
Fue uno de los caciques voroganos que, acosado por las persecuciones del hombre blanco del lado de Chile, abandonó sus tierras cruzando por el valle del Trancura, al igual que sus antecesores, y llegó a las comarcas atlánticas en 1836, para vengar a sus paisanos asesinados por Calfucurá, a pedido del general Rosas.
Se unió con los ranqueles, atacó estancias de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Algunos llegaron hasta Tandil y otros hasta Bahía Blanca al finalizar el invierno de 1837. Al principio de su avance estuvo al frente de unos 4.000 hombres. En la mañana del 14 de agosto llegan a la Fortaleza Protectora Argentina -fuerte de Bahía Blanca- 1.700 guerreros, y atacan las defensas con inusitada violencia, y según el parte de Martiniano Rodríguez: “Los cristianos tuvieron que hacer funcionar toda la artillería, con lo que detuvieron a los asaltantes, pues la metralla los diezmaba, mientras una oportuna descarga de la caballería, les hizo repasar el arroyo Napostá”.
Sin enfrentarse con Calfucurá, y con un arreo de unas 100.000 cabezas de ganado producto de los malones en las estancias bonaerenses, emprenden el retiro hacia la cordillera. Es el momento en que el general Rosas, por tratados previos con Calfucurá, le pide a éste que realice el escarmiento a los indígenas depredadores, y con 1.000 hombres sigue la rastrillada de Railef, lo alcanza en Quentucó y lo aniquila. Railef y 500 de los suyos mueren. Además, rescata a los cautivos y las 100.000 cabezas de ganado.
Por lo general, los nombres mapuches tenían un significado determinado, y el de Railef quiere decir, “pasar ligero”. En 1875, en un colegio de los lazaristas de Buenos Aires, figuraba como alumno un indígena de 9 o 10 años, hijo de Railef, que según el religioso Savino, era muy inteligente y muy dócil y parecía tener vocación para el estado eclesiástico. En los hechos, el elegido terminó siendo Ceferino Namuncurá en lugar del descendiente de Railef.
Textos de Luis B. Colombatto
