sábado, 15 de marzo de 2025

El refugio construido en la isla de los Estados por Piedra Buena, además de los fines ya indicados, le servía para recalada durante sus viajes a los mares australes. En uno de esos viajes, en el año 1863, llegó al cabo de Hornos, donde grabó en la dura roca esta inscripción: AQUÍ TERMINA EL DOMINIO DE LA REPÚBLICA ARGENTINA, y sobre una plancha de cobre pintó los colores de la bandera argentina, que aseguró en un asta de hierro y clavó en lo alto de aquel peñasco.

Los embravecidos huracanes sureños habrán abatido pronto el símbolo material de nuestra soberanía, pero la firme voluntad de don Luis Piedra Buena, que era y es la voluntad de todos los argentinos con patriotismo, se mantuvo con la misma indestructible firmeza de aquella roca durante más de cien años, hasta que un día, aciago para los argentinos, toda esa zona fue entregada sin compensación alguna, con el Tratado del 18 de octubre de 1984.

Raúl A. Entraigas, en la biografía de Piedra Buena, publicada en 1966, manifiesta que sería algo muy hermoso encontrar aquella plancha de bronce colocada por el Caballero del Mar en el Cabo de Hornos, “para ponerla en el paraninfo de nuestras escuelas, a fin de que los argentinos de mañana pudieran moldear sus corazones en el troquel acerado del alma de ese marino patagónico”.

Sobre la tumba de Christofer Wren, que se encuentra en la catedral de San Pablo en Londres, construida por él, se lee este epitafio: “Si monumentum requiris, circunspice” (si buscas su monumento mira a tu alrededor). El mejor homenaje para nuestro abnegado prócer sureño, en el centenario de su muerte (1983), hubiera sido ver definitivamente establecido el símbolo de la soberanía argentina en la zona austral, donde cumplió una permanente y efectiva tarea de presencia argentina, en forma tal que todos los navegantes de esos mares pudieran leer en aquellas rocas el mismo epitafio. Era el homenaje que tenía merecidamente ganado pues “la pasión de su vida fue asegurar para la Patria los vastos territorios del sur argentino… Es un hecho histórico que a los trabajos del comandante Piedra Buena y a su patriótico anhelo se debe, en parte, la reivindicación de los territorios australes, sobre los cuales él fue el primero en llamar la atención”.

Él, que “con una goleta de dos cañoncitos y diez hombres, se había atrevido a dictar condiciones al Gobernador de Punta Arenas y a tener alejada, por mucho tiempo, la bandera chilena de los mares australes”, que “buriló con sus propias manos en el peñón del cabo de Hornos el hasta aquí llega la jurisdicción argentina”, si “hubiera conocido los resultados del arbitraje y, más aún, la tendencia real y positiva de llegar al Atlántico, mediante la ocupación de las islas Lennox, Picton y Nueva, habría muerto de pena”. Dios le ahorró ese sufrimiento tal vez en premio a su patriótica y desinteresada labor, pero su tumba debe haber experimentado una conmoción, el 18 de octubre de 1984, cuando se firmó el Tratado de Paz y Amistad con Chile.

Tras las huellas del maestro, en febrero de 1884, un joven oficial de nuestra Armada, el guardiamarina Juan Manuel Noguera, representante del Instituto Geográfico Argentino en la segunda expedición científica dirigida por Giácomo Bove, recorrió los mares e islas situadas al sur del canal de Beagle hasta el cabo de Hornos en un bote de remos. “Esa excursión, que llevó la bandera argentina en la popa de la más pequeña embarcación que haya recorrido esas regiones, hasta límites donde otras análogas y mayores aún no habían ni pretendido llegar… Se ha llegado en una cáscara de nuez, con la bandera argentina en la popa, más allá del límite de lo que se podía haber creído posible. Esos mares del sud los he creído siempre el barrio de la Armada Argentina. Allí está su teatro de acción” (Conferencia pronunciada por Juan M. Noguera en el Instituto Geográfico Argentino, 2 de julio de 1884). Ahora nuestros buques deben pedir permiso a otra nación para navegar esos mares.

Fragmento del libro “Patagonia azul y blanca”, de Clemente Dumrauf

 

 

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