martes, 7 de octubre de 2025
Casa donde el médico personal de Juan Domingo Perón señala como el natalicio del líder del justicialismo, el 7 de octubre de 1893

La información permite ubicar el nacimiento de Juan Perón, hijo de Mario y de Juana Sosa, en una casa rancho de Roque Pérez el 7 de octubre de 1893 y asentado al día siguiente en la localidad de Lobos.

El padre, Mario, vinculado al mitrismo, alterna su vida entre funciones burocráticas que le otorgan “los amigos del partido” y una obcecada vocación rural que provocará varios trastornos a la familia. Así, después de ejercer el cargo de Juez de Paz, en La Plata, en 1888, se traslada a Lobos para administrar la estanzuela “El mirador de Lagos” y al año siguiente, al fallecer su padre, pasa a explotar unos campos que este mantenía en sociedad con don Eulogio del Mármol.

La familia materna, prudentemente ignorada por la abuela Dominga para abrir camino al cadete, es recuperada por el propio Perón, años después, cuando su vida ya vibra acompasadamente con las experiencias populares: “Como todas las cosas, mi vida ha tenido un principio. Ese principio ha sido mi madre (…) Me contaba mi abuela, que cuando Lobos era apenas un fortín, ellos ya estaban allí (…)”. “Mi abuela inmemorial era lo que bien podemos describir como una mujer machaza, que conocía todos los secretos del campo (…) y muchas cosas más. La recuerdo sentada en un banquito, frente a su rancho, descalza y con sus chancletas a un costado, siempre con las manos ocupadas, haciendo algo: o cuereando un capón o bien limpiando un par de gallinas para alimentar a su numerosa prole (…) rodeada de sus perros y sus gallinas batarazas (…) tan diestra y rápida que podía desplumar a una gallina sin hacerla gritar”. “Cuando la vieja solía contar que había sido cautiva de los indios, yo le preguntaba: Entonces, abuela (…) ¿yo tengo sangre india? Me gustaba la idea, ¿sabe? En realidad, tengo algo de sangre india. Míreme: pómulos salientes, cabello abundante (…) En fin, poseo el tipo indio. Y me siento orgulloso de mi origen indio”.

Juan Domingo Perón junto a su madre, Juana Sosa y su hermano, Mario

“Mi madre, nacida y criada en el campo, montaba a caballo como cualquiera de nosotros e intervenía en las cacerías y faenas rurales con la seguridad de las cosas que se dominan. Era una criolla con todas las de la ley. Veíamos en ella al jefe de la casa, pero también al médico, consejero y amigo de todos los que tenían una necesidad. Esa suerte de matriarcado, ejercido sin formulismo, pero bastante efectivo, provocaba respeto pero también cariño. Y en mi concepto, el cariño es la mejor forma de respeto entre los seres humanos (…) No teníamos secretos con ella”. “Sí, la viejita era muy gaucha”.

“Ella había nacido allí, en Lobos, entre esa gente humilde y trabajadora del campo”40. La gente del pueblo recordaba que “a los 15 años, vendía pasteles, sobre todo durante las ferias y días festivos”, por lo cual la conocían como “la pastelera”. También la apodaban “Juana huevo”, según algunos porque “recorría las chacras a caballo buscando huevos frescos”, aunque otros afirman que “el mote se debía a su carácter decidido que competía con los varones en las duras tareas del campo”. “Mamita era muy fuerte, muy criolla”, agregará.

Juana y Mario, con sus dos hijos, habitaban una casa rancho de dos habitaciones, piso de ladrillo, techo de zinc a dos aguas, cielo raso de madera de pinotea y aislamiento de paja, con paredes de ladrillo asentadas en barro, con revoque de adobe. Tenían también un pozo artesiano y según la civilizada costumbre india -que “los civilizados” hemos perdido- una letrina detrás, a cierta distancia de la casa, por razones de higiene y buen gusto. En el terreno vecino, criaban chanchos, gallinas e incluso tenían algunas vacas. Esa vivienda se hallaba a pleno campo, situada a unos dos kilómetros del Río Salado y a 7 kilómetros del caserío más cercano que estaba en paraje La Paz, lo que entonces era Roque Pérez. “Era un ranchito precario”, señala Barreiro-. “Ahí empezó a mamar y a gatear Juan. Ahí realizó el primer reconocimiento de los seres y las cosas.” No se ha criado “a patio”, como Atahualpa Yupanqui acostumbraba a reprocharle a las familias urbanas, sino a pleno aire y pleno sol, en permanente contacto con la naturaleza. Los pastes y los animales integran sus primeras experiencias y de ahí, probablemente, su cariño por perros y caballos que mantendrá a lo largo de su vida.

