó seis veces.
Irma Díaz, que se le había adelantado, alcanzó a cubrirse la cara con el brazo, comenzó a correr por Almirante Brown hasta Ameghino, frente al galpón de Argensud, y cayó abatida de seis balazos.
La mujer de 19 años, nacida en Chile, madre de un niño de tres años, llevaba un vestido y zapatos negros; en la cartera conservaba la foto de su difunto marido, Zdravko Zivcich, que no era el padre de su hijo.
Radocaj se detuvo a contemplar el cuerpo de la mujer, prendió un cigarrillo y siguió caminando por las vías hasta la calle Rivadavia. Un sobre con un botón marrón quedó tirado en la calle.
Una señora que vio todo le avisó a un policía que había sido ese hombre que caminaba a la vista de todo el mundo.
El femicida, impasible, dejó que lo arrestaran. “Yo la maté, le pegué seis tiros, era una mala mujer, me hizo mucho daño”, confesó.
Radocaj venía siguiendo a Irma desde la casa de la tía en Mitre y Rawson a unas pocas de cuadras. “Te vuelvo a repetir que no quiero que me acompañes”, lo frenó Irma.
Radocaj no entendía qué le pasaba. Estaba feliz; le habían dado fecha en el Registro Civil para casarse con ella el 15 de enero del año siguiente.
“¿Y la plata que he perdido contigo?”, le enrostró Radocaj que llevaba un revólver 32 con seis balas que había comprado hacía unas semanas.
“La plata está perdida y no quiero saber más nada de usted”, le dijo Irma que apuró el paso por 25 de Mayo y Ameghino.
UNA VIUDA DE LUTO
Irma Díaz tenía un hijo de soltera, Juan Carlos (“Carlitos), de tres años. Ella convivía con su esposo, Zdravko Zivcich en una pieza en la calle Belgrano 651, que le alquilaba a Tomás Jurich.
La vida de Irma dio un giro inesperado cuando Zivcih falleció en un accidente el 2 de octubre en Astra. Cuando ella enviudó se mudó a la estancia de Conrado Venter donde vivía su primo, Enrique Sholz.
Desde hacía un año, según las malas lenguas, Radcaj vistaba a Irma cuando Zivcih se iba a trabajar al Astra. Jurich, quien se hacía el distraído, sospechaba que había algo más entre ellos.
Radocaj pensaba que tenía el camino libre, la seguía viendo a escondidas y tenía intenciones de casarse con ella.
Él la amaba con locura y veía como una amenaza a todo aquel que se le acercara para cortejarla.
Lázaro Yancovic, un yugolsavo, de 39 años, trabajaba en la estancia “La Corona”; una vez le comentó que Irma era “una joven muy interesante, muy bonita”.
“Si los llego a ver a usted o a esos otros dos del campamento central que van a visitar a Irma Díaz, les juro que sin asco los mato a tiros. Ya lo saben”, lo amenazó a él y otros.
Radocaj se preocupaba porque a Irma y a su hijo “Carlitos” no les faltara nada.
Cuando Zdravco murió, Radocaj se presentó en el negocio del búlgaro Jorge Zvetcoff, de 46 años, en San Martín 242, y se hizo cargo de las deudas.
El búlgaro se sorprendió al ver a Irma entrar con Radocaj quien le pagó 165 pesos y le pidió que le hiciera el recibo a nombre del finado Zdravco.
Radocaj, al cabo de un año, había gastado todos sus jornales (en razón de 6,48 pesos por día) para cubrir los gastos de la mujer y del niño.
CARICIAS A “CARLITOS”
El viernes que la mató Radicaj había quedado en ir a visitarla a la casa de la tía, María Díaz de Cerchia, que quedaba en Mitre y Rawson.
Llegó del campamento en colectivo a las 10 de la mañana. En la cocina tomaron unos mates con unos primos que también habían ido.
Luego se separaron, ella salió con su prima Rosa Cholz, él fue a comprar una radio y regresó al mediodía.
Después del almuerzo, en la sobremesa, Radocaj advirtió que Irma se preparaba para salir con un vestido de luto y tomó la cartera.
Radocaj le acarició la cabeza a Juan Carlos y se mostró afectuoso con el niño. Le ofreció acompañarla pero ella no quería saber nada.
Los presentes no sabían que esa era la última vez que verían a Irma con vida.
