En 1869 George Chaworth Musters emprende el viaje de más largo itinerario y el de mayor duración de todos los emprendidos en la Patagonia, con finalidad geográfica, científica o de otra índole.
El encargado de distribuir anualmente las raciones de ganado a las tribus de la Patagonia meridional, acordados en el tratado firmado con el cacique Casimiro Biguá, era el comandante militar de Patagones, por tal motivo realizaban periódicamente viajes a esa población. Cuando estaban por emprender la marcha con ese fin en 1869, las dos principales tribus de lo que ahora es la provincia de Santa Cruz, la de Orkeke de la zona norte de Santa Cruz, y la del sur hasta el estrecho de Magallanes, de Casimiro Biguá, se les acopló un marino británico, George Chaworth Musters, quien cruzó con ellos la Patagonia en toda su extensión longitudinal, desde Punta Arenas hasta Carmen de Patagones, no ya por la costa, zona conocida sino por el interior. Tuvo así oportunidad de adquirir conocimientos más exactos de las características de la extensa, y hasta entonces desconocida región, como así mismo de la vida y las costumbres indígenas, todo lo cual anota rigurosamente luego lo vuelca en su famoso libro “Vida entre los patagones.
¿Quién era Musters y cuáles sus reales motivos?
Sobre los reales motivos e intenciones de su viaje a través de la Patagonia, cuyos alcances, posiblemente sólo los conocían Musters y el Almirantazgo, mucho se ha especulado. El relato del propio Musters parece construido para ocultaros o sembrar confusión. Veamos su versión. “En abril de 1869, el azar me llevó” a las islas Malvinas “en viaje a Buenos Aires por motivos comerciales”. Había leído la relación del viaje de la Beagle que despertó en él “un fuerte deseo de penetrar, si era posible, en el poco conocido interior del país. En esa circunstancia pareció que al fin se presentaba la ocasión favorable para realizar el acariciado proyecto de atravesar el país desde Punta Arenas hasta el río Negro, Valdivia o Buenos Aires. Los informes que me habían dado sobre el carácter de los tehuelches y la deleitosa diversión de la caza del guanaco […], me hicieron ansiar más que nunca la realización de ese plan”.
Hay que ser ingenuo en grado superlativo para creer que un oficial de la Armada británica interrumpa por propia decisión la ejecución de asuntos económicos durante un año entero por pura curiosidad de conocer el país de los indios, sus costumbres y divertirse cazando guanacos. Habría demostrado con ello ser un muy mal inglés y habría sido sometido a un consejo de guerra, en cambio fue ascendido a capitán de Fragata a su regreso. ¿Pasar por las Malvinas para ir a Buenos Aires cuando entre Londres y Buenos Aires existían fluidas comunicaciones? Muy otros debían ser los motivos del viaje. Por las derivaciones que tuvo podemos inferir que era “una misión especial del Almirantazgo británico para el reconocimiento de la Patagonia y, lo que podría ser más aceptable, de tanteo del espíritu de los indígenas con respecto a la Corona Insular”, después de las experiencias de Tierra del Fuego. Esto se deduce fácilmente de las reiteradas alusiones de desagrado de los indígenas hacia todo español”
Por otra parte, no deja de destacar la predisposición favorable de los indígenas hacia los súbditos de Su Majestad Británica. Todo el extenso capítulo V lo ocupa en describir en sus menores detalles la vida de los aborígenes, su carácter, vicios, aptitudes; “los sentimientos amistosos de los naturales para con los extranjeros, muy particularmente cuando éstos son de nacionalidad inglesa”. Tampoco deja de anotar que el cacique Foyel se mostró favorable a “un comercio amistoso tanto con los valdivianos del lado occidental como los argentinos en las costas orientales. […] Si hacemos la guerra a los españoles, no tendremos mercado para nuestras pieles, ponchos, plumas, etc.; de modo que en nuestro propio interés está mantener con ellos buenas relaciones, aparte de que aquí hay lugar de sobra para todos”.
Todas las dudas sobre el verdadero motivo del viaje de Musters desaparecieron pocos años después cuando empresas inglesas se establecieron en los sitios de la Patagonia más detalladamente descritos por donde él pasó. Resulta también sugestiva la frase del Times el 29 de enero de 1879 al dar cuenta de su fallecimiento: “Con su muerte el país ha perdido un servidor fiel y capaz, y la ciencia un empeñoso explorador”.
“Los indígenas de la Patagonia”, de Clemente Dumrauf