sábado, 27 de julio de 2024
Don Beto Fernández preparándose para salir de excursión. Gentileza Tatín Fernández

El paraje acrencentaba su número de habitantes. Por un lado, del natural crecimiento de las familias pioneras con el nacimiento de sus hijos, pero también producto de los trabajadores de la madera que se asentaban o pasaban largas temporadas en el sitio. Esta circunstancia pronto hizo que se generara una necesidad fundamental para la población de niños y jóvenes, la creación de una escuela que les enseñara a leer, a escribir y sobre nuestras tradiciones y símbolos nacionales.

Finalmente, la presencia del Estado se hizo presente con la educación, nuestra primera Legislatura a poco de provincializarse el otrora Territorio Nacional del Chubut, dicta con fuerza de Ley Nº 62 del 30 de Noviembre de 1958 la creación de una Escuela Primaria en el paraje El Turbio, Departamento Cushamen. En la oportunidad el Diputado Provincial Chebeir fundamentaba la iniciativa diciendo: “Para llegar a la localidad de El Turbio el acceso prácticamente se hace muy difícil por la dificultad de las comunicaciones, no hay caminos, lo único que hay son senderos. La otra forma de llegar sería atravesando el lago. Es un paraje olvidado de la provincia. Jamás ha tenido recursos de ninguna naturaleza. Entonces ahora espero que la Cámara se acuerde de aquella zona, de sus necesidades y apruebe este proyecto (…). En esa localidad, según noticias que he recogido de sus pobladores tienen una gran inquietud con respecto a la obtención de una escuela para sus niños, en su mayoría hijos de pobladores chilenos. Hay alrededor de 70 alumnos en condiciones de concurrir a la escuela. No creo necesario abundar en mayores razones, porque toda creación de escuelas es un progreso y adelanto para la provincia (…)”.

Paradógicamente esa misma escuela hoy permanece cerrada desde el año 1921, antes ya se había suspendido el transporte que cruzaba el lago Puelo.

Es el poblador Arturo Bahamonde el que solidariamente facilita las instalaciones contiguas a su vivienda para que den inicio las clases hasta tanto se cuente con un edificio oficial, el que finalmente se construirá, en el sitio en el que actualmente se encuentra la Planta de Campamento, ex Escuela Nº 186, a 14 km del lago, hacia principios de los años sesenta, siendo su primer docente la Sra. Luisa Bahamonde de Solari, reconocida vecina, ya fallecida de la localidad de El Hoyo y también hija de pioneros.

Luego de promulgada la ley por la que se creaba la escuela, se iniciaron los trabajos de construcción del nuevo edificio de materiales ya en jurisdicción del Parque Nacional presumiblemente en el año 1962, por lo que la Institución colaboró con la logística necesaria. Ana Lobos, hija de don Gustobio Lobos empleado muy querido del Anexo Puelo recordaba que su padre entre sus diferentes tareas tuvo también, como responsable de la lancha del organismo, la misión de trasladar a los arquitectos y materiales necesarios.

Izq. Gustobio Lobos con dos arquitectos en la Escuela de El Turbio en construcción, quizás 1962. Gentileza Sra. Ana Lobos

Por su parte, Roberto Calfulef, ex alumno, recuerda que inició sus estudios primarios en la Escuela de El Turbio en el año 1964 y hasta los 10 años que se va a Lago Puelo. “(…) yo fui al edificio de materiales que en esos años se veía que era nuevo. Recuerdo como compañeros de la escuela a Nani, Polo y Coyo Bahamonde, a Cholo, Lucas y Conono Fernández, Tatín Fénandez, de los Vigueras estaban Ana y el finado Rodolfo, Alfredo Águila, Alicia, Argentino, Mario y Hugo Cárdenas, hijos de Humberto, y dos hermanos míos, entre otros”.

Con Carlucho Fernández y su esposa Jorgelina Cárdenas. Gentileza Flia. Fernández

Otros apellidos surgen en la memoria de sus pobladores, de otras familias que también habitaron El Turbio, tales como los Zurita, Palma, Sambueza, Moraga, Humberto Cárdenas, José María Calfulef, Florencio Huenchumil, Carlos Muñoz, Esteban Cárdenas, Juan Uribe y su esposa María March, Tomás Wharton, en el valle vecino de La Esperanza Victor Larenas, Julio Cárdenas, Erbedo y Fernando Cárdenas.

