Al norte, en el límite con Bolivia, en esa zona libre impuesta por los chiriguanos, a la vera del río Pilcomayo, se producen los últimos intentos orgánicos de esta cultura que no se resigna al sometimiento.
Desde 1796 en adelante se llevan a cabo una serie de acciones ofensivas de las comunidades libres contra las ciudades españolas y los grupos reducidos por los religiosos.
El gobernador de Cochabamba, Francisco de Viedma, decide en 1800 iniciar operaciones con una fuerza de más de mil hombres, que prepara durante cuatro meses.
La expedición se dedica a destruir los poblados indígenas. Los resultados en general son pobres; el esfuerzo no reditúa porque si bien se destruyen los pueblos, no se encuentra a la gente, escondida en los montes; de todas maneras esta campaña es un antecedente importante de la que llevó a cabo en 1805 el gobernador de Potosí, Francisco de Paula Sanz, al mando de casi 2000 hombres.
La política fue de tierra arrasada: entrada en los poblados e incendio y destrucción de las piruas de maíz (reservas de alimentos enterradas), envenenamiento del agua y cuando los encontraban, muerte a los indígenas. Pero estos no aparecían. Empleando tácticas ofensivas-defensivas, irrumpían y se volatilizaban constantemente, golpeando a la columna expedicionaria española, que a medida que pasaban los días, iba desmoralizándose en forma pronunciada.
La reacción de algunos indígenas que antes de caer en manos de los españoles se despeñaban por los precipicios, arrastrando consigo a su familia, acrecentaba el desconcierto español.
Las noticias de una posible alianza con los grupos chané para apurar un cerco final contra la expedición de Sanz aceleró aún más la confusión. La campaña peligraba.
Después de sostener un combate de cerca de seis horas de duración contra una fuerza de más de 2000 indígenas en pleno río Pilcomayo, y ante la versión de que una confederación de comunidades chiriguanas se preparaba para llevar a cabo el asalto final, Sanz decidió la retirada.
Frente a esta denodada resistencia final, los españoles comprendieron que más allá de algunos éxitos parciales como la muerte de algunos caciques, la quema de pueblos, la destrucción de las plantaciones y reservas de maíz, la recuperación de ganado vacuno y caballar, se confirmaba la existencia de un indígena que no estaba resignado a perder su tierra ni su cultura.
En esta zona y en este período histórico la resistencia tuvo éxito en cierto sentido. Las comunidades chiriguanas con mucho esfuerzo preservaron su identidad a través del tiempo y hasta nuestros días. El hecho de que hoy contemos con una presencia chiriguana más que notable se debe también a esa lucha por la continuidad de su propia cultura, contenemos con una presencia chiriguana más que notable se debe también a esa lucha por la continuidad de su propia cultura.
Fragmento del libro “Nuestros Paisanos, los indios”, de Carlos Martínez Sarasola
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Deja de hablar boludeces, los Kelper son solo 4500 y son los pobres de las islas, los que hacen la plata son los milicos