Ganó el loco.
Así lo llaman desde la adolescencia a Javier Milei. Él prefiere definirse de otra forma: “la diferencia entre un loco y un genio es el éxito”. La referencia no es descalificadora sino que explica ajustadamente la decisión mayoritaria que tomó el pueblo argentino para los próximos cuatro años: algo distinto.
Nadie podrá negar que dijo lo que iba a hacer. Sin embargo, dentro de sus votos hay una porción -habrá que cuantificarla- que lo votó interpretándolo: creen que no hará lo que dijo.
Tampoco es peyorativo calificar sus propuestas de insólitas: solo un puñado de países en el mundo no tienen Banco Central ni moneda propia. No solo su oferta económica es disruptiva, la social lo es mucho más, lo que expresa un retroceso en derechos adquiridos. Incluso algunas propuestas pasan límites que la democracia había consensuado.
Pero el pueblo es soberano y por mayoría elige: el triunfo de Milei sobre Sergio Massa fue contundente y así lo reconoció temprano el ministro.
¿Por qué ganó Milei? El cansancio de los problemas irresueltos en las últimas décadas, la falta de recambio generacional y una ola mundial de propuestas de derecha que prometen respuestas simples a problemas complejos y logran adhesiones por hartazgo. Algunos analistas políticos lo llaman el reseteo de la política porque no alcanzan las categorías tradicionales para interpretar la voluntad popular.
También fue clave el espaldarazo que el expresidente Mauricio Macri le dio a La Libertad Avanza, coqueteo que comenzó mucho antes del inicio de la seguidilla de elecciones. Su apoyo logró instalar un maniqueísmo entre lo “nuevo” o “kirchnerismo” (como expresión depositaria del mal), algo que la ciudadanía avaló mayoritariamente.
El gobierno de LLA puede anticiparse desde las fricciones. Por muchos motivos. El principal, porque la relación con sus socios de última hora nació con diferencias y alineamientos partidos y habrá que ver qué queda en pie de Juntos por el Cambio para darle soporte de gobernabilidad.
También porque ganó en 21 de los 24 distritos del país, pero no cuenta con ningún gobernador aliado, es decir, que también los jefes políticos provinciales deberán convivir con un votante que los eligió a ellos y al candidato que, en muchos casos, no apoyaron públicamente
Algo similar sucedió con sindicatos, organizaciones civiles y entidades empresarias que se manifestaron a favor de Massa. En la previa se dijo que el candidato oficialista había logrado conseguir las adhesiones de la mayoría de todo lo que está organizado. Acá también hay teléfono para los dirigentes sindicales y de organizaciones en la convivencia con sus filas.
Otro dato clave de la fricción será el Congreso. Milei, ni sumando a sus socios del PRO, tendrá mayoría legislativa. Para muchas de sus propuestas no sólo necesita de un aval simple sino de una mayoría agravada. El punto institucional se debatirá con la sed cambios rápidos que esperan sus votantes.
¿Es el fin del kirchnerismo? La etapa peronista encarnada a la salida de la crisis de 2001 dio señales de agotamiento y también, hay que señalarlo, fue muy combatida por su concepción política de hegemonía y al quedar acorralada por los niveles de corrupción con los que convivió.
Massa terminó llegando con vida política al balotaje y con chances ciertas -sufrió un duro golpe con el desabastecimiento de combustibles- en lo que pareció un milagro electoral para un gobierno con 140% de inflación.
A diferencia del voto a Milei, el voto peronista -donde conviven distintas posturas- suele ser más homogéneo y resiliente. Así lo demostró en 2019. Es probable que algo de eso se repita y se mantenga, pese a la pérdida sostenida de caudal en las últimas elecciones, en una nueva etapa justicialista. La provincia de Buenos Aires con su gobernador, Axel Kicillof, será seguramente el núcleo determinante para el futuro del peronismo.
La holgada diferencia obtenida por Milei también será clave. Macri en 2015 ganó por menos de 2 puntos. El aval con el que cuenta el libertario despeja el camino para el primer experimento de ultraderecha en el país. Pero esa marcada brecha también puede resultar un bumerán.
Por Federico Aringoli para el Diario Río Negro