Las relaciones de los galeses con pampas y tehuelches presentaba por aquellos años diversas facetas: por un lado, la cooperación de los indígenas para la subsistencia de los colonos y la profundización de los lazos económicos por el creciente intercambio comercial, y por el otro cierto grado de tensión por la tardanza o el incumplimiento en el pago de las raciones por parte del Gobierno nacional y una incipiente competencia por el recurso ganadero. Por lo cual, para poder aproximarnos a la comprensión del proceso de configuración de este nuevo espacio social, se hace necesario enfocarlo desde diferentes perspectivas.
Interacción social y cultural
El idioma utilizado casi unánimemente en la colonia era el galés, sólo dos o tres colonos no lo hablaban, pero lo estaban aprendiendo. La mayoría también podía expresarse más o menos correctamente en inglés. Sólo uno o dos de ellos habían adquirido un ligero conocimiento de las lenguas de los nativos, aunque no sabemos si del günnüna iájëch de los pampas, del aoniko aish de los tehuelches, o de ambas. El idioma utilizado para las transacciones con los indígenas y también con algunos gauchos que ocasionalmente los acompañaban era el español. Algunos de los colonos más jóvenes estaban adquiriendo un buen conocimiento de éste, tanto para facilitar el intercambio con los indígenas como para contactarse con los funcionarios de los diversos organismos del Gobierno argentino.
Los testimonios recogidos por Dennistown señalaban que los jóvenes galeses no se relacionaban con las mujeres indígenas que visitaban la Colonia y no tenemos conocimiento de que hubiese habido uniones conyugales durante este período. Sobre este aspecto ya mencionamos el caso del joven galés que en los del cacique Francisco, y cómo esta unión se había frustrado por los primeros años de la Colonia había pretendido a una de las hijas imposibilidad del pretendiente para cubrir el precio de cincuenta yeguas que el cacique le había requerido por la mano de su hija.
Esta escasez de ganado en general y yeguarizo en particular -uno de los males endémicos de la Colonia- seguramente obró como un impedimento difícil de salvar para este tipo de uniones. Tampoco se conocen ejemplos del caso inverso, es decir mujeres galesas que se hayan ido a vivir a las tolderías, y como no se produjeron incursiones violentas de los indígenas sobre la Colonia, tampoco se dieron situaciones de cautiverio de mujeres, niños u hombres.
Al parecer hubo prácticas enterratorias por parte de los indígenas en el cementerio de la Colonia. Al retirarse de la visita efectuada en mayo de 1868 por parte de la tribu de Chiquichan y de la viuda del cacique Francisco, los indígenas enterraron allí a uno de sus caciques, aunque realizando la ceremonia fúnebre que les era propia:
“Mataron 50 caballos y quemaron todas sus pertenencias, para que lo siguieran al otro mundo, y dejaron carne y botellas de agua en la tumba, para mantenerse en el camino. Las mujeres aullaban, se cortaban los rostros con vidrios. Cuando se retiraron, mataron un caballo algunas millas más arriba, en donde habían acampado antes, para que tuviera un caballo fresco en el viaje”.
Según Glyn Williams, se dice que para 1872 los indígenas evitaban cazar los domingos por respeto al “sabbath” galés. Aunque esto no nos parece factible, tal vez fuese probable que se abstuviesen de invitar a los galeses a efectuar cacerías conjuntas o visitar la Colonia para efectuar intercambios en dichos días, por pedido de los colonos. En 1866, el entonces presidente de la colonia, Williams Davies les había dado “a entender a los caciques que no vinieran en el día de descanso y lo observaron muy bien antes de venir” (T. Jones GC 1999: 75-76).
Fragmento del libro “Chupat-Camwy, Patagonia”, de Marcelo Gavirati