sábado, 6 de diciembre de 2025
El cacique Orkeke, su hija Meká y su esposa Hadd.

El avance de las tropas nacionales iniciada en 1879 y la gigantesca “arriada” que tuvo lugar durante los años sucesivos, empujaron a los pueblos del norte de la Patagonia hacia el sur y modificaron el tablero geopolítico de la Patagonia. La actual provincia del Chubut se vio ocupada por tribus con las que la Colonia, si bien había mantenido contacto, no poseía relaciones tan fluidas como las que mantenía con las tribus pampas y tehuelches que la visitaban asiduamente. Tampoco se tenía certeza de cómo iban a reaccionar los miembros de estos dos últimos pueblos ante el avance del ejército sobre su ancestral territorio y la influencia que sobre ellos pudiesen ejercer los indígenas manzaneros. Si bien se temía que, dada esta nueva situación geopolítica, se pudiese ver afectada la paz de la Colonia, desde un comienzo los colonos se opusieron a la instalación de un fuerte dentro de los límites del establecimiento. Hasta 1882 la situación aún se mantenía calma, pero a principios de 1883 en el marco de la campaña del general Villegas “a los Andes de la Patagonia”, el Comte. Palacios realizó una incursión a la región cordillerana del Chubut. El 22 de febrero de ese año el capitán Adolfo Druby, al mando de un impreciso número de soldados del Regimiento 7º de Caballería e Indios Amigos, tuvo un enfrentamiento en la pampa de Apeleg -ubicada al norte del río Senguerr- con unos cuatrocientos indios del cacique manzanero Inacayal. Luego de un ataque sorpresivo y del contraataque de las fuerzas indígenas, se sumó al combate la brigada del Comandante Palacios, provocando la huida de los indígenas, los que dejaron en el campo de combate 50 muertos y una importante caballada.

Al llegar en marzo de 1883 la noticia del enfrentamiento entre las tropas nacionales y los grupos indígenas, se temió en la Colonia que los indígenas podrían sentirse inducidos a volverse contra ella. Si bien los colonos no eran percibidos como enemigos por pampas y tehuelches, los que diferenciaban a los colonos galeses de sus ancestrales enemigos: los españoles y sus descendientes criollos, a los que llamaban “cristianos”, se temía que estos grupos o los quinientos manzaneros que respondían a Inacayal, Foyel o Sayhueque, perseguidos y atacados por el Ejército, volcasen su venganza sobre la Colonia. La situación era complicada sobre todo para los colonos del valle superior, los que por su ubicación avanzada estaban en una situación sumamente expuesta a un ataque indígena.

El mentado ataque de estos tres caciques pasó de ser una especulación a una amenaza concreta cuando invitaron al cacique Sacamata a sumarse a un ataque conjunto sobre la Colonia. Pero este jefe pampa rehusó el convite y, por el contrario, envió mensajeros al valle con una carta para Lewis Jones advirtiéndolo del riesgo de que se produjese un malón. Teniendo en cuenta las aptitudes guerreras de los jefes manzaneros, el aviso causó gran alarma entre los colonos, los que rápidamente diseñaron un plan de defensa de la Colonia, el que incluía el envío de exploradores a ambas márgenes del río Chubut y un sistema de alarma temprano por medio de fuegos que se encenderían en postas que jalonaban el valle.  Por aquella época, Sacamata ocupaba un lugar conocido como “Corral Charmata”, ubicado sobre la margen norte del valle del Chubut, pocos kilómetros del extremo occidental de la Colonia, por lo que, de alguna forma, ejercía un cierto control de acceso a la misma. Seguramente la negativa del jefe pampa para sumarse al complot y la posición estratégica que éste ocupaba, incidieron en la decisión de los otros caciques y el anunciado ataque finalmente no se produjo.

A mediados de 1883, Roa apresó a la tribu del cacique Orkeke y la condujo a Puerto Deseado, desde donde Vintter la llevó al Chubut a bordo del Villarino.  Luego la tribu fue llevada a la colonia de manera engañosa y bajo falsos pretextos, siendo luego sometidos a un trato cruel. Este episodio dio lugar a reclamos verbales por parte de los colonos a Vintter y hasta la presentación de una nota formal, firmada por la mayoría de éstos:

“Nosotros, los habitantes del Chubut, rogamos vuestra clemencia, al expresar de este modo nuestro sentimiento y deseo en favor de algunos aborígenes de estas regiones, conocidos nuestros. Sin pretender en absoluto en las medidas que creeis prudente adoptar, deseamos, como viejos conocidos de los indios, expresar nuestra esperanza de que podáis mostrar hacia ellos toda la benevolencia y amparo que permita vuestro deber. De nuestra parte, aprovechamos la oportunidad de declarar que hemos recibido mucha ayuda de estos indios desde que se estableció la colonia, y no sentimos nunca, entre ellos, el menor temor por nuestra propia seguridad. En realidad, los indios fueron un muro de seguridad y amparo para nosotros”.