Como una forma de ilustrar el sacrificio puesto de manifiesto por estos pobladores, traigo a colación el recuerdo don Tatín Fernández, hoy vecino de Lago Puelo, miembro de una familia pionera de El Turbio y que también lo habitó. Don Tatín apela a su memoria y nos cuenta una anécdota, como la de otras tantas personas que forjaron sus vidas en el ámbito rural. “Yo nací en El Turbio, en el año 1950, mis abuelos Juan Fernández y Rosa Bahamonde eran viejos pobladores de ese paraje. De bien chico comencé a ayudar a mi padre Beto Fernández en los trabajos rurales, a maderear o a cuidar hacienda. Cuando tenía unos 15 o 16 años mi padre acordó con los Cárdenas de La Esperanza cuidar su ganado a porcentaje. Ese año estábamos en el Valle de la Esperanza, había que cruzar la cordillera para bajar al Turbio y llovía mucho y se largó a nevar, era en Abril, nevó mucho y cuando entramos a cuidar el ganado estábamos solos ya que el puestero de Wharton, don Rogel, entregó el campo y se vino, cargo los pilcheros y se vino, dejó el campo solo, Wharton vivía en este tiempo en el Mallín Ahogado, nosotros justo lo cruzamos en el camino. Me acuerdo que estábamos un día con mi papá y seguía nevando y llovía y habían ovejas y me dijo, hijo vamos a ir a abrirle el paso arriba a la cordillera para mantenerlo abierto así que vinimos con la tropilla, uno de tiro y yo más atrás los arreaba a tres potros ariscos de don Julio Cárdenas, a la semana, otra vez, abrir de nuevo el camino porque la nieve lo había tapado, uno y hasta dos metros, siguió nevando, hubo una creciente y luego siguió nevando. Una noche sentado con papá al lado del fogón él me dijo ¿te animas a quedarte solo hijo por unos días? Porque voy a tener que volver al Turbio, y yo le digo y ¿cómo vas a pasar si ya el camino se tapó otra vez?. Así es que mi papá se volvió al Turbio un 14 de Mayo, me acuerdo, ya que tenía que ver como estaba el resto de la familia, mis hermanos eran muy chicos y no había posibilidades de conseguir abastecerse ya que el porcentaje de la hacienda era recién para el mes de febrero, pero los vecinos eran muy solidarios. Ese día se acomodó los tamangos, se calzo las chihuas, cortó un bastoncito para ir tanteando al caminar, yo lo lleve hasta un lugar a donde se podía llegar a caballo y de ahí siguió a pié con unas chihuas que habían en el puesto que habitábamos. Las chihuas eran de caña colihue arqueadas y tejidas con tientos de cuero formando una especie de raqueta que impedía que al caminar te hundieras ya que si caías en el monte tapado de nieve podías accidentarte y al enredarte no poder salir. La cuestión es que me pase en ese puesto de madera con techo de tejuelas tres meses solo, mis compañeros un perro grande y un cachorro, me había quedado un poco de harina, fideos y charqui que tenía colgado así que tenía que salir a cazar alguna liebre y pescar para alimentarme.

A las ovejas las encerraba en un galpón y todos los días veía las huellas de zorros y liones que rondaban el galpón. A las ovejas las alimentaba con ramas que lograba cortar ya que todo estaba tapado de nieve. Así pasaron mis días, yo era chico y me las tuve que arreglar nunca había estado solo y trabajando en estos quehaceres. Las primeras tres o cuatro noches no me podía ni dormir. Mi mayor problema era que no tenía fósforos ni modo de volver a prender el fuego si se apagaba, así que todos los días cuando salía o cuando dormía tapaba los troncos encendidos del fogón con las cenizas y luego al destaparlos soplaba un poco y volvían a encender.

En una oportunidad que yo iba hacia El Turbio a lo de los Vigueras a buscar algo porque me faltaba alimento, me acuerdo que encontré a don Segundo Caipillán arriba en la cordillera y estuvimos charlando un rato y me dijo tenemos nuevo presidente, yo ni enterado estaba, y me dijo Juan Carlos Onganía. Caipillán era puestero de Wharton en El Turbio pero iba ese día para La Esperanza a controlar el puesto que había quedado solo, pero se largó a nevar y el volvió al Turbio y yo al puesto y había unas 70 ovejas y los liones, los zorros los jabalíes cerca bajaban hasta el puesto donde yo vivía que habían unos ochenta centímetros de nieve.

