Es Pedro Sarmiento de Gamboa el primero que transporta mujeres para colonizar el estrecho de Magallanes en 1582. De los 3.000 tripulantes, 30 eran mujeres, pero ninguna sobrevivió.
Dos siglos después, el francés Luis A. de Bougainville coloniza las Malvinas, y para ello transporta a cinco mujeres. En su último viaje en el que da la vuelta alrededor del mundo, se descubre que el joven Baré, ayudante del oficial botánico, no era mounsier sino mademoiselle Baré. Esta señorita, a fin de realizar el viaje soñado, se había vestido de hombre, enrolado en la empresa y logrado mantener hasta entonces el secreto de su sexo, pasando a ser la primera mujer en dar la vuelta al mundo con sus 26 años de edad.
En 1779, se fundaba Carmen de Patagones, y entre los pioneros estuvieron tres mujeres con sus maridos y dos muchachas solteras. En 1828 se fundaba Bahía Blanca con 25 coraceros, 30 indígenas, 10 mujeres, 9 hombres más y 3 criados.
En la malograda fundación de Floridablanca de 1780, 16 agricultores con sus mujeres se asientan allí formando el total de la población unos 700 habitantes (2,3% mujeres).
En 1881, la proporción entre hombres y mujeres en Bahía Blanca era de 4 a 1.
Hechas estas presentaciones, cabe compararlas con porciones del sector de los pueblos aborígenes, en do los valores eran generalmente inversos: en junio de 188 Bridges realizó un censo de la población yagana cuyo resultado fue 277 hombres, 316 mujeres y 356 niños. Estos guarismos desproporcionados entre los sexo de habitante blanco se mantendrían por décadas. Así, 1920, en el territorio de Santa Cruz había 12.325 hombres y 5.600 mujeres (2.351 de ellas extranjeras).
Las mujeres en las campañas de los generales Rosas y Roca
Mucho más frecuentes son las referencias sobre mujeres blancas de mal vivir. Ya hacía referencia el general Rosas en 1833, cuando hizo conducir a docenas de estas mujeres a los nuevos pueblos que se iban fundando en las fronteras, para allí ganarse la vida honradamente y casarse.
En cuanto a las actividades que desarrollaron las mujeres blancas, en los primeros tiempos fueron netamente hogareñas y labraban las pequeñas huertas. A medida que se fundaron poblaciones y debieron acompañar a sus maridos éstas tuvieron que emularlos, como ocurrió en Carmen de Patagones, en 1827, cuando ellas defendieron el fuerte. Durante el período del general Julio A. Roca, se debió mantener un ejército de 6.000 hombres y 2.000 mujeres, “a cuya suerte vinculan con ejemplar abnegación su alecciones y su vida acompañándolos con valor increíble en la fatiga y en la miseria”.
Muchas veces se les vio hacer fuego, y en las sorpresas tuvieron la sangre fría y el arranque de un soldado veterano.
Antes de partir de Tapalqué, Rosas había dicho a su tropa: “Los soldados que tengan mujeres y quieran llevarlas a la campaña pueden hacerlo”. Viajaron 22 mujeres. Estas voluntarias fueron quienes más contribuyeron a lograr lo que más tarde se dio en llamar “mantenimiento de la moral”, y terminaron muy capacitadas para reemplazar a los hombres en ciertas tareas.
Las mujeres después de concluida la guerra contra los aborígenes. Las galesas, el más poderos factor de arraigo
Concluida la guerra contra el aborigen, las mujeres quedaron fuera del soporte estatal y se incorporaron anónimamente al nacimiento de las actuales ciudades de Río Negro, Neuquén y Chubut.
Otro destino tendrían las mujeres del siglo XX: en las ciudades y pueblos se dedicarían a las tareas hogareñas, a los trabajos de las huertas, y a la enseñanza; en los campos a las tareas rurales. Allí, se hacían las esquilas y se curaba la sarna a mano, tareas donde casi siempre trabajaba la mujer a la par de su esposo.
De las mujeres de pueblo, se distinguieron principalmente las galesas, que aportaron en el valle del Chubut el más poderoso factor de arraigo. En la rambla de Puerto Madryn se encuentra el monumento al aborigen, y otro erigido en homenaje a la mujer galesa que acompañara a los primeros colonos.
Las mujeres y el duro trabajo petrolero
En el trabajo petrolero, el hombre ha estado y está fuera de sus hogares; el trabajo es duro, absorbente, viviendo con indiferencia a todo lo que le rodea. La mujer, en cambio, vive en soledad, en quietud, aislada, sintiendo los rigores del viento, la tierra, la nieve, el frío. Atada a su hogar, no tiene alternativa en su monotonía.
Culturalmente, por 1944 existía en Comodoro Rivadavia una orquesta de señoritas, fecha y ciudad en la que de 913 personas que trabajaban en el comercio y la industria, 111 eran mujeres y 163 menores de 18 años de edad. En 1948 el control de la docencia estaba mayoritariamente en manos de los hombres.
El censo realizado en 1952 en la provincia chilena de Aysén, estableció 2.712 varones analfabetos (23,41 %) y 3.275 mujeres analfabetas (33,41 %); esto no impedía su profundo sentimiento nacionalista cuando se encontraban en territorio argentino esperando tener familia, que concluido el alumbramiento, algunas mujeres viajan presurosas a Chile para anotarlos allí y luego regresar a la Argentina para darles una mejor vida económica y cultural.
También llamativa fue la costumbre de algunos hombres catamarqueños radicados en la zona del golfo San Jorge, que hace medio siglo viajaban a Catamarca para allí buscar compañera con quien vivir en el lugar de trabajo del hombre.