Es posible que esta última afirmación se refiriese concretamente a la actitud del cacique Sacamata dando aviso de un posible ataque y ubicándose con sus toldos en la entrada misma del valle. Luego continuaban: “Creemos que las pequeñas comunidades indígenas en los confines favorecieron siempre la entrada hacia el interior de nuevos establecimientos, tal como fue su comercio con nosotros”. En efecto, los pampas habían permitido y hasta ayudado a la fundación del Fuerte del Carmen, Bahía Blanca y la propia Colonia Galesa. Finalizaba el pedido de la siguiente forma: “Anhelamos que podáis, al cumplir vuestra obligación militar y, de acuerdo con vuestra prudencia, dejar a nuestros viejos vecinos indígenas en sus hogares, mientras permanezcan tan pacíficos e inofensivos como hasta hoy”.

Lamentablemente los ruegos de los colonos no fueron atendidos. Orkeke fue trasladado en julio con su familia a Buenos Aires, donde falleció el 12 de setiembre de 1883. No sería el único caso, otros amigos de la Colonia también serían deportados. Así sucedió con la gente de Pichalao y del propio Sacamata, los que fueron conducidos a Valcheta por Roa, cumpliendo órdenes de Wintter.  Al arribar a destino, Roa estableció su cuartel operativo en Valcheta, que se transformaría, además, en campo de concentración de estos caciques pampas y su gente.

A fines de 1883, Roa encaró una nueva campaña al sudoeste del territorio del Chubut, reducto de los últimos caciques que aún permanecían en libertad. Mientras seguía el curso Senguerr en procura de dar alcance a Inacayal, sus tropas fueron sorpresivamente atacadas por un numeroso grupo de indígenas a los que lograron rechazar tras un reñido combate, decidiendo luego retirarse a la Colonia Chubut para reponer la caballada. Al regresar los soldados se encontraron con un grupo de jóvenes expedicionarios de la Colonia. Mientras compartían incidentalmente el sitio de campamento con las tropas, los jóvenes galeses pudieron percibir las atrocidades de la guerra y el ensañamiento de los militares contra los aborígenes.

Fue en dicho marco de violencia extrema en el que se produciría el único episodio violento entre galeses e indígenas patagónicos. Los soldados advirtieron a los jóvenes galeses que no continuasen hacia la región cordillerana ya que había partidas de indios yendo y viniendo por aquellas regiones. Pero a pesar de la peligrosidad de la situación los jóvenes decidieron continuar viaje y, remontando el valle del Chubut, llegaron hasta alcanzar un lugar al que denominaban en galés Hafn yr Aur [Cañadón del oro]. Allí los exploradores tuvieron un conciliábulo en el que cinco de los jóvenes decidieron regresar a la Colonia, pero los restantes cuatro continuaron hacia el interior hasta encontrarse con gente del cacique Foyel que los invitó a que los acompañasen a sus tolderías. Luego de rehusar la invitación y de regresar fueron alcanzados en el “Valle de los Mártires”, en el que tres de ellos fueron ultimados, sobreviviendo únicamente John Daniel Evans. Este sindicaría luego a los autores como indígenas pertenecientes a la tribu del cacique Foyel, es decir manzaneros.

La irrupción del ejército y del aparato administrativo del Estado nacional, determinó el extrañamiento de los nativos del dominio de sus campos de caza y la división y ocupación de la tierra por parte de otros inmigrantes. La restricción a la capacidad de desplazamiento de los indígenas y su confinamiento a campos de pobres características, interrumpiría en lo inmediato el modelo de convivencia implementado con los galeses y provocaría en pocos años la destrucción de su secular modo de vida. Con posterioridad a 1885, los galeses, privados de los productos obtenidos por medio del comercio con pampas y tehuelche, debieron afrontar nuevos desafíos y modos de producción. Las condiciones ya no serían las mismas.

Por Marcelo Gavirati, del libro “Chubut, tierra de arraigo”

 

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