“El baño de la casa está fuera”, dice Fabio Reuque, que tiene 18 años y vive en el paraje Mina de Indio, en la zona de la meseta de Chubut. Su casa está tapada por una alfombra blanca y a pesar de la nieve y las temperaturas bajo cero, tiene que abrigarse para caminar los 100 metros que lo separan de su casa calentita con el baño que está a la intemperie.
Después del desayuno le toca salir al campo. La dinámica de trabajo no se interrumpe por el clima. Hay que salir igual. No hay días de descanso. Cuando nieva, incluso, es más urgente ir a buscar a los animales para que no se queden encerrados y se mueran. “Las contras son los inviernos cuando son malos y hay que sufrir tanto. Cuando está nevando, lloviendo o helando, esos son momentos difíciles porque ahí el animal camina más, se queda desparramado y el trabajo de uno es juntarlos en un lugar que sepa que están a salvo. Si se te quedan en la cordillera arriba seguro que mueren porque no tienen como alimentarse”, cuenta Ariel Reuque, su papá. Cuando Fabio está en su casa -asiste a una escuela albergue en Cholila-trabaja codo a codo con él en la cría de los animales.
Hambre de Futuro recorrió algunas de las zonas más vulnerables de la provincia, y se encontró con que los niños de la meseta chubutense viven acostumbrados a trabajar desde muy pequeños en el campo y rodeados de un paisaje magistral. Kilómetros y kilómetros de campo árido, con arbustos salpicados y montañas de fondo. Las ovejas, las chivas, las vacas y los caballos terminan de completar el cuadro.
El frío, las enormes distancias y el mal estado de los caminos son las principales amenazas para los chicos que habitan las zonas rurales de la provincia. “En estos lugares, una de las grandes pobrezas es el aislamiento”, resume David García, un hermano salesiano que trabaja con las comunidades originarias de Gan Gan y sus alrededores.
Datos aportados por Unicef en base a cifras oficiales en exclusiva para LA NACION, señalan que casi la mitad de las niñas y niños en Chubut son pobres y residen en hogares con clima educativo bajo. Esto quiere decir que muchos padres son analfabetos o no terminaron la escuela. Eso trae como consecuencia, por ejemplo, que no puedan ayudar a sus hijos con las tareas.
El clima, la principal amenaza
El factor climático es una amenaza latente para estas infancias. La provincia está golpeada por situaciones de emergencia no solo vinculadas a las fuertes nevadas, sino también por los destrozos producidos por los intensos vientos, las inundaciones y los incendios. A partir de mayo empezó a nevar de forma sostenida en el sur del país y eso hizo que la provincia tuviera que adaptar el Plan Calor para llegar a tiempo a los hogares más alejados.
“Ahora que nevó mucho y muy temprano al Ministerio le trae muchas complicaciones porque lo que teníamos presupuestado del Plan Calor para dos meses, lo tenemos que sostener cinco. Pero esto quiere decir que en verano va a haber mucha más agua porque el deshielo va a ser mayor”, explica Mirta Simone, ministra de Desarrollo Social de Chubut.
Para combatir el frío, la provincia estaba realizando instalaciones de gas intradomiciliarias y el presupuesto del Plan Calor para el 2022 era de $59.900.000. “Cuando pensamos que habíamos transferido en tiempo, se largaron las primeras nevadas y por eso tuvimos que hacer un refuerzo que no estaba previsto. Estamos estimando que van a ser alrededor de $40.000.000 más lo que vamos a gastar”, resume la ministra.
En invierno las temperaturas llegan a los -20 grados, el viento corta la piel y las grandes nevadas dejan a las familias del campo prácticamente incomunicados en sus casas. En esos momentos, los padres y los hijos se reúnen alrededor de la cocina a leña, quizás el único ambiente calefaccionado del hogar. La vida de los niños sigue siendo en el campo, en donde se sienten libres y en armonía con la naturaleza.
“Ellos gozan de las cosas del campo. Uno los ve al lado de los padres y de las familias trabajando con las chivas y con las ovejas, son muy buenos jinetes. Desde chiquitines se las ingenian para subir al caballo y andar por los cerros. La televisión no existe o existe poco. Ellos prefieren ir al cerro a juntar fruta de calafate con sus amiguitos y compartir la casa”, explica García.