Oor razones que ignoramos, al poco tiempo Juan pasa a vivir en Lobos. Barreiro arguye que el Dr. del Mármol debió pedirle a Juana que se desempeñase como ama de cría de uno de sus hijos que se hallaba muy débil y allá marchó ella, con Juan y Mario Avelino.

Ahí, en Lobos, ingresa un nuevo personaje a la vida del pequeño: Francisca Toledo de Aguirre, hermana de la abuela india. Bajo “la tutela de su tía abuela Francisca, en Lobos, pasó Juan los primeros años de su infancia.

Ese traslado a Lobos -que provoca seguramente un fuerte golpe emocional, ya que implica un cierto alejamiento de su madre, relevada por su tía- no significa, sin embargo, distanciamiento del mundo rural pues lo que había sido hasta poco antes el fortín “San Salvador de Lobos” es un caserío donde una pequeña caminata ya permite pisar la pampa. “Soy de los que aprendieron a andar a caballo antes que a caminar”, comentará luego Juan.

Mi primer amigo fue un paisano, Sixto Magallanes, para todos, el Chino Magallanes, domador de Lobos” (…) “El Chino era muy bebedor. Se bamboleaba siempre en el caballo, pero domaba muy bien”. “Andaba siempre de boina colorada, que era la divisa de los conservadores”52 “Con él, hice mi primer paseo a caballo en un redomón gateado”. “El Chino me enhorquetó en un potro chúcaro y luego de indicarme que me prendiera bien a las crines del animal, lo hizo trotar de un rebencazo”.

“Magallanes, nacido en Saladillo, era una institución en el pago donde yo di mis primeros pasos. De ese Magallanes, verdadera reedición de don Segundo Sombra, proviene buena parte de la forja inicial de mi carácter”.

Desde muy pequeño, pues, aprende a jinetear y los caballos pasan a constituirse en la gran compañía de los atardeceres, en la pampa abierta.

Otra influencia de ese mundo pampeano se encuentra en su devoción por el Martín Fierro. Desde niño numerosas coplas del poema de José Hernández quedan insertas en su memoria. Del mismo modo, le resulta familiar una inquietante figura épica que motiva discusiones entre sus padres: Juan Moreira. No habían pasado muchos años desde aquella época en que Moreira caía al boliche y prostíbulo “La Estrella”, ahí, en Lobos, provocando el temor de unos y la simpatía de otros. “Mi padre pedía a grito pelado que las autoridades limpiaran las alimañas de los matones de comité. Mi madre, en cambio, los concebía como desgraciados, desligándose de esas insinuaciones probablemente ciertas… y se reducía a bendecir su coraje legendario… “la Estrella  es un piringundían de rompe y raja”, le peleaba mi padre y ella contestaba: “Que aclaren los que perseguían a Moreira, ese valiente que murió en su ley”, recordaba Perón.

Juan Domingo Perón

Aún no ha cumplido los cinco años cuando la inestabilidad y el desasosiego de su mundo infantil se agravan: en 1898, su padre decide emprender unos negocios en el sur patagónico. Los hermanos Maupás, parientes lejanos de su abuela Dominga, le ofrecen la administración de unos campos en la provincia de Santa Cruz y allá se va Don Mario, dejando a Juana y sus dos hijos en Roque Pérez. Año y medio después, regresa con las manos vacías, pero deslumbrado con las posibilidades que ofrece aquella región virgen y decidido a reincidir, pero ahora en compañía de su familia.

Así, una tarde cualquiera, Juan se entera que en pocos días más abandonará el escenario donde han transcurrido sus primeros años. Él y su familia irán a pelearle al destino en las lejanas comarcas sureñas. Repentinamente, el paisanito es arrancado de su escenario habitual. Atrás quedan ahora la casa rancho de Roque Pérez y la casa de la calle Buenos Aires, de Lobos. En el pasado, también, los pastos tiernos de la pampa y el afecto de la tía Francisca. En otro ámbito más duro, más inclemente, más solitario aún, habrá de desarrollarse su vida en los años siguientes.

 

Fragmento del libro “Perón”, de Norberto Galasso

Compartir.

Dejar un comentario