sábado, 27 de julio de 2024

Nelson Mandela estaba en libertad, después de haber pasado 27 años en la cárcel, por negro y por digno, en África del Sur. En Colombia caía asesinado Bernardo Jaramillo, candidato presidencial de la Izquierda, y la policía acribillaba desde un helicóptero al narcotraficante Rodríguez Gacha, uno de los 10 hombres más ricos del mundo. Chile recuperaba su mal herida democracia. Fujimori, montado en un tractor, derrotaba a Vargas Llosa en las elecciones peruanas. En Nicaragua, los sandinistas perdían las elecciones y Estados Unidos iniciaba una nueva ocupación de Panamá.

En Polonia, el sindicalista Walesa, hombre de misa diaria, pasaba de la cárcel al gobierno. En Moscú un gentío hacía cola a las puertas de Mc Donald’s. El muro de Berlín se vendía en pedacitos, empezaba la unificación de las dos Alemanias y la desintegración de Yugoslavia. Una insurrección popular derribaba al régimen de Ceaucescu, en Rumania, y fusilaba al veterano dictador que se hacía llamar el Danubio Azul del Socialismo. En todo el este de Europa, los viejos burócratas se convertían en nuevos empresarios y las grúas arrastraban las estatuas de Marx, que no tenía manera de decir: soy inocente. Allá en el cielo, maquinas terrestres visitaban a Venus y le espiaban los secretos, mientras aquí en la tierra se inauguraba, en Italia, el decimocuarto campeonato mundial de futbol.

Participaron 14 equipos europeos, 6 americanos, Egipto, Corea del Sur, Los Emiratos Árabes Unidos y Camerún, que asombró al mundo derrotando a la selección Argentina en el partido inaugural y jugando de igual a igual contra Inglaterra. Milla, un veterano de 40 años, era el primer tambor de esa orquesta africana.

Maradona, con un pie hinchado como un zapallo, se las arreglaba mal que bien para conducir a los suyos. El tango sonaba a duras penas. Después de perder contra Camerún, Argentina empató con Rumania y con Italia y estuvo a punto de perder con Brasil. Los jugadores brasileños dominaron todo el partido hasta que Maradona, jugando con una sola pierna, se sacó tres hombres de encima en la mitad de la cancha y habilitó a Caniggia, que se fue al gol como una exhalación.

Argentina enfrentó a Alemania en la final, igual que en el mundial anterior, pero esta vez Alemania venció uno a cero gracias a un penal invisible y a la sabia Dirección Técnica de Beckenbauer. Italia ocupó el tercer lugar. Inglaterra el cuarto. El Italiano Schillaci encabezó la tabla de goleadores, con 6 tantos, seguido por Skuharavy, de Checoslovaquia, con 5. Este campeonato, futbol aburrido, sin audacia, sin belleza, registró el promedio de goles más bajo de la historia de los mundiales.

Párrafos tomados del libro: “El futbol a sol y a sombre” – Eduardo Galeano

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