Tres meses estuve solo, mi papá se fue en Mayo, y el 14 de Agosto llego al puesto un obrero que había mandado por mi papá para que me ayude a arar y sembrar pasturas para los animales. Yo me acuerdo que venía de la cordillera y de arriba vi humo entonces pensé que sería papá que habría vuelto, pero cuando me acercaba no vi el caballo y pensé entonces que podía ser un bandolero ya que en esos tiempos cruzaban desde Chile bandoleros perseguidos por el cañadón de Urrutia. Hasta que entre y vi que era Segundo Águila, un muchacho que mi papá había contratado y mandado a verme y se había venido caminando. Hasta ese momento no sabía si mi padre habría llegado bien a El Turbio cuando se fue ya que no habían comunicaciones. Pero si, él me contó llegó caminando hasta los Vigueras, ellos lo cruzaron el río con un bote que tenían y siguió hasta la casa, al sitio que hoy llaman el “puesto de Beto”.

Finalmente en Febrero se juntó la hacienda, se marcó y dividieron los porcentajes, a mi padre le tocaron 15 terneros y volvió a realizar otro acuerdo por un año más”.

Actualmente viven allí miembros de esas familias pioneras y las nuevas generaciones que cada vez más tienen el sentimiento de volver al territorio en el que se criaron pero del que por razones laborales debieron emigrar hacia Lago Puelo o El Hoyo.

El Turbio representa hoy para algunos oportunidades económicas a través del turismo, para otros un paraíso, y para sus pobladores su lugar en el mundo, donde nacieron se criaron y criaron a sus hijos a fuerza de sacrificios y necesidades sin cubrir por el aislamiento propio que les imponía la geografía cordillerana, pero también por el olvido de las políticas de Estado que pocas veces llegaban hasta esas tierras.

Se está yendo la segunda generación de primeros pobladores de El Turbio, y por razones de la burocracia aún la tercera y cuarta generación de esas familias continúan en la inestabilidad de no poseer sus tierras que promuevan su arraigo.

Sobran los sacrificios que los pobladores deben realizar para subsistir y fortalecer esa identidad rural. Importantes incendios forestales, inundaciones, fuertes nevadas y el aislamiento geográfico que dificulta la mayoría de las veces poder defender a sus familias, viviendas y ganado cuando la naturaleza los amenaza. A ello se le deben agregar las dificultades propias de los traslados cruzando el lago para realizar distintas gestiones, sea en el municipio de El Hoyo o en el de Lago Puelo, o para aprovisionarse o asistir al hospital cuando así lo requieren.

La falta de incentivos y de políticas turístico-productivas, destinadas a la ruralidad, va provocando el desarraigo de los más jóvenes quienes en busca de sus estudios o trabajo, optan por emigrar hacia Lago Puelo si bien mantienen su voluntad de volver y así lo hacen los fines de semana o en vacaciones para continuar con sus labores en el campo.

Recientemente se estrenó allí, en el paraje, la película-documental “El Turbio”, obra realizada por Desemboque Audiovisual equipo que sostiene respecto del paraje que: “(…) su futuro y el de su población es una incógnita”.

El documental se sumerge a través del relato de sus pobladores “(…) en su lucha e incertidumbre por la permanencia. Las estrictas normas de protección de la naturaleza chocan con el derecho a la vivienda y el trabajo digno en una geografía tan dura como de impactante belleza”.

El equipo de producción deja en claro que “la misión no solo es realizar una documentación audiovisual detallada de cada uno de sus pobladores, sino que nos obliga a visibilizar temáticas como las problemáticas del accesos a la tierra y su permanencia en el territorio, los procesos sociales que se fueron dando a través del tiempo y espacio, las prácticas productivas reguladas, así como las razones que llevaron a muchas familias a abandonar el paraje y mudarse a otras localidades dentro de la Comarca Andina del Paralelo 42°, generando un despoblamiento paulatino, pero sostenido en este territorio rural”.

Al estreno no solo asistieron como los protagonistas fundamentales de la jornada los pobladores y sus familias, sino que también lo hizo el actual gobernador de la provincia, quien se hizo eco de los planteos que sus habitantes le hicieron conocer. Se abre así una luz de esperanza a tantos años de postergación.

Un viejo poblador me decía hace tiempo ya: “Estamos convencidos que hemos hecho patria aquí, en la frontera del noroeste chubutense, hemos trabajado madereando en el bosque quemado, cruzado en balsas de rollizos el lago en largas y riesgosas jornadas, hemos cuidado nuestros bosques, colaborado en cada incendio con los brigadistas, acompañado a los maestros que educaban a nuestros hijos, padecido de muy cerca el hanta virus, cultivado y cuidado nuestro ganado; toda una vida de trabajo que heredamos y continuamos de nuestros mayores a nuestros hijos y nietos”.

Armado de balsa con rollizos. El Turbio 1932 – Publicación Ilse Von Rentzell

Por Marcelo Daniel Giusiano para La Voz de Chubut

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