sábado, 6 de julio de 2024

El primero de setiembre de 1.900 nació, en Frías Provincia de Catamarca, Don Juan Abdala Chayep, hijo de inmigrantes, sirio libaneses. El primer destino como docente fue en el Territorio Nacional del Chubut, más precisamente en la zona noroeste del mismo, comenzando su actividad en 1924 en la Escuela Nº 20, hoy Nº 76, de la ciudad de Esquel. Por casualidad y en oportunidad de acompañar autoridades educacionales, conoció el Lago Futalaufquen, de cuyo paisaje quedó maravillado y fue tan así que, en lugar de navegarlo junto a sus circunstanciales acompañantes, se quedó en el lugar para realizar un censo de niños en edad escolar con la idea de que se creara una escuela para educar una importante cantidad de alumnos que residían en la zona y que estaban huérfanos de cualquier tipo de educación.

Fue así como de regreso a Esquel se entrevistó con el Inspector General de escuelas, Don Vicente Calderón, y la planteó la inquietud, censo en mano, de la creación de una escuela en el Lago Futaulaufquen. Al advertir Calderón el gran entusiasmo puesto de manifiesto por Chayep en la creación de esa escuela aprovechó para plantearle la necesidad de un maestro con gran vocación para que reabriera una escuela que había dejado de funcionar hacía 6 años en la localidad de Cerro Cóndor, en el centro del territorio, advirtiéndole que ningún maestro había querido aceptar ese desafío, en razón de que esa escuela se había clausurado como consecuencia de que el último docente que ejerciera su profesión allí había sido Antonio Lujan quien estuvo a punto de morir por cuchilladas inferidas por un vecino enardecido porque Luján mantenía relaciones sentimentales con su hija.

Así las cosas, el Inspector Calderón le dijo a Chauep que si se animaba a reabrir la escuela de Cerro Cóndor y ejercía la docencia por lo menos durante un año, le prometía formalmente la habilitación de la escuela en el Lago Futalaufquen. Chayep aceptó el desafío, ensilló su caballo, cargó un pilchero con algunas pertenencias y partió hacia el difícil destino asignado. Difícil no solo por lo que había ocurrido con el último maestro que hubo allí, sino también por lo inhóspito y desolado del lugar, tan era así que el vecino más cercano a la escuela, un aborigen, estaba a casi 5 kilómetros de distancia y era tal la soledad en que vivía, que se fabricó un muñeco de madera de más o menos su tamaño y como cabeza le colocó una vieja pelota de futbol, a la que había hecho una boca movible desde su interior y la pintó los ojos, cejas, nariz, orejas y pestañas, lo vistió con ropas viejas para luego bautizarlo con el nombre “canuto”, después de varios días de práctica logro convertirse en ventrílocuo y “canuto” pasó a ser su único compañero en esas soledades, con quien conversaba asiduamente, logrando perfeccionar de esta manera su calidad de ventrílocuo, a tal punto que a partir del año 1926, fecha en la que el Inspector Vicente Calderón, cumpliendo lo prometido, creó la escuela Nº 25 de Lago Futalaufquen, “canuto” pasó a ser la máxima atracción en las fiestas patrias.

Escuela N° 25 de Futalaufquen

Su gran vocación de maestro, su habilidad innata para realizar todo tipo de tareas, especialmente las manuales, su amplio espíritu solidario, la decisión inquebrantable de superación en todos los órdenes de la vida, fueron factores fundamentales y determinantes para que su gestión, frente a las escuelas donde le tocó actuar, fueron absolutamente un éxito.

Los primeros pupitres que utilizaron en el aula donde dictaba clases en la escuela del Lago Futalaufquen fueron construidos por Chayep con 20 cajones donde en aquel entonces llegaban embaladas 2 latas de kerosene de 20 litros cada uno, los que había regalado un comerciante de Esquel, Don Vicente Valbuena. El pizarrón, los borradores y un compás de madera, también de fabricación propia y una caja de tizas fue todo lo que necesitó Don Juan Chayep para comenzar a trabajar en lo que le gustaba. Todavía en su precaria escuela, recibió la visita del futuro Presidente, General Agustín P. Justo, quien previamente había sido informado, por sus circunstanciales acompañantes, sobre las cualidades y calidades del Maestro-Director de la escuela y de algunas anécdotas que lo caracterizaban. Cuando iba subiendo la cuesta para arribar al edificio escolar, el General Justo, automáticamente se percató, por los datos que previamente le habían suministrado sus acompañantes, que quien salía a recibirlo era precisamente el Director de la escuela, que con un delantal blanco fabricado con una bolsa de harina y con las manos llenas de masa, lo invitaba a ingresar al establecimiento.

