Los años 40
La inmigración masiva era ya un fenómeno del pasado, lo cual significaba que en el porvenir el país dependería de sus propios recursos humanos para crecer. Esto se desprende de la lectura del trabajo del Sociólogo Alejandro Bunge, Una Nueva Argentina (1940), uno de los mejores libros de análisis de la realidad contemporánea. En otras palabras, la Argentina se estaba volviendo menos cosmopolita: en los últimos 10 años habían venido solamente 25.000 inmigrantes por años.
Hay 12.760.000 habitantes; solo el 26% vive en el campo. Por consiguiente, la urbanización de la población argentina continúa a un ritmo acelerado. Entre otros datos sobresalientes, merece destacarse el bajo índice de analfabetismo (12%) claro indicio de una sociedad prospera. El gasto en educación es uno de los más altos del mundo. En índice de mortalidad infantil del país es, así mismo, uno de los más bajos, agrega Bunge, pero éste índice, lo mismo que el indicador del analfabetismo, revela los desequilibrios regionales marcados.
La argentinización era estimulada por la mejora en las comunicaciones (rutas, aviación, navegación) que facilitó el turismo interno. San Carlos de Bariloche estrenó su pintoresco centro inspirado en las construcciones alpinas, obra del Arquitecto Bustillo, Director de Parques Nacionales y responsable, así mismo, de la rambla de Mar del Plata (1941). Gracias a las mejoras en la Vialidad Provincial, se inauguraron en Salta y en Tucumán las rutas que llevan a los valles Calchaquíes, en reemplazo de los antiguos caminos de herradura transitados a lomo de mula. Mendoza mejoraba su oferta hotelera en la Pre Cordillera (Cacheuta, Uspallata, Potrerillos).
Surgía la radio, el cine, la edición de discos que permitían al artista nacional gozar de amplios públicos. Las primeras películas argentinas sonoras, filmadas en los años 30, en los flamantes Estudios Argentina Sono Film y de Lumiton, se destinaron a un público sencillo, que no podían seguir los argumentos en ingles del cine norteamericano. Sus estrellas eran, entre otros, Libertad Lamarque, Tita Merelo, Luis Sandrini y Pepe Arias.
Ídolos populares eran Ireneo Leguisamo, el joker ganador de todos los premios del Hipódromo de Palermo, y Carlos Gardel, quien firmó largometrajes en la Paramount y fue estimado en Sudamérica como un artista propio. El sepelio del popular cantante, fallecido en un accidente de aviación, resultó una demostración de dolor multitudinaria. Pero Carlitos seguiría cantando –y cada vez mejor- en los discos y las películas.
En ese año, 1935, Enrique Santos Descépolo, uno de los artistas más completos, actor, Director de Cine y Orquesta, compositor y letrista, expresaba en los versos de cambalache un escepticismo en el que, muchos quieren ver el paradigma de la falta de espíritu ético y social del argentino medio.
Desde la radio la actriz cómica Nini Marshall realiza una entretenida e inteligente critica de costumbres en libretos escritos por ella misma. La voz de los gobernantes llegaba a los rincones remotos del país a través de la cadena nacional de radio difusión. Pero el público prefería reunirse en familia a las 6.30 de la tarde para escuchar los capítulos de “Chispazo de Tradición”, radioteatro pionero en el género, cuya acción transcurría en el campo y giraba en torno a los amoríos de los protagonistas.
Las nuevas corrientes estéticas no permanecieron ajenas a los cambios sociales y a las ideologías. La pintura de Antonio Berni toma hacia 1930 un compromiso político y revolucionario con contenidos críticos de denuncia social. También Lino Enea Spilimbergo vincula su arte a lo social mientras que la guerra civil española tiñe de dramatismo la obra de Raquel Forner.
Alejados de las vanguardias, los vecinos del barrio porteño de La Boca rodean de admiración y afecto a los artistas del grupo boquense y en especial a Benito Quinquela Martín. El pincel de Quinquela da vida y color a uno de los reductos más pintorescos de la Capital Federal.
El argentinismo genuino, enraizado en las músicas tradicionales del país, inspira la obra de un significativo grupo de compositores; Giraldo Gilardi compone la música del drama Ollantay, de Ricardo Rojas y Alberto Ginastera Danzas Argentinas y Estancias. 1941. Ese mismo sentimiento argentinista se percibe en la poesía de la llamada Generación de 1940.
Fragmento del libro “Historia del País y su Gente”, de María Saens Quesada