miércoles, 22 de octubre de 2025

El 22 de mayo de 1520, a la entrada del río Santa Cruz, naufragó la nao Santiago de la flotilla de Hernando de Magallanes, recibiendo el penoso honor de ser el primer barco que se iba a pique en las traicioneras aguas del extremo más austral del continente americano. La Santiago estaba comandada por Joan Serrano, desplazaba 90 toneladas y había costado la nada despreciable suma de 187.000 maravedíes. En los siglos siguientes, muchos barcos de las diversas expediciones que navegaron por las costas, canales, estrechos e islas de la región patagónica y del archipiélago fueguino terminarán también en el fondo del mar, debido a la fragilidad de las embarcaciones y al desconocimiento de la zona por los marineros. El explorador español Pedro Sarmiento de Gamboa, que recorrió el estrecho de Magallanes en dos viajes entre 1579 y 1586, se quejaba de la ausencia de cartas marinas de la zona: “si los que por aquí antes pasaron hubieran sido diligentes en hacer derroteros y avisar con buenas figuras e descripciones ciertas, porque las que hicieron que hasta agora hai y andan vulgarmente, son perjudiciales, dañosas, que harán peligrar a mil Armadas si se rigen por ellas” (Sarmiento, 1768: 279). Durante los dos siglos siguientes, las expediciones de los navegantes españoles, ingleses y holandeses apenas pudieron desentrañar una parte muy pequeña del laberinto marítimo de la América austral. Además, la rivalidad de la época entre España e Inglaterra provocaba que los marinos de ambas naciones se guardaran para sí la información que obtenían.

Habrá que esperar hasta principios del siglo XIX, tras las exploraciones ordenadas por el Almirantazgo británico, para que los pilotos dispongan de cartas de navegación más precisas y seguras. Entre abril de 1829 y agosto de 1830 los marinos Phillip Parker King y Robert FitzRoy confeccionarán mapas náuticos desde isla Desolación hasta la bahía de Buen Suceso, señalando también la existencia de un gran canal situado al sur de la isla grande de Tierra del Fuego, al que bautizaron como canal Beagle en honor de uno de sus bergantines. La misión de los barcos ingleses fue reconocer las costas, canales, islas y bahías con la finalidad de señalar los puertos favorables para fondear en vistas a una futura colonización británica. Precisamente el Beagle regresará a la zona al año siguiente para completar sus estudios hidrográficos en el curso del famoso viaje de circunnavegación de la tierra, con FitzRoy como comandante y el joven naturalista Charles Darwin formando parte de su tripulación. A las expediciones hidrográficas inglesas seguirán las de otros países en una desenfrenada carrera por descubrir nuevos territorios o delimitar los ya existentes. En 1837 el geógrafo Jules Dumont D’Urville dirige la expedición francesa a la Antártida, formada por las corbetas Astrolabe y Zélée. Antes de aventurarse entre los hielos polares, recorrió el estrecho de Magallanes hasta Puerto del Hambre y Puerto Gallant, donde llevó a cabo interesantes estudios botánicos e hidrológicos, trazó un mapa de la bahía Gente Grande y visitó a los aónikenk en bahía Pecket.

La navegación a través del estrecho de Magallanes se generalizará a partir de 1840 cuando las grandes compañías transatlánticas, provistas ya de buques a vapor en sustitución de los de vela, comiencen a utilizar esta ruta para unir los puertos europeos con los de la costa oeste del sur de América. Simultáneamente, el perfeccionamiento de las cartas marítimas rebajó la peligrosidad de la navegación a través del estrecho, convirtiéndola en la ruta más corta para conectar ambos océanos. Con anterioridad, la navegación interoceánica se realizaba con grandes veleros que usaban el paso austral del Cabo de Hornos, donde los fuertes vientos característicos de toda la región austral permitían una travesía más rápida. Ese itinerario era también muy peligroso debido a que en ese punto convergían los dos océanos, lo que provocaba grandes olas y frecuentes tempestades. El nombre de este cabo fue puesto por los holandeses de la expedición de Willem Schouten que, procedentes del puerto de Hoorn, atravesaron este paso en 1616. La época del año preferida para doblar el cabo era de noviembre a marzo, cuando existía menos inestabilidad climática, eligiendo los barcos la ruta por el estrecho de Le Maire o por el sur de la isla de los Estados. Sin embargo, las catedrales de vela, los grandes clíperes de tres, cuatro y hasta cinco palos, iban a perder protagonismo frente a los navíos impulsados por propulsión mecánica, que se generalizaron en la segunda mitad del siglo XIX.

