El mayo de 1903 asume su cargo el nuevo gobernador del Territorio Nacional del Chubut, doctor Julio Lezana, quien promete visitar la región cordillera del territorio. El marzo de 1904, cumpliendo con la palabra empeñada, inicia una importante gira por el interior de la jurisdicción. La iniciativa es celebrada por el seminario “Y Drafod”, que en su crónica que hace sobre la visita pone un elocuente título: “Los gobernadores deben recorrer el territorio”. En la crónica el gobernador -acompañado por el jefe de la policía Fougere, el presbístero Migone y el “hábil artista, turista y fotógrafo señor Carlos Foresti”-, inicia su visita por Gastre, luego se dirige a Ñorquinco, Cushamen. Desde allí la comitiva realiza una incursión a Bariloche, sobre la margen sur del lago Nahuel Huapi, en el vecino territorio de Río Negro, desde donde se embarca en el vaporcito de la Sociedad de los Señores Hube y Achelis hasta Puerto Blest. Luego regresa a Ñorquinco para dirigirse a El Bolsón y Epuyén, siendo agasajado debidamente en cada una de estas localidades. Continúa al sur hasta llegar a Cholila, donde se hospeda en la casa del señor Bonansea, un colono italiano que llega a Cholila el año anterior, al que antes de irse de Cholila, Lezana nombraría como miembro informante de la policía del Territorio.
Al día siguiente, el gobernador fue acompañado hasta un lago cercano, donde lo esperaban buena parte de los pobladores de Cholila, unas 80 personas. En esa ocasión, el lago es bautizado “Doctor Lezana”, en honor al gobernador. A sus orillas se sirvió un almuerzo criollo, incluyéndose un asado con cuero. Entre los presentes se contaba el comisario de Ñorquinco, señor Britto, y el de 16 de octubre, don Eduardo Humphreys, quienes invitaron al gobernador a dar un paseo en bote por el lago de su nombre, hasta una ensenada bautizada “Puerto Lezana”, donde lo esperaba el gentío “cholilero”. Desde allí, todos acompañaron al gobernador y al jefe de la policía del Chubut hasta la casa de tres de los vecinos más respetables de Cholila, los norteamericanos James Ryan (Butch Cassidy), Henry Place (Sundance Kid) y la señorita Place (Ethel Place).
Es difícil imaginar la extraña combinación de sensaciones que debieron pasar por las mentes de Butch y Sundance, dos fugitivos buscados en Estados Unidos al recibir en su casa a una comitiva integrada nada menos que por el jefe de la policía y el mismísimo gobernador del Territorio del Chubut. No dejaba de ser una ironía de la vida que pudieran tener al mismo tiempo un estatus de prófugos de las justicias y el de honrados ganaderos que brindan su hospitalidad a la máxima figura política del territorio en el que residen. Hospitalidad que el gobernador acepta, ya que pasa la noche en la cabaña del trío de estancieros norteamericanos de Cholila.
Al día siguiente, el gobernador visita las casas del argentino Sixto Gerez y del chileno Ventura Solís, pobladores que agasajaron al gobernador con asado general de carne con cuero, corridas de sortijas y carreras. Posteriormente se armó el baile durante el cual se producen dos de las anécdotas más recordadas por los pobladores cordilleranos en relación a la visita de Lezana y su contacto con los norteamericanos. Durante el baile, el gobernador ejecuta en guitarra una zamba que es bailada por Santiago Ryan y Rosita Solís, hija del anfitrión chileno Ventura Solís. La velada se extiende hasta las dos primeras horas de la madrugada. Durante su transcurso, el gobernador, prendado de la belleza y los finos modales de Ethel, le solicita una pieza a la que ésta accede bailando entonces Mr. Place con el mismísimo gobernador del Chubut.
Lejos estaba el doctor Lezana de imaginarse, sin lugar a dudas, que el bonito rostro de su compañera de baile decoraba por entonces los anuncios de criminales más buscados en las agencias de detectives de Pinkerston, de Nueva York, y de que junto a su esposo y el simpático, amable y caballeresco anfitrión que tan generosamente le había brindado su hospitalidad la noche anterior, eran tres de los más famosos y buscados bandidos de los Estados Unidos de Norteamérica.
Fragmentos extraídos del libro “Buscado en la Patagonia”, de Marcelo Gavirati