miércoles, 18 de junio de 2025

En esta tierra andan bandoleros de todo tipo, hasta los compinches de Butch Cassidy pasan por el pueblo; “en 1907, Hood, el que ahora se hace llamar Evans (…) se asocia con Ricardo Perkins, con el que parten en busca de minerales (…) fallidos en su intento, deciden regresar, haciéndolo por la costa. Al pasar por Comodoro Rivadavia, en febrero de 1908, intentan robar la Casa Lahusen de esa ciudad. El asalto habría fracasado porque el peón chileno que llevaba Perkins se insubordinó y éste le pegó un tiro”.

El 10 de febrero de 1908 en La Nación se publica lo siguiente:

“El jueves se produjo un altercado entre tres individuos desconocidos, resultando uno de ellos herido de dos balazos. Los dos compañeros, uno de los cuales herido, montaron en sus caballos que tenían amarrados en una calle poco transitada y cuando estuvieron a mil metros de distancia del pueblo hicieron varios disparos de armas, cayendo los proyectiles en dos techos.

A dos kilómetros de ésta, encontraron un coche que venía al pueblo con familias boers y los fugitivos le hicieron también dos disparos sin consecuencias.

El comisario Sr. Porcel, el juez de Paz y el subprefecto salieron en persecución de los bandidos, regresando sin haber podido capturarlos.

Fueron cortados los hilos del telégrafo cerca de ésta, en una extensión de cien metros y los malhechores se llevaron el alambre. Al individuo que quedó herido en ésta le ha sido encontrado por la policía un cuchillo de grandes dimensiones con todo el filo mellado, con el que se supone que haya sido cortado el hilo telegráfico. Además se le secuestró un revólver Colt de mayor calibre y gran cantidad de balas en el tirador.

Se presume que se trata de uno de los famosos bandidos asaltantes de varios bancos.

El vecindario está alarmado y se pregunta dónde está la tan decantada policía volante, que jamás fue vista en este pueblo.

Es tiempo de que el gobernador doctor Lezama se ocupe de dotar a esta localidad de una buena policía, que buena falta le hace hoy por el ser el principal pueblo del territorio.

En la actualidad la policía cuenta solamente con tres agentes, pero la mayor parte del tiempo hay dos, por haber sido dado de baja uno de ellos y no encontrarse quién lo reemplace debido al escaso sueldo que perciben”.

Los bandoleros tienen asustada a toda la comarca. El 20 de febrero están en Colonia Sarmiento; “en la aguada del Pajarito ha hecho su aparición una partida de bandoleros, que se encuentra distan-e diez leguas del pueblo… La partida ha asaltado casas de comercio en Rivadavia y está gravemente herido el chileno cómplice de los bandoleros que son capitaneados por un norteamericano. Se requiere que el gobierno mande fuerzas de línea, pues la policía no tiene elementos”.

Tres años después, en setiembre de 1911, Perkins declara en Buenos Aires ante el juez Navarro Careaga y dice que “Evan y él se habían dirigido para cambiar unos documentos y no para asaltarla, y que mientras estaban preparándose para regresar a Cholila, se produjo la discusión entre Evans y un peón chileno que este había contratado, de nombre Manuel Sánchez, al negarse éste a seguir acompañando a Evans… y le efectuó dos disparos, huyendo el peón, por lo que Perkins pensó que no había sido herido, enterándose después de que había muerto”. El caso es que, finalmente, queda libre.

En Comodoro Rivadavia, mientras tanto, los vecinos del pueblo tendrán que esperar unos años para la estabilización de un destacamento policial. Aun así, serán testigos de movimientos extraños; “los empleos policiales de los territorios nacionales se negociaban. El comisario, salvo honrosas exceрсіоnes, era generalmente un guapo, tan ignorante como capaz de una ‘hombrada’, y de audacia sin límites “para acomodar” las cosas. Su gran ayudante, era el oficial de calle, que naturalmente, también ‘trabajaba’ un poco para sí mismo”.”

Para diciembre de 1908 el pueblo tiene un comisario y cuatro vigilantes, sin armas de fuego ni caballos; en junio de 1909, la situación es igual. De todos modos, está la Prefectura, pero por ahora tampoco tiene medios.

 

Fragmento del libro “Crónicas del centenario”

Compartir.

Dejar un comentario