El paso regular de buques extranjeros por el estrecho de Magallanes llevará a los chilenos a promover el establecimiento de una colonia estable, Fuerte Bulnes, en septiembre de 1843, que cinco años después se trasladará a la ubicación de la actual Punta Arenas. La primera compañía en utilizar barcos a vapor en el comercio marítimo fue The Pacific Steam Navigation Company (P.S.N.C.), que inicialmente realizó rutas regionales, enlazando los puertos americanos de Valparaíso, Callao y Guayaquil y sirviéndose para ello de los buques Chile y Perú, propulsados a ruedas y que no alcanzaban las 700 toneladas, al que se sumará poco después el Ecuador, de apenas 400 toneladas. En 1868 la compañía dará el salto a la navegación internacional, inaugurando la ruta Liverpool-Valparaíso en la que sus barcos, tras más de un mes de travesía por el Atlántico, hacían escala en la rada de Punta Arenas. Para este itinerario, el gobierno chileno concedió a la compañía inglesa cien mil pesos anuales de subvención, mientras impuso a los funcionarios del puerto la obligación de recibir a cualquier hora del día o de la noche a los vapores de la P.S.N.C., que a cambio debían efectuar al menos cuatro viajes mensuales tocando ese puerto. En este viaje inaugural, se empleó el Magellan, con casi 3.000 toneladas y 170 pasajeros a bordo, incorporándose al servicio el año siguiente los transatlánticos Araucanía, Cordillera y Patagonia, del mismo porte. Los dos últimos terminarían en el fondo del mar. El Cordillera encalló en 1882 en unas rocas del cabo de San Isidro, en el estrecho de Magallanes, y el Patagonia se hundió en 1895 en Río en las cercanías del puerto chileno de Talcahuano. Años antes, en enero de 1869, un vapor más pequeño perteneciente a la en Puerto Misericordia, misma compañía, el Santiago, se fue a en la salida occidental del estrecho.

Poco después, se añadieron nuevas empresas a las rutas de navegación interoceánicas a través del estrecho de Magallanes. Se trató de las compañías alemanas Hamburg-Amerika Linie, desde 1870, y la Kosmos Linie, a partir de 1872, que enlazaban Hamburgo con los puertos de Perú y Chile. Como el proyecto de remolque de veleros por buques a vapor a través del estrecho de Magallanes nunca llegó a buen fin, los barcos que transitaban del océano Pacífico al Atlántico o viceversa elegían una u otra ruta en función de sus características. Así, los vapores recorrían el estrecho en toda su longitud, aprovisionándose de carbón en el puerto de Punta Arenas. En cambio, la mayoría de los veleros seguirán enfrentando la peligrosa pero más rápida ruta del Cabo de Hornos, hasta la desaparición hacia 1925 de la navegación comercial a vela.

Por su lado, las expediciones europeas se suceden en el archipiélago fueguino, lo que contribuyó a un mejor conocimiento de sus canales e islas. En septiembre de 1882 arribaba a bahía Orange La Romanche, el barco de la misión científica francesa al Cabo de Hornos. Al mando del capitán de fragata Louis Ferdinand Martial, los franceses permanecerán un año en los canales fueguinos, legándonos un impresionante testimonio fotográfico del pueblo yámana. Cuatro años más tarde la expedición sueca al Polo Sur de Otto Nordenskjöld realizaba estudios zoológicos y topográficos en Tierra del Fuego que serían completados en otra visita posterior de 1902 en la que los expedicionarios alcanzarán el lago Kami. Para 1897 arribarán en la Bélgica el grupo de expedicionarios dirigidos por Adrien de Gerlache, cuyo cometido era reconocer y explorar las regiones polares, siendo de nuevo la Tierra del Fuego su punto de partida. Entre los miembros de la expedición belga, con el empleo de timonel, se encontraba el noruego Roald Amundsen, que en 1911 se convertiría en el primer hombre en alcanzar el polo sur. También contribuyeron a la mejora de la navegación en el extremo sur del continente americano las expediciones loberas y balleneras que, en las primeras décadas del siglo XIX, se organizaron desde Nueva Inglaterra con destino a las costas del Atlántico Sur y las islas del océano Glaciar Ártico.

En 1881 recalaron en Punta Arenas 172 barcos a vapor y 36 veleros (Vera, 1897: 241), un buen indicador del desarrollo de la actividad marítima al sur del continente americano. El tráfico a través del estrecho se mantuvo estable durante las dos décadas siguientes tocando en 1896 en la colonia de Magallanes 175 buques, en su mayor parte pertenecientes a las compañías navieras inglesas y alemanas. El incremento del tráfico marítimo comercial por el estrecho provocó como es lógico un mayor número de naufragios que, como veremos, serán aprovechados por los incipientes armadores de Punta Arenas. Uno de ellos, quizá el más señalado, es un hombre enérgico y de semblante duro, nacido a más de doce mil kilómetros de distancia de allí, en una región llamada Asturias.

 

 

Fragmento del libro “Menéndez, rey de la Patagonia”, de José Luis Alonso Marchante

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