lunes, 8 de diciembre de 2025
Vista del frente del colegio Don Bosco y de la iglesia María Auxiliadora de Rawson, tomada desde la explaza Lamarque

Cuando se estaba construyendo la nave central de María Auxiliadora, Don Patriarca discutía con el grupo de hermanos salesianos que participaban de las obras; el eje del problema residía sobre cual método de medición se debería utilizar para tomar la altura exacta que deberían dar al techo de la nave central del templo. Los días pasaban y el debate se extendía; se desparramaban entre el sudor, los sueños y la vocación, diversas teorías que atravesaban de plano los postulados filosóficos y éticos de la construcción; las ecuaciones matemáticas comenzaron a minar la voluntad de los sacerdotes-constructores, hasta que uno tuvo la genial ocurrencia, el gran destello de inspiración que les permitiría resolver el ya controvertido enigma de las alturas que parecía no tener fin.

“A ver usted -le dijo Don Patriarca a un aprendiz- sáquese la alpargata y láncela hacia arriba tan fuerte como le permitan sus brazos; y usted –le dijo a otro aspirante a clérigo- Vuele al andamio, abra bien los ojos y no se me duerma. Los desorientados monjes cumplieron con su cometido. El primero se encomendó a la divina providencia y arrojó su popular calzado hasta donde pudieron sus fuerzas y el segundo, pensando en el rosario que llevaba en el bolsillo esperaba impaciente en lo alto del andamio. Vieron -rugió el experimentado sacerdote- Acabamos de hallar el método que nos permitirá calcular la altura exacta que debe tener el techo de nuestro templo”.

 

Por Sergio Pravaz para La Voz de Chubut

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