jueves, 4 de julio de 2024
Estudiantes de una escuela en la localidad de Cushamen. 1922. imagen ilustrativa

En Cushamen hay una escuela del Estado, se encuentra bajo el mando de un español, el buen Don Vicente Herrero (se refiere a Don Julián Vicente Herrera, designado primer maestro el 30 de enero de 1903) que junto a su mujer enseñan los conocimientos básicos como la lectura, la escritura y cálculos a los 53 alumnos y 7 alumnas. Generalmente se trata de niños indígenas de la colonia. Sin embargo también asisten a la escuela hijos de gente europea de lugares cercanos. Es sorprendente observar la inteligencia natural y la rapidez con la que los chicos de piel marrón y ojos oscuros captan las materias. Casi todos llegan a la escuela sin saber una palabra de castellano, y dentro de un solo año lo dominan de manera fluida. Me muestran unos cuadernos de las primeras semanas de escolaridad. Un verdadero desorden de manchas de tinta, ¡Como si unas brujas sobre sus escobas hubieran pasado por encima del papel! Luego reviso unos cuadernos de los mismos alumnos al cabo de dos o tres meses de asistencia a clases. Era evidente el progreso. Sin embargo más notable aún se manifiesta el progreso en los meses siguientes. Quedé boquiabierto al ver de lo que estos chicos indígenas “semisalvajes” son capaces, esos descendientes de una raza que a menudo ha sido tildada y tratada como inferior. Las clases de enseñanza demostrativa también son de muy buena calidad, gracias a la habilidad del profesor. Me alegré especialmente al constatar la disciplina reinante, tanto dentro de la sala de clases como en el exterior. No se ha descuidado la educación física, con clases de gimnasia muy activas. En la cancha abierta frente al menudo edificio de la escuela hay una gama de aparatos, barras verticales, barra fija y paralelas, igual como en casa.18

Las grandes distancias y las condiciones climáticas sin embargo suelen ser un obstáculo natural para asistir a clases regularmente. Por estos lares las chicas y los chicos son diestros con los caballos, podría decirse que prácticamente nacen con la montura; por lo que aquellas dificultades pueden ser superadas sin problemas, cuando existe buena voluntad de parte de los padres. Aquí no se camina, se anda a caballo a la escuela: Con frecuencia se ven a dos varoncitos o dos chicas montados en una sola silla.

Fragmentos del libro “Chubut, a caballo por la cordillera y pampa de la Patagonia central”, de Wilhelm Vallentin

  • Vallentin nació en Prusia en 1862, estudió en Berlín Ciencias del Estado, carrera enfocada en ciencias políticas, económicas, derecho, administración y sociología. Se doctoró en 1892
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