La educación rural, el mayor desafío
“Lo que yo veo como mayor desafío en las zonas rurales es la oferta educativa post secundaria”, dice Simone.
Rocío Yasmin Payalaf tiene 11 años y está sentada en el aula de la escuela Nro 63 de Chacay Oeste, cerca de Gan Gan, en Chubut. Pasa al pizarrón a escribir la fecha en idioma mapuche y se dispone a escuchar la clase. Como sus papás viven en Bajada del Diablo, un paraje a 100 kilómetros, se queda de lunes a viernes en el albergue junto a su hermana Nazarena. Si pudiera pedir un deseo, el de Rocío sería poder ir todos los días a la escuela. “Casi siempre falto porque mis papás están trabajando y no pueden llegar a tiempo”, dice. Cuando sea grande, le gustaría ser banquera y su hobby es tejer en crochet.
Además de los días que pierden cuando no pueden llegar a la escuela, se le suman los continuados paros docentes que vienen vulnerando el derecho a la educación de los chicos en Chubut. Según datos de Argentinos por la Educación, en 2018 el promedio, a nivel nacional, fue de 13 paros docentes en el nivel primario. Las tres jurisdicciones con mayor cantidad de días de paro docente fueron Chubut (78 días de paro), Neuquén (53 días de paro) y Buenos Aires (25 días de paro).
“En general vemos que el nivel educativo de los chicos es relativamente bajo. También este último tiempo desmejoró bastante por la pandemia y porque los docentes de Chubut al cobrar sueldos bajos hicieron muchos paros en los últimos 3 años y los chicos no logran los aprendizajes esperados”, cuenta Sandra Diez, referente de Cáritas en Paso del Sapo, que da clases de apoyo escolar a los chicos de la Escuela Nro134.
A raíz de una intoxicación masiva de alumnos con monóxido de carbono en una escuela en El Maitén, hace dos semanas renunció la ministra de Educación Florencia Perata.
“La semana que viene se va a proceder a la asunción de un nuevo ministro de educación. Hay una problemática que tiene que ver con el sector docente que todavía no cerró la paritaria. Hasta ahora no están conformes con la propuesta gubernamental. Ese es el foco de un conflicto que no está en las calles, con la intensidad y la escalada que tuvimos el año pasado que terminó con el incendio de la casa de Gobierno. Sí estamos con sectores con paros, como algunos auxiliares de educación. El 18 aparentemente va a asumir el nuevo ministro y ahí veremos si se reanudan las clases”, dice Simone.
Fabio va a la escuela secundaria agrotécnica CEA Valle Cholila que le queda a tres horas de viaje de su casa. Es por eso que duerme en el albergue durante dos semanas y después vuelve a visitar a su familia. Como en su casa no tiene señal de teléfono ni Wifi (recién hace unos años le pusieron un panel solar que sirve para cuatro focos), el 2020 repitió de año.
“El año de la pandemia fui dos meses a la escuela y dejé porque no tenía conexión. Para encontrar señal en mi casa hay que ir a la parte más alta del cerro. Ensillo el caballo para no tener que caminar tanto y me voy hasta allá. Ya sé donde está la señal en distintas rocas. Hay que quedarse quieto ahí. A veces voy hasta allá y no se consigue”, dice este joven al que le encantan los caballos y que ayuda a su papá en todas las tareas del campo.
Desde la provincia están trabajando para que existan puntos de conectividad de Wifi para los adolescentes de esta zona. “La educación virtual que vino para quedarse, no se puede dar en todos lados porque nosotros tenemos problemas de conectividad en la provincia. Entonces hay que generar puntos de conectividad local porque aún hoy es pequeña la oferta que se puede dar para poder cumplir el sueño de que los chicos puedan estudiar en su localidad. Eso ya estaba prácticamente concretado pero tuvimos que suspenderlo por el incendio que hubo en la cordillera”, cuenta Simone.
Apostar al campo
“Yo me sentí abandonado siempre”, dice Ariel Reuque. Y agrega: “La ayuda es muy poca, no alcanza para vivir. Lo que más estamos necesitando hoy son perforaciones para tener agua. Es lo más urgente. Después el camino vecinal. Hoy entraron bien pero si tuviéramos dos horas de lluvia ya es otra realidad. Hace como 10 años se había empezado a poner ripio, pero hicieron una parte y lo dejaron. La máquina pasa cada cuatro años cuando son las elecciones”, se queja Reuque.
