
Comodoro no ha mirado demasiado hacia el mar a lo largo de su historia, pero la pesca ha constituido una actividad importante, alcanzando significativos niveles de industrialización, a partir de la década del 70.
Embarcarse es una buena opción para jóvenes que hacen el curso y obtienen la libreta que los habilita a trabajar como marineros, con una oferta salarial tentadora para los que necesitan empleo y se tientan con la aventura del mar. Sin embargo, a fines de los ’90, el panorama se vuelve sombrío. De pronto, marineros y trabajadores de plantas pesqueras marchan por calles céntricas. Unos reclaman contra la política pesquera, que permite el ingreso de grandes embarcaciones extranjeras al golfo San Jorge, en detrimento de la pequeña flota del empresariado local.
Los fileteros protestan porque las plantas están paradas, por falta de materia prima. Con cierta regularidad, desde 1997 en adelante, la pesca irrumpe en las calles de la ciudad. Las permanentes vedas dispuestas por las autoridades pesqueras, para proteger la merluza que está en peligro de extinción, motivan la protesta de empresarios y trabajadores locales: esperan una política diferenciada para el golfo, aducen que el recurso en estas aguas no ha sido sobreexplotado y que esto, en todo caso, ha sido responsabilidad de las embarcaciones europeas o la flota de Mar del Plata.
A enero de 2000, la pesca es un gran signo de pregunta para la ciudad. Buena parte de las perspectivas de productividad y trabajo en el puerto dependen de la pesca de la merluza y el langostino, pero hasta ahora los funcionarios provinciales y nacionales no han dado respuestas claras a los múltiples planteos que se elevan desde Comodoro Rivadavia.
Fragmento del libro “Crónicas del centenario”