viernes, 4 de octubre de 2024
Nicolasa Fernández, Ramón Lorenzo y sus hijos

Ramón  Lorenzo nació en Asturias en 1878. En 1888, su familia partió a Sudamérica. Su destino fue la localidad chilena de Punta Arenas, en el extremo sur del continente. Allí trabajó como peón en uno de los tantos establecimientos ganaderos de los Menéndez Behety. Algunos años más tarde junto a varios socios adquirió campos en las regiones argentinas de Río Gallegos y en la zona cordillerana de Lago Argentino. En 1910 se desprendió del porcentaje de sus propiedades y regresó a España. En 1911, ya en su patria, se casó con Nicolasa Fernández. El 5 de septiembre de 1912 nació su primer hijo, al que bautizó con el nombre de Ramón. A los pocos días, junto a su mujer e hijo, partió de nuevo a Sudamérica para finalmente desembarcar en Río Gallegos. Meses después se trasladaron a Comodoro Rivadavia, y junto a un socio, instalaron un comercio. Luego partió con una tropilla de caballos en dirección a Lago Buenos Aires con la intención de conseguir tierras. A mitad de camino, a la altura de Mata Magallanes se encontró con un viajero que le comentó que los campos de Lago Blanco y Valle Huemules eran superiores en calidad de pastos. Entonces varió el rumbo y se estableció en Valle Huemules entre Lago Blanco y el límite con Chile.

Cuatro fueron los colonos que ocuparon las tierras que conformarían la mitad de la Estancia La Nicolasa, enclavada sobre la falda de las márgenes norte del Valle Huemules: el alemán Oscar Baldauf, que se estableció en 1909; el español Salvador Blanco, que residía en el valle desde 1913; el español Salvador Blanco Fidalgo, que se radicó en 1913 y el español Salvador Fernández (cuñado de Ramón Lorenzo, que ocupó dos leguas en 1914).

En noviembre de 1913 Lorenzo compró la legua de Baldauf.  En junio de 1916, Lorenzo adquirió la legua vecina de Salvador Blanco; cuyo patrimonio consistía en una vivienda de 3 habitaciones construida con adobe, un puesto, corrales y una huerta. Salvador Blanco regresó a España. El 15 de octubre de 1917 Lorenzo sumó a su campo las dos leguas de su cuñado Salvador Fernández y en marzo de 1918 adquirió la legua de Salvador Blanco Fidalgo.  En 1919 La Nicolasa abarcaba 5 leguas de valle Los Huemules.

El antiguo casco de la estancia La Nicolasa

En lo que fuera el campo de Baldauf, Lorenzo estableció el casco de la estancia. Edificó una vivienda con paredes de ladrillo y adobe compuesta por 6 habitaciones, una cocina y una galería vidriada; alejado del casco se erigían 5 puestos que eran algunas de las edificaciones de los antiguos propietarios. Para 1919 poseían 13.500 lanares, 175 vacunos, 87 yeguarizos de cría y 52 caballos de trabajo.

En la zona nacieron sus otros hijos: Nicolasa, Carlos y Alejandro.

En la década del 30, hipotecó sus 11.000 ovejas y compró el campo vecino “La Norteamericana”  de la viuda de Noble, de 7 leguas. Don Ramón falleció en 1952, a la edad de 84 años.

Ramón Lorenzo, hombre emprendedor, se ocupó de expandir sus tierras, de transformar su estancia en una de las más importantes de la región. Tras su muerte, su mujer quedó en una posición cómoda, económicamente muy solvente. Pero doña Nicolasa no se conformó con su situación privilegiada. Ambiciosa y tenas siguió el rumbo tomado por su esposo y sumó a su propiedad varios campos vecinos.  En 1963 compró la Estancia Montosolo, de dos leguas y media. Dos años después adquirió la propiedad de Mariña, también de dos leguas y media.  Así, la de Nicolasa pasó a ser la estancia de mayor dimensión del territorio y con una de las tierras más generosas en riquezas naturales, bosques, valles abundantes en pastos, numerosos manantiales y varios arroyos de generosos caudal pasaron a ser parte de su patrimonio. Gracias a esa exuberancia de la naturaleza, soporta 5.000 lanares por legua.

Solo la contuvo la ley que no permitía poseer más de 20.000 hectáreas. En determinado momento fue propietaria de otras dos estancias de la zona: María Cristina, 6 leguas, Etelvina, 4 leguas, y otra en la costa atlántica cerca de Comodoro Rivadavia. Se tuvo que desprender de ellas por esa ley. Segú cuentan viejos pobladores y empleados de doña Nicolasa que trabajaron en Estancia La Luisita, también fue propietaria de las estancias La Cancha y La Luisita, 4 leguas. Para que el gobierno no se las caducara, transfirió a su hermano Elviro Fernández la titularidad de La Cancha, la Luisita pasó a manos de Mario Ardanaz, procurador de Comodoro y amigo intimo de Nicolasa. Lo concreto es que perdió en control de ambas y nunca volvió a recuperarlas.

Pero sus negocios no se restringieron a la ganadería, también en la década del 50 fue propietaria de  los principales comercios de Lago Blanco. Solo un hombre se atrevió a hacerle frente y sacar provecho de una situación que no había previsto. Kelly, un modesto empleado de la Dirección de Tierras, alertado sobre la existencia de una angosta franja de tierra fiscal que se extendía a lo largo del límite norte de La Nicolasa, entre la frontera internacional y la estancia Lago Blanco, tomó posesión de ella. Así se dio en único caso de alguien que pretendió y pudo más que la viuda.

Mujer de mucho dinero y amiga de hombres poderosos, como Alejandro Menéndez Behety, fue conocida como “La Rica”. Cientos de historias se tejieron referentes a sus costumbres. Ciertas o no hicieron una leyenda de esa mujer de gran temperamento.  La hacienda ovina siempre rondó el números de 27.000 animales, a ellos se le sumaban 1.000 vacunos y 200 caballos.

En la actualidad la propiedad pertenece a la sociedad conformada por Cristóbal López, Máder y Castellanos.

Fragmentos de “El viejo oeste de la Patagonia”, de Alejandro Aguado.

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