viernes, 4 de octubre de 2024
George en la época de la fundación de la estancia Lago Blanco (1915)

Durante 11 años los primos hermanos George y Jorge Cunningham –el gordo y el flaco, como cariñosamente se los apodaba- compartieron la propiedad de la Estancia “Lago blanco”, dividida en partes iguales.

Cuando Jorge contrajo matrimonio, el 28 de setiembre de 1.921, George resolvió disolver la sociedad. Según entendía, la intimidad de una pareja no debía ser perturbada. Además, para él, ese era un tema un tanto escabroso. Más allá de que alguna vez había intentado congeniar con una vecina de la Estancia “Lago blanco”, no había tenido fortuna en el amor, desde entonces, su aliada fue la soledad.

George no era una persona de “medias tintas”, así que le vendió su parte de la Estancia a Jorge y partió hacia el Paraguay con la esperanza de comenzar una nueva vida. Sin embargo, no le fue bien, y, en 1.922, regresó a la Argentina. Se estableció en el Hotel Intercontinental en la ciudad de Buenos Aires. Pero como George vagaba sin rumbo fijo, decidió establecerse en Montana, Norte América, junto a otros parientes.

Desanimado, con futuro incierto, George pasó el resto del año tratando de sobreponerse a un pozo depresivo. En 1.923, ya con las ideas claras, retornó a la Patagonia como administrador de la Estancia de Daniel Eloff, situada en Pico Salamanca, cerca de Comodoro Rivadavia. De su paso por allí quedó el triste recuerdo de un accidente que sufrió en un camino de esa zona, donde falleció su acompañante al volcar el camioncito Chevrolet que conducía. Los dos quedaron aprisionados debajo de la carrocería.

Para 1.930 ya había acumulado un considerable capital, lo que le permitió independizarse y adquirir un campo de nueve leguas de extensión. Le compró a Feliciano Iglesias la Estancia Sierra del Carril, situada al sur oeste del territorio de Chubut. Esas tierras formaron parte de un inmenso territorio que fue propiedad de un mapuche apellidado Carril. José Carril nació en el norte de la Patagonia y pasó gran parte de su vida peleando contra las tropas argentinas. Huyó hacia el sur una vez que los mapuches fueron definitivamente vencidos por el Ejército Argentino. Se estableció en el centro sur de Chubut y vivió del comercio; transportando lana entre la cordillera y la costa con una tropa de carros de su propiedad. Al cumplir los 100 años le prohibieron continuar cabalgando y falleció a los 110 años. Su propiedad era tan generosa en espacio que, luego de su muerte, su campo fue dividido y sirvió para albergar 3 estancias. Como recordatorio, en ese extenso complejo geográfico perduró la toponimia Sierras del Carril, Aguadas del Carril, Cañadón del Carril y Cerro Carril.

Aunque las tierras que abarcaba el campo de George no eran de gran calidad por ser poco fértiles y aguas duras, corría con la ventaja de tener a 10 kilómetros el boliche y parada de carros Mata Magallanes, en ese momento, propiedad del ‘Negro’ Sayes, un uruguayo guitarrero y cantor que moriría asesinado años después en Comodoro Rivadavia.

Durante uno de esos viajes de aprovisionamiento, a poco de alejarse de un boliche sufrió un nuevo accidente. Esta vez su compañero de viaje era Francisco ‘Pancho’ Torero, un albañil de 60 años que le estaba construyendo un galpón en el casco de su campo. No pudo controlar el camioncito cuando las ruedas mordieron un montículo de canto rodado y volcaron. Terminaron aprisionados debajo de la carrocería. George quedó momentáneamente inconsciente y mal herido a causa de los golpes. El albañil se llevó la peor parte al fallecer casi instantáneamente cundo el camión le pasó por encima. Las heridas internas fueron devastadoras. Unos viajeros dieron aviso a la Policía de Río Mayo que fue de inmediato. Al llegar, los agentes creyeron que los dos habían fallecido. George, para ese entonces, semi inconsciente, alcanzó a escuchar cuando uno de los agentes comentaba apesadumbrado:

-“No hay nada que hacer, están muertos”

Entonces, para que lo rescatasen, trató de llamar la atención moviendo una mano, ya que no podía hablar por estar en un fuerte estado de shock. Cuando comprobó que el agente se había percatado de sus movimientos, se entusiasmo y la agitó con más ímpetu, casi desesperadamente, cosa que les quedó claro que él estaba vivo y que necesitaba ayuda. Finalmente lo llevaron al Hospital de Río Mayo donde quedó internado.

A penas se enteraron del accidente, su primo Jorge y su sobrino Rubén fueron a visitarlo.

Don Jorge y Rubén le cuidaron la estancia durante los 12 días que estuvo internado. El primer día, Jorge mandó a su hijo a revisar debajo de un nido, dentro del gallinero. Allí cavó y encontró una lata que contenía todos los ahorros de George. Como en esa época y en esa zona no existían bancos donde depositar sus ahorros, los pobladores debían esconderlos en los lugares más impensados. Por eso, para su seguridad, cuanto más insólito e inaccesible mejor era. Pero, por las dudas, Jorge desenterró los ahorros de su primo para cuidarlos personalmente. Los primos confiaban plenamente el uno en el otro y esa confianza incluía compartir todos sus secretos, hasta los financieros.

Como encontraron botellas rotas de bebidas alcohólicas entre los despojos del accidente, a George le iniciaron una causa judicial responsabilizándolo por la muerte de Francisco Torero. Pero su defensor, Juan Carlos Schneider, muy astuto, recuperó el pico de las botellas y las utilizó a su favor. Como aún conservaban los corchos sellados demostró que no habían sido consumidas y George fue sobreseído.

Una vez recuperado, George debió pasar por la comisaría con el fin de retirar sus pertenencias y el camioncito que, pese a los golpes, aún funcionaba. Una vez que le entregaron todo se percató la falta de un objeto por el que sentía mucho apego: su pipa. Se lo comunicó a los policías y hasta que no se lo devolvieron no se retiró del lugar.

Texto del libro “El Viejo Oeste de la Patagonia”, de Alejandro Aguado

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