sábado, 27 de julio de 2024

Esta semana concluye el período que todos los gobiernos tienen para poner en marcha la nueva gestión que suele llamarse “luna de miel”, aunque si en este caso tuvo algunos traspiés que no resintieron la relación del Gobierno con sus votantes pero que fueron inusuales en la historia de la democracia argentina reciente, sintetizados en las batallas perdidas por los números.

El grueso de las encuestas muestra resultados claramente representativos de esa luna de miel. En la práctica a Milei no le va nada mal. Conserva una inmejorable imagen positiva (56,3%) que le permite un buen diferencial con la negativa (42,6); el 50% tiene una visión positiva de su gobierno y algo que resulta mas que llamativo y contradictorio pero muy favorable: Las clases más bajas que son las mas afectadas por el ajuste son las que más siguen apoyando al Presidente.

Milei sin duda a partir de estos resultados objetivos sintoniza con la gente, pero hasta ahora no ha logrado traducir ese respaldo popular en avances normativos que le otorguen solidez institucional a sus reformas. De ahí el temor del título de esta editorial. Sigue manteniendo el control central de la política contra una oposición que no puede encontrar una fórmula política para enfrentarlo pero que lo vence en los números. El éxito de Milei es solo de él y no le debe nada a nadie, ni a Macri, ni a Bullrich, ni al Pro ni al Radicalismo y menos aún al Peronismo. En todos los espacios opositores la dispersión política es extremadamente amenazante. No hay líderes y por sobre todo tampoco hay ideas. Así como los votantes radicales apoyaron a Macri en el 2015, los votantes del Pro lo hicieron por Milei en 2023. El resultado de ello es claramente el mismo. El radicalismo se rindió ante Macri en 2015, como lo está haciendo el Pro ante Milei en el 2024 y nos queda la duda a futuro, de dónde irán los votantes radicales en las elecciones de medio término en el 2025. El radicalismo con sus 13 senadores de 72 y 35 diputados de 257 no tiene número suficiente para llevar las riendas en el Congreso. A ello le sumamos que su presidente Martin Losteau acaba de quedar desautorizado por gobernadores y senadores dejándolo al borde de renuncia. El Pro ahora con la nueva conducción de Macri seguramente negociará con Milei de la misma forma que los radicales con él en el 2015 a sabiendas que los votos los tiene el libertario.

Milei se jacta, como verdadero líder populista, que entre él y la gente no hay intermediación. Su explicación la brindan las nuevas tecnologías de las redes sociales. Si a Cristina se la medía por la cantidad de “cadenas nacionales” a Milei se lo mide por la cantidad de posteos, likes o retuits.

Estos 100 días de gobierno han sido tan intensos que pareciera que pasaron años, aunque son poco más de tres meses. En este corto tiempo Milei inició una nueva era y un nuevo orden: soluciones de shock, una acción de gobierno como sinónimo de licuadora y motosierra, un ajuste en todo como legítimo y necesario, una mirada del Estado como organización mafiosa, un congreso integrado por una casta enemiga del pueblo, una policía heroica como garantía de “orden en las calles” y ahora una Corte Suprema que no es de su agrado. En este nuevo orden el apoyo popular lo es todo para mantener la voluntad sostenida de hacerle la guerra cultural a la minoría que no lo votó. Es el odio a la casta, aunque se enfrente al verdadero problema de que ésta es más numerosa que el oficialismo. Es la explicación de las batallas numéricas perdidas que en la práctica parecieran demostrar que las fuerzas del cielo no lo acompañan del todo. En este nuevo orden, “vencer está por encima de resolver los problemas” que en modo alguno son sinónimos como bien lo señala Carlos Pagni en La Nación. Resolver es ceder y negociar, mientras que vencer es otra cosa.

A 100 días, los gobernadores se abroquelan: al grupo del NOA y NEA se le agregó ahora el bloque de la PATAGONIA donde por lo bajo se escucha “somos los dueños de la energía” demostrando su bautismo de fuego con el rechazo en bloque de sus senadores al DNU del Presidente y lanzando un Consejo Patagónico de desarrollo económico, que ya se expidió en contra de la propuesta de ganancias del Gobierno, se opuso a la apertura de las importaciones y comenzó a construir una agenda independiente. Algo similar ya ocurrió con los gobernadores del centro del país con su oposición al régimen de retenciones de economías regionales. En fin, recordemos que los gobernadores le temen tanto como lo odian.

En este contexto la Corte Suprema de Justicia sin emitir ningún fallo aún, ya resolvió los planteos existentes. Lo dijo Horacio Rosatti “que la política no nos venga a traer a nosotros sus problemas, que la política resuelva sus problemas en el Congreso, o donde sea …”. Ya sabemos ahora que todo lo que se judicialice solo tendrá sentencia de la Corte después que la realidad lo resuelva, como pasó tantas veces en la Argentina. El peligro de esta actitud es que el Gobierno queda a merced del más variado abanico de decisiones judiciales de Jueces federales inferiores que pueden trabar cualquier acción de gobierno como ha sucedido hasta ahora con una parte importante del DNU.

A sabiendas de lo expuesto y como nos tiene acostumbrados semana a semana Milei abrió un inusitado conflicto con la Corte Suprema de Justicia, postulando al Juez Federal Ariel Lijo y a Manuel García Mansilla -Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Austral-. El primero, el mayor exponente de la casta de Comodoro Py con gravísimos cuestionamientos por corrupción, el segundo, un exponente libertario y miembro del Opus Dei, quién ya se expidió en favor de la dolarización y en contra del aborto. Lijo viene patrocinado por Lorenzetti, que unido al libertario aliado de Milei que reemplazaría a Juan Carlos Maqueda, aseguran la nueva mayoría automática de la Corte menemista pero no peronista sino libertaria. Sin duda, la peor noticia para la actual Corte Suprema que Milei desafía con sus postulantes. Si bien el proceso de nombramiento dependerá del Senado, Milei sabe que Lijo contaría con el apoyo de gobernadores y senadores peronistas solicitando a cambio el apoyo para su pollo liberal.

A 100 días aparentemente exitosos hay nubarrones por todos lados. Mi temor mayor: “la lógica del péndulo”. Nunca queda fijo en un lugar. Siempre vuelve en sentido opuesto. Dividir la sociedad con la ilusión de cohesionar a sus bases la intentaron muchos presidentes con diferentes métodos. Ojalá Milei no esté como Cristina cometiendo la misma aventura porque el resultado siempre fue el mismo. Ninguna facción política o cuasi religiosa dura tanto ni es al final del camino exitosa.

Por Sergio Marcelo Mammarelli, para Info Sur en Línea.

El autor es abogado laboralista, especialista en negociación colectiva. Ex Titular de la Catedra de Derecho del trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia. Autor de varios libros y Publicaciones.
Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut. 

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