El espía de San Martín
A veces las apariencias engañan.
Hombre recatado en sus opiniones, patriota sereno, poco dado a expresar sus ideas, a quien gustaba una vida retraída.
Poco tiempo después este buen hombre se convierte en godo fanático.
El gobernador lo manda arrestar, lo carga de grillos, y le impone multas. Su familia intercede por él. Hay llantos, lamentos. Se lo pone al final en libertad pero se lo destierra a San Juan.
Más tarde se le permite regresar a Mendoza.
Vuelve a ser preso y se lo envía a San Luis.
Durante esos confinamientos, a los que lleva la marca de los grillos y la fama de los castigos recibidos por su defensa de la Corona, es agasajada por los residentes españoles partidarios del Rey.
Como mártir, merece toda la confianza. En esas reuniones se entera de planes, se barajan esperanzas, se transmiten noticias.
Vargas entrega a San Martín la información en horas y lugares secretos.
Solo ellos dos están al tanto de esta trama.
Más aun, la esposa de Vargas, perteneciente a una familia de patriotas, hace pública su decisión de repudiar al esposo realista e intenta pedir el divorcio.
Pedro Vargas soporto el desprecio, el ultraje de ser paseado engrillado por la ciudad, todo por la causa de la libertad.
Después de Chacabuco y Maipo, Don José de San Martín, da a conocer al Gobierno la verdadera historia, pidiendo para él, la recompensa y reconocimiento que merecía por su valor, abnegación y estoicismo.
Por Miguel Ángel Martínez