A partir de ese momento se entabló el diálogo que a continuación se detalla:

Gral Justo: “Me agradaría conversar con el Director de la escuela”

Chayer: “yo soy el Maestro-Director de esta escuela”

Gral Justo: “Que es lo que está haciendo”

Chayep: “Por ser domingo, y después de haber lavado mi ropa, me he dedicado a amasar el pan para la semana.”

Gral Justo: “¿donde cocina el pan que está amasando?“

Chayep: Señalando hacia un costado de la escuela “en ese horno de barro fabricado por mí“

Gral Justo: “sinceramente debo felicitarlo”

Después de haberle hecho conocer las instalaciones y los escasos y precarios elementos con que contaba para el funcionamiento de la escuela, el Gral Justo le preguntó qué era lo que le estaba haciendo falta para la misma, contestándole Chayep que absolutamente nada. Contaba Don Juan que a vuelta de correo (dos o tres meses después), recibió un envío de todo tipo de útiles y elementos para el normal funcionamiento de la escuela.

A partir de la tala de cipreses y alerces, de su traslado desde el lugar de corte por medio de balsas y jangadas a lo largo del Lago Futalaufquen hasta el aserradero de Don Godofredo Argerich quien, fuera de sus horas de trabajo, elaboró gratuitamente con sus maquinaria tirantes, alfajías y tablas, los materiales obtenidos fueron transportados hasta el lugar donde se construiría la escuela, en carros tirados por bueyes facilitados por vecinos. Así en 1929 se inauguró el nuevo edificio escolar, el cual fue construido con la dedicación de maestro, padres y alumnos. A corto plazo la flamante escuela contaba con taller de carpintería, en la que había gran cantidad y variedad de herramientas y una quinta de una hectárea en la que se cultivaba casi de todo, con calidad y cantidad. Estas dos áreas eran manejadas por Chayep con ingenio y capacidad y en la hora de trabajo manual los alumnos obtenían los conocimientos básicos indispensables para aplicarlos en la vida cotidiana.

Los deseos de superación y ante la realidad de que en el Lago Futalauquen los únicos elementos para alumbrarse eran la vela, el candil y los faroles a kerosene lo condujeron a madurar la idea de poseer energía hidroeléctrica propia y fue así como el maestro ideó el aprovechamiento del caudal de un pequeño arroyo que circulaba cerca de la escuela. En primer lugar había que almacenar el agua para lo que se fabricó un estanque con una capacidad aproximada de 500 m3. Desde la salida del agua del estanque hasta llegar a la turbina tuvo que entubarla y eran escasos los recursos económico con los que contaba, así que los caños los fabricó con chapas de zinc acanaladas, las que previamente tuvo que convertir en chapa lisa, lográndolo con un viejo palier de automóvil, doblarlas dándole forma de caño para luego unir mediante soldadura. Este entubamiento permitió que el agua llegase hasta el sitio donde fabricó su turbina a un desnivel de 50 metros con relación al emplazamiento del estanque y tuviese la suficiente fuerza para mover una pequeña rueda “Pelton”, también de fabricación propia, y con la instalación de ejes, engranajes, poleas y correas, produjeron energía eléctrica con el auxilio indispensable de un dínamo de automóvil. Esta turbina trajo aparejado la fabricación y posterior funcionamiento de un torno para madera en el cual se efectuaban diversos trabajos, enseñándoles a los alumnos su manejo en la hora de manualidades.

Es digno destacar que tanto en Cerro Cóndor como en el Lago Futalaufquen, lo precario de los lugares en los que le tocó actuar como docente, lo incentivaron a desarrollar actividades de todo tipo que le permitieron disimular en gran medida la hostilidad del medio donde debía desenvolverse. Es así como se destacó como ventrílocuo, prestidigitador y gran deportista.

El Ex-Presidente de la Nación, Gral Agustín P. Justo, decía de Chayep en uno de sus discursos: “Un joven maestro perdido en medio de esas soledades vive allá cumpliendo su misión que nunca, en esos casos, adquiere el noble austero carácter de apostolado”.

Chayep fue maestro en la Escuela Nº 20 de Esquel, hoy Nº 76; Maestro Director de la Escuela “Cerro Condor”; Maestro–Director de la Escuela Nº 25 de Futalaufquen; Inspector de Escuelas y por último Inspector de la Seccional 10ª de Escuelas, cargo con el cual se jubiló. Falleció en Esquel el 04/1977.

Historia de Maestros Patagónicos – Serie: Rescate

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3 comentarios

  1. Ana Luisa Chayep on

    Soy Ana Luisa Chayep hija de Juan Abdala Chayep.Muy hermosa nota sobre mi padre.Me gustaría ponerme en contacto con uds.Muchas gracias.

  2. Jorge Luis CHAYEP on

    Hola mi nombre es Jorge Luis CHAYEP,y es con muchísimo orgullo qué leí el artículo sobre la obra de mi tío abuelo! Grácias por hacerla pública.

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