De hecho, muchas de las rutas provinciales que LA NACION recorrió como la 12, la la 58 y la 4 siguen siendo de ripio (algunas tienen tramos de tierra), y cuando nieva fuerte, se vuelven intransitables. El transporte público también es una deuda pendiente: en algunos de estos parajes, llega solo una vez por semana y las familias tienen que organizar su dinámica en función de eso.
“Nosotros estamos saliendo con el gobernador y todo el gabinete a recorrer la provincia. La presidenta de Vialidad va con nosotros y visitamos lugares en donde se va haciendo el tendido de caminos provinciales”, señala Simone.
Según Unicef la pobreza infantil en Chubut descendió suavemente entre 2010 y 2017, pero retomó una tendencia al alza muy marcada a partir de este último año hasta 2021: pasó del 28% al 48%. Por el contrario, la pobreza extrema (indigencia) sigue en el nivel observado en 2010, 9,4%, bastante más bajo que el 13,4% registrado para el país en su conjunto.
Una de las principales preocupaciones de las comunidades rurales es qué va a pasar con los campos cuando no queden más jóvenes en las zonas rurales. Son cada vez más las que se mudan a los pueblos o ciudades para que sus hijos puedan estudiar. “Creo que la migración es un problema que me aventuraría a decir que no lo vamos a resolver en esta gestión, sobretodo por la falta de oferta educativa y eso no se genera de un día para el otro. Y también por la realidad económica y social de la provincia”, se lamenta Simone.
Para aquellos jóvenes que quieran seguir estudiando lejos de su casa, la provincia abrió una residencia estudiantil en Trelew que tiene como único requisito que vivan a más de 100 kilómetros. Allí asisten alrededor de 25 estudiantes que cursan distintas carreras. “Por ahora es la única que hay en la provincia. Es muy fuerte el desarraigo, implica un cambio de vida y eso se trabaja en la residencia”, explica Simone.
La realidad hoy es que solo las personas mayores se quedan en las grandes extensiones cuidando al ganado, luchando con las inclemencias del clima. “Es un gran dilema el futuro de los chicos. En el campo no puede vivir mucha gente de los animales y de los productos del campo, y por lo tanto, algunos jóvenes tuvieron que irse, añorando vivir en el campo”, señala García.
Franco Huisca tiene 17 años y nació Trelew. En el 2019 se mudó a Chacay Oeste y Laguna Fría para ocuparse de los animales de su abuelo. “Está muy viejito y no quería que estuviera solo. Es totalmente diferente estar acá. No sabía nada del campo pero mi abuelo y mi padrastro me fueron indicando qué hacer”, dice este joven que dejó la secundaria, no extraña nada de la ciudad e hizo el camino inverso que los chicos de su edad. Se sube al caballo y quince minutos después vuelve con un puñado de chivas que tienen que tizar para que no se le mezclen con las del vecino.
Los productores de Chacay Oeste y Laguna Fría, una comunidad mapuche tehuelche, desde 2017 se empezaron a organizar para poder vender en conjunto su producción y sacar así un mejor precio. Son alrededor de 20 familias que se dedican a la hacienda menor de ovejas y chivas. “Siempre vivimos de esto y antes lo que pasaba es que cada uno vendía la lana al comerciante al precio que él decía. Ahora les ponemos un precio nosotros para poder trabajar menor. Lo que queremos es mantener nuestra tierra porque muchos terratenientes nos han sacado los campos. Se trabajó para eso y a través del INAI con el relevamiento territorial para que reconozcan nuestros derechos”, explica Jorge Eusebio Morales, lonko de la comunidad.
Una de las líneas de trabajo de la provincia es otorgar incentivos a los desarrollos locales, como forma de evitar la migración de las familias del campo. En muchas ocasiones, esos empredimientos están liderados por mujeres. Entonces trabajamos juntos para que no se produzcan estas migraciones. “Nosotros tenemos un programa que se llama Raíces en nuestro ministerio que lo que hace es favorecer este tipo de cuestiones. Cualquier iniciativa que apueste a la integración familiar y al autosustento para que no tengan que depender de un plan social, nosotros les compramos las primeras máquinas e insumos para que después ellos se puedan desarrollar. Porque lo que más les cuesta es arrancar. Estamos viendo qué otro impulso le podemos dar para que vendan más allá de su comuna”, dice Simone.
Fuente: La Nación