El italiano Carmelo Cerchia, tío de Irma, de 52 años, pensaba que Radocaj tenía que ir a hacer un trámite a la Sociedad Croata.
Radocaj la siguió a Irma por la calle Mitre y le insistió.
“Te voy a acompañar”.
“No, no preciso”.
El hombre insistente caminó a la par hasta la esquina de Brown y 25 de Mayo, donde estaba la barraca Lahusen, y ella lo sobrepasó indiferente.
“Irma, ¿qué te pasa? Vamos a ir juntos o no?”
“No, no preciso que nadie me acompañe”.
“Caramba, se me corrió un punto de la media”.
Irma no alcanzó a dar dos pasos cuando sintió el primer disparo en las tranquilas calles de Comodoro.
NO TE CONOZCO
Según la familia, Radocaj era un tipo que Irma había dejado que se colara en su vida y no sabía cómo sacárselo de encima.
Carmelo Cerchia comentó que Radocaj fue a verla a la estancia de Conrado Venter y Zdravco –que algo ya sospechaba- le inquirió: “¿Qué anda haciendo usted por aquí?”.
Para los que lo conocían, Radocaj era un hombre bueno, generoso, un herrero de oficio y trabajador intachable.
Después se supo que el hombre, que era maquinista de la Compañía Astra, había sido suspendido por faltar ocho días al trabajo.
Para Cerchia, el único dinero que Radojcaj le prestó a Irma fueron 100 pesos para arreglar una radio y encima quedó debiendo 50 pesos.
La tía de Irma, María Díaz de Cherchia, de 38 años, fue menos contemplativa. “Lo único que me consta es que ese tipo pretendía casarse con Irma y ella no lo aceptaba. Ni siquiera le gustaba que lo fuera a visitar, ni a ella ni a los primos”, sentenció.
Todos pensaban que la conocían a Irma, pero con el tiempo se dieron cuenta de que nadie tenía una imagen completa de ella.
Las revelaciones de Jurich, dueño del cuarto que Irma y Zivcich alquilaban, escandalizaron a más de uno.
“Desde hace más de un año Radocaj empezó a frecuentar la pieza de Zivcih. Algunas veces se quedaba a dormir en la pieza cuando él estaba trabajando”, contó.
Andrés Beltrán, un amigo fiel, dijo que lo había llevado a la estancia de Conrado Venter a ver a Irma. Un par de veces regresó a buscarlo al otro día por lo que suponía que estaban “noviando”.
La verdad salió a la luz cuando revisaron el cuarto de Radocaj y encontraron las cartas que Irma le enviaba desde la estancia.
“En cuanto pueda dejarlos te prometo pronto venirme enseguida no te enojaras mientras tanto tu iras preparando nuestra casita no te parece mal (sic)”, dice la carta escrita con lápiz negro.
La mujer le había escrito dos cartas (con faltas de ortografía) en las que le agradecía todo lo que hacía por ella, le confiaba que le había caído bien a sus primos y deslizaba que podían tener algo más.
Junto con las cartas, sobre la mesita de luz, había una partida de nacimiento de Irma Díaz y una solicitud para casamiento del Registro Civil.
Radocaj había omitido un detalle: era casado, tenía una mujer y tres hijos esperándolo a que regresara cuado terminara la guerra.
El conflicto bélico de extendía, Radocaj abandonaba sus esperanzas de volver a Europa y ponía todas las fichas en Irma Díaz.
Con el tiempo las ilusiones se irían desmoronando.
Radocj no era el único que ocultaba algo.
ENTERATE CÓMO SIGUE ESTA HISTORIA DE AMOR, TRAICIÓN Y DESENGAÑO QUE LO LLEVA A RADOCAJ A LA RUINA Y SENTENCIA DE MUERTE A IRMA DÍAZ.
NO LO VAS A PODER CREER: LOS MÉDICOS EVALUARON EL CRIMEN COMO UNA “VENGANZA” POR UN DESENGAÑO AMOROSO
¿CÓMO TERMINA RADOCAJ VIVIENDO EN EL CENTRO DE RAWSON Y SE VUELVE UN CARPINTERO RESPETADO?
DOS FUTUROS GOBERNADORES DE CHUBUT ASUMEN LA DEFENSA DEL FEMICIDA…
¡NOS VEMOS EN LA PRÓXIMA ENTREGA!