viernes, 5 de diciembre de 2025
Casa de John Murray Thomas, pionero galés llegado al valle del Chubut en 1865. Fue uno de los responsables de la instalación del Ferrocarril Central Chubut. Su casa se llamó “Castell John” (Castillo de Juan). Año 1989.

“Mi nombre es Juan Federico Underwood Thomas, y nací en Rawson el día 28 de agosto de 1920. Mi padre fue Eduardo Scott Thomas, argentino; y mi madre, Magdalena Ritchie, argentina. Mis abuelos paternos fueron John Murray Thomas y Enriqueta Underwood, de nacionalidad galesa. Mis abuelos maternos fueron Federico Ritchie, de nacionalidad noruega, y Margarita Evans, galesa.

Mi abuelo paterno, John Murray Thomas, a los pocos meses de estar en el Chubut se trasladó a Buenos Aires, hablando el idioma con fluidez. Trabajó en una de las mayores casas de comercio británica de la Capital Federal de la que llegó a ser socio. En el año 1874 regresó al Chubut para establecer una casa de comercio en Rawson. Su barco fue un importante vínculo entre Buenos Aires y la colonia en aquella época. Se lo consideró pionero de los comerciantes. También poseía algunos conocimientos de contabilidad y trabajó como tenedor de libros con un señor Younger. Se había casado en Buenos Aires y se radicó en Rawson en una chacra, a la que se la llamaba “La isla de Thomas”. Ahí hicieron la verdadera vida. La llamaban “isla” porque cuando crecía el río en invierno, se quedaba aislada la casa. En verano se secaba y quedaba el camino; en invierno cruzaban en bote… había pasos especiales. Pero después, la inundación de 1900 arrasó con todo; una parte de la casa vieja se la llevó el río. Después, mi abuelo volvió a establecerse. La inundación más grande que se conoció acá fue la del nove- cientos… destruyó todo…

John Murray Thomas y su esposa, Margarita Underwood

Cuando mueren mis abuelos maternos en Gaiman, mi mamá tendría 15 o 16 años, sería para 1910. Eran como nueve hermanos, y se los fueron ubicando en distintas familias, como eran todos menores. La chacra de mis abuelos… se hizo la sucesión y cada uno le tocó su parte. Esas chacras eran grandes, hermosas, hoy están en actividad esas chacras en Gaiman. Estaban cerca del río. Se fueron vendiendo a medida que se necesitaba…

Mi mamá se casó a los diecinueve años, yo nací en el 20; se casan y se van a vivir a Rawson, en una casa grande que era la que había construido mi abuelo, para que viva toda la familia; le decían “la casona” y estaba en el pueblo de Rawson… era un caserón!

La casona donde vivían tenía las ventanas cerradas con barrotes de hierro para protegerse de los indios; pero siempre mis mayores me comentaron que nunca los indios trataron de atacar las viviendas; por el contrario, mi abuela le daba pan galés, y así nació entre ellos la comunidad y la amistad, ya que los indios a cambio del pan, les daban carne y cueros.

Según me contó mi padre, mi abuelo paterno fue un hombre que dio mucho en su vida para la nueva tierra. Además de contador y comerciante fue el primer fotógrafo, y estuvo vinculado con las exploraciones sobre los límites fronterizos. La trayectoria de su vida se encuentra documentada en el Museo de Trelew, ex estación ferroviaria.

Mis abuelos maternos construyeron su hogar en Gaiman. Antes de conocer a mi abuela, mi abuelo era marino; luego se casó y formó su hogar. Luego fue peluquero y se dedicó al comercio. Tuvieron nueve hijos, y ambos murieron muy jóvenes, según me contaba mi madre. Un día murió mi abuelo, y al otro día murió mi abuela, así que los hijos quedaron solos y empezó una vida de dolor, porque eran muy pequeños. Pero, a pesar de todo cada uno fue llevando su vida.

MI NIÑEZ EN LA CHACRA, LOS JUEGOS Y LAS COMIDAS

Recuerdo que cuando éramos chicos, mi madre se sentaba ante una gran cocina a leña en las noches de invierno y nos tocaba el acordeón. También a mi padre le gustaba la música; yo recuerdo que, siendo niño, se juntaban en casa varios amigos de mi padre, ya que en mi hogar había piano, órgano, guitarra y violín, y como dije antes el acordeón de mi madre. A pesar de todos los problemas en mi casa siempre hubo música y amistad.

Cuando era chico, jugaba a la bolita, al balero, y después de la es- cuela, jugábamos al fútbol con una pelota de trapo en un potrero. Después hacíamos concursos de baile. Nuestros padres nos ponían un horario para jugar, y yo recuerdo que cuando no cumplíamos con el horario, nos mandaban a la cama sin cenar. Ellos se cansaban de llamarnos y nosotros les decíamos: “¡un ratito más!… ¡Pero ese ratito se hacía largo!, recuerdo que todos los padres se pusieron de acuerdo en que no habría más zapatillas para jugar, pero ¡algunos jugaban descalzos! Bueno, lo que pasó es que nosotros nos pusimos de acuerdo en ir a la basura a buscar las zapatillas o alpargatas viejas; algunos se ponían bolsas en los pies… el asunto era jugar. También me gustaban los caballos y todo el día estaba con ellos.

Mi madre siempre nos complacía con las comidas. Yo siempre re- cuerdo sus panes caseros, sus tortas de plato… Me gustaba comer torta de sangre que se hacía cuando se carneaba un pavo o un lechón. Primero se preparaban todos los condimentos, pasas, todas esas cosas que llevan las tortas; después lo mezclaban con la sangre antes de que se enfriara. A medida que sangraba el animal se iban mezclando todos los condimentos. Después agarraba y se le echaba chocolate, barras de chocolate, se mezclaba todo y cuando se enfriaba quedaba una pasta como un chocolate. Después lo ponían con dos capas de masa una abajo y otra arriba y lo llevaban al horno. ¡Era riquísimo! ¡Así lo hacían!

Los veston eran con masa común, masa de pan… cuando se hacía el pan casero se hacían estas tortas… y se hacían a la plancha caliente, plancha de hierro… La ponían al fuego lento y se iban tostando. La masa se ponía en crudo y se iba tostando, igual que el pan. A fuego lento para que no se arrebate.

También están unos que son una torta chica que es riquísima! Usted la podía tener un mes o dos que no se ponía fea! Como scons o parecida a los alfajores vio? Mas bien seca… y después uno le podía poner manteca y dulce… Era riquísima! Se lo preparaba para la hora de la merienda! Se comía todo lo comestible que se pudiera conseguir: liebres, piches, martinetas, abutardas, pollos, avestruces, carne de chulengos, de potro, de cordero, de vacuno, de porcino, y hasta pájaros como chingolitos o palomas. También se vivía de la pesca; yo re cuerdo que, en mi niñez, frecuentábamos las playas del mar y teníamos la suerte de encontrar en ellas pulpos, mejillones, caracoles, cangrejos y peces en cantidad. ¡Había abundancia y todo era salvaje! Esto fue en el año 1934. Yo recuerdo que en lo que hoy es Puerto Rawson había un viejo pescador, Don López, que era amigo de mi padre. Yo los acompañaba cuando salían a pescar y los ayudaba a tirar la red. Como iba a caballo me entretenía metiéndome con el caballo en el mar, hasta que el caballo casi nadaba… y así volvía a la costa. Allí me esperaban mi padre y Don López, con la red cargada de pescado, que este buen hombre vendía en Rawson y en Trelew.”

Texto de “Los ferroviarios que perdimos el tren” en el recuerdo de Juan Federico Thomas

 

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