“Acabaremos con el kirchnerismo y la casta política parasitaria y chorra que hunde al país”, gritó Javier Milei desde el escenario que su agrupación, La Libertad Avanza, había armado en un hotel del centro de Buenos Aires. Se arrogó así el papel del único opositor, tanto del Gobierno peronista como de la derecha tradicional, abroquelada tras la figura del expresidente Mauricio Macri en la coalición Juntos por el Cambio. Milei obtuvo el 30% de los votos en las elecciones primarias celebradas este domingo en Argentina. Superó por dos puntos a los dos precandidatos macristas, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta; y por tres al hombre al que se abrazó el peronismo como última opción ante el abismo, Sergio Massa. Nadie vio venir el terremoto.
Milei es ahora el político más popular de Argentina. Lo que pase a partir de este lunes es un misterio. El país se sumerge en una dimensión desconocida. Hasta ahora, había mirado con perplejidad la deriva autoritaria de Jair Bolsonaro en Brasil y Nayib Bukele en El Salvador; o la derrota electoral del chileno Gabriel Boric a manos de la ultraderecha de José Antonio Kast, un nostálgico de la dictadura de Augusto Pinochet. Los argentinos tienen, ahora, el fenómeno en casa.
Fueron muchos los derrotados este domingo. El primero, y más evidente, el Gobierno peronista. Sergio Massa, ministro de Economía y candidato, cayó presa de la catástrofe económica que padecen cada día los argentinos. La inflación supera el 100%, la pobreza sube y el Fondo Monetario Internacional acecha, mientras el país se queda sin dólares. La sorpresa hubiese sido un triunfo oficialista. No por casualidad Massa atravesó solo el desierto de la campaña. El presidente, Alberto Fernández, ya trabaja de expresidente, dando entrevistas en TikTok y conformándose con llegar a diciembre, cuando vence su mandato. La vice, Cristina Kirchner, se mantuvo lo más alejada posible de una elección que veía perdida.
La segunda derrotada es la derecha tradicional. En Juntos por el Cambio nunca tomaron muy en serio las bravuconadas de Milei y lo consideraron siempre un posible aliado tras las primarias. Los votos de la Libertad Avanza, pensaban, irían a parar a Juntos por el Cambio en las generales. Patricia Bullrich y Rodríguez Larreta protagonizaron entonces una interna a sangre y fuego, convencidos de que el ganador tendría más tarde asegurada la presidencia. La pareja mostró lo peor de la política y sus votantes tradicionales le dieron la espalda. El costo ha sido altísimo: Milei es ahora dueño de la pelota.
El candidato ultra logró capitalizar el voto de protesta gritando más fuerte que sus electores; prometió una dolarización incierta, el fin del Estado y sacar a los políticos “con patadas en el culo”. En su Gobierno no habrá ministerios de Educación, Desarrollo Social, Salud u Obras Públicas. Tampoco habrá Banco Central y la economía será dolarizada. La utopía libertaria de Milei supone el fin del Estado, un “nido de ratas” donde los políticos llevan siglos enriqueciéndose a costa de los demás. Casi siete millones de argentinos, hartos de décadas de crisis económica, se mostraron dispuestos a correr el riesgo. La anarquía que imaginan los seguidores del economista recupera el lema que estructuró las protestas de la crisis del corralito, en 2001: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Es la versión liberal de un movimiento que hace poco más de 20 años engendró al kirchnerismo y ahora se lanza sin brújula a un territorio desconocido.
Fuente: El País