28 de diciembre de 1924
Esta es la última intervención de Ortega ante los jóvenes que escribían en revistas argentinas sobre temas filosóficos y sociológicos, en los cuales advertía demasiado énfasis y poca precisión para adueñarse de las idea. Ortega intuye que este era un defecto generalizado en el pensamiento hispano americano, en el que abundaba el narcisismo y en el que había poco ánimo de profundizar.
Decía Ortega y Gasset entre otras cosas: “La impresión que una generación nueva produce, solo es por completo favorable cuando suscita estas dos cosas: esperanza y confianza. La juventud argentina que conozco me inspira -¿Por qué no decirlo?- más esperanza que confianza. Es imposible hacer nada importante en el mundo si no se reúne esta pareja de calidades: fuerza y disciplina. La nueva generación goza de una espléndida dosis de fuerza vital, condición primera de toda empresa histórica, por eso, espero en ella. Pero, a la vez, sospecho que carece por completo de disciplina interna –sin la cual la fuerza se desagrega y volatiliza-, por eso desconfío de ella. No basta curiosidad para ir hacia las cosas: hace falta rigor mental para hacerse dueño de ellas.
En las revistas y libros jóvenes que me llegan de la Argentina encuentro –respetando alguna excepción- demasiado énfasis y poca precisión. ¿Cómo confiar en gente enfática? Nada urge tanto en Sudamérica como una general estrangulación del énfasis. Hay que ir a las cosas, sin más. El americano, amigo mío, -por razones que no es ocasión ahora enunciar-, propende al narcisismo y a lo que ustedes llaman ‘parada’. Al mirar las cosas no abandona sobre estas la mirada sino que tiende a usar de ellas como un espejo donde contemplarse. De aquí que en vez de penetrar en su interior se quedan siempre ante la superficie, ocupado en dar representación de sí mismo y ejecutar cuadros plásticos.
Son ustedes más sensibles que precisos. Siempre me ha sorprendido la desproporción que suele haber entre la inteligencia, a menudo espléndida, del americano y esa otra facultad del “mise au point” que es el criterio. Tal vez en horas de sinceridad consigo mismo percibe todo buen intelectual americano este extraño fenómeno secreto de la insuficiencia de su criterio. Cualquiera que sea su énfasis exterior –énfasis que en ocasiones se eleva a petulancia-, el fondo insobornable que arrastra a todo hombre consigo, le advierte de que no está seguro de sí mismo en el difícil manejo de las ideas.
La nueva generación necesita completar sus magnifica potencias con una rigurosa disciplina interior. Yo quisiera ver a esos grupos de jóvenes la severa exigencia de ella. Pero acontece que veo todo lo contrario, un apresurado afán por reformar el universo, la sociedad, el Estado, la Universidad, todo lo de afuera, sin previa reforma y construcción de la intimidad.
Toda reforma pública es estúpida si no trae consigo el triunfo de un tipo de hombre más valioso, preexistente a la reforma. Y lo mismo digo de la riqueza. La riqueza sólida y estable es a la postre, emanación de almas enérgicas y mentes claras. Pero esa energía y esa claridad solo se adquieren en puros ejercicios deportivos, de aspecto superfluos.
Yo ‘espero’ mucho de la juventud intelectual argentina, pero solo ‘confiaré’ de ella cuando la encuentre resuelta a cultivar muy en serio el deporte dela precisión mental.
Fragmento de “Los escritos de Ortega y Gasset en La Nación” (1923-1952)