De los 259 millones de viudas que hay en el mundo, más de la mitad vive en la miseria y estigmatizada por ello. Sin maridos, en algunos lugares son más vulnerables a la violencia sexual, las carencias económicas y la discriminación. Repudiadas por su familia y los vecinos, buscan amparo en los lugares santos. Su forma de vida está cada vez más amenazada y, especialmente, cuando las mujeres se quedan solas y son obligadas a dejar sus poblados y a integrarse en la ‘civilización’.
PERÚ
Viudas del terror
Cuatro balas en la nuca le quitaron la vida al marido de Juliana, por negarse a unirse a los terroristas de Sendero Luminoso a finales de los ochenta. A ella y a sus hijos, indígenas asháninkas, se los llevaron al monte para adoctrinarlos. Juliana sufrió la peor parte. La tuvieron 3 años en cautividad, separada de sus hijos.
PAPÚA NUEVA GUINEA
Indígena e indefensa
Dealoge no sabe la edad que tiene, pero hasta hace muy poco eso le traía sin cuidado. Nació y creció en Yiwica (Papúa), una aldea aislada hasta que llegaron las industrias madereras y las mineras. Su forma de vida está cada vez más amenazada. Especialmente, cuando las mujeres se quedan solas y son obligadas a dejar sus poblados y a integrarse en la ‘civilización’.
UGANDA
Unirse para sobrevivir
Tiene 35 años y solo ha conocido la violencia. Thérése Kindja (a la dcha.) es viuda de guerra. Desde que el Ejército de Liberación del Señor (LRA) inició su campaña de terror en el norte de Uganda hace 35 años, ella vive huyendo. La última vez no le dieron tiempo. La violaron y mataron a su segundo marido. El menor de sus cinco hijos es fruto de aquel «escarmiento». Thérése sabe que sin un esposo es aún más vulnerable. Por eso ha buscado ayuda en un proyecto integrado por viudas de guerra. Se protegen mutuamente y también a los miles de huérfanos que deja el conflicto.
SUDÁN
Huyendo del infierno
Semira es eritrea y tiene veintitantos años. No quiere hablar. Tiene miedo. Lo poco que se sabe de ella es por terceros: que desertó con su marido del Ejército (obligatorio de por vida en su país), que perdió a su esposo intentado huir, que fue víctima del tráfico de mujeres, que tuvo que trabajar en régimen de semiesclavitud, que se subió a un viejo cascarón libio para llegar a Europa, adonde no llegó, y que acabó en un campo de refugiados sudanés desde el que reza cada día para que no la devuelvan a Eritrea, un país en estado de excepción permanente y sin los derechos más elementales.
SOMALIA
Sin marido no hay dinero
Se llama Abdi, tiene 56 años y hace tiempo que no come. Viuda desde los 36, lucha por sacar adelante a su hijo pequeño y a cuatro nietos. El último sueldo que tuvo entre las manos fue la nómina de su esposo, que era guardia de fronteras. Sin marido, no hay ingreso alguno y comienza la condena de vivir con la duda de si se comerá algo al día siguiente.
LA INDIA
Muertas en vida
Las viudas indias jamás gritan; apenas susurran. A Pooja ni se la oye. Lleva media vida escondiendo la mirada entre las calles de la ciudad santa de Vrindavan. Casada a los 12 y viuda a los 15; conoció a su marido minutos antes de su boda. En la India hay 40 millones de viudas. Vrindavan , que es también conocida como la Ciudad de las Viudas, parece más un cementerio. Allí, Pooja y las demás subsisten mendigando.
Fuente: abc.es