“Él es digno de mandar por su honradez acrisolada, por su habitual prudencia y la serenidad de su coraje”. General José de San Martín
Arenales no necesitaba sirvientes y ensillaba su propia mula; si era necesario, la herraba él mismo. No permitía que nadie lo tratara con familiaridad y creía al pie de la letra en las jerarquías militares. En una oportunidad San Martin ascendió a su hijo quien lo acompañaba en la campaña del Perú, pero éste devolvió el pliego ya que no había realizado acción que mereciera dicho premio, aceptarlo iba en detrimento de la moral de otros que tenían más virtud en combate.
Fue un patriota convencido de la revolución llevada a cabo en las Provincias Unidas del Río de la Plata y un luchador incansable por conservar la unidad de los territorios independizados de España.
Era famoso por regirse siempre por las “ordenanzas”, a rajatabla, y unos de los pocos a quien San Martin tenía mucho respeto. También este oficial le hablaba al Libertador con excesiva franqueza y sin pelos en la lengua. Había grandes similitudes.
Formó parte de la Revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809, participó en la batalla de Salta, la Asamblea del Año XIII le concedió la ciudadanía argentina por sus logros, participa de la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú. Está en la victoria de la batalla de La Florida, en que recibió muchas heridas y casi perdió la vida, ahí se ganó el apodo de “EL HACHADO”. Intentó organizar una defensa después de la derrota de Sipe-Sipe. En 1819 se incorpora al ejército para libertar Perú y comanda las dos campañas a las sierras y obtiene varias victorias destacándose de entre ellas Pasco. En 1824 se lo nombra gobernador de Salta, y participa de la guerra civil del lado unitario. Se exilia en Bolivia.
El Brigadier General Juan Antonio Álvarez de Arenales, falleció en Moraya, Bolivia, en el año 1831 en la casa del Coronel José Manuel Pizarro y sepultado allí en el osario común debido a que un temblor derrumbó la Iglesia parroquial, a excepción del cráneo, conservado por el Coronel Pizarro y entregado a doña Josefa Arenales de Uriburu, su hija (madre del futuro presidente de la República Argentina, José Evaristo Uriburu) y esposa del Coronel Evaristo de Uriburu en la ciudad de Buenos Aires.
Recién en mayo de 1959 llegaron a Salta los restos del Brigadier General Arenales al sitial que tenía reservado dentro del “Panteón de las Glorias del Norte de la República”.
Por Miguel Ángel Martínez