sábado, 27 de julio de 2024

La gente solo está interesada en mis números: 102-53-89», bromeaba Jayne Mansfield sobre las medidas de su espectacular cuerpo. Y es que no era fácil que pasase inadvertida. Quizá por eso los policías que se acercaron al coche destrozado no dudaron un segundo. La mujer fallecida era ‘la’ Mansfield.

Aquella madrugada del 29 de junio de 1967 había neblina en la carretera nacional 90, cerca de Slidell, en el estado de Luisiana. Un tractor con remolque redujo repentinamente la marcha para no chocar contra un camión fumigador. Y se produjo el desastre. El Buick Electra que avanzaba detrás se estrelló contra el remolque del tractor.

En el Buick viajaban seis personas: tres niños en la parte trasera y tres adultos en el ancho asiento delantero, tan propio de los cochazos de la época. Los pequeños tan solo sufrieron heridas leves, pero los mayores murieron en el acto. Las otras dos víctimas mortales son el último amante de Mansfield, Sam Brody, y el chófer Ronnie Harrison.

Cuando Sophia se encontró con Jayne.

La noticia causó sensación. Corrieron todo tipo de rumores sobre el siniestro ocurrido en Misisipi: que Mansfield resultó decapitada en el choque; que en ese momento estaba haciendo algo más que ‘manitas’ con su amante…

Otros insistieron en que el accidente se veía venir, que la escultural rubia tenía los días contados tras haberse involucrado en el satanismo y desairado al enigmático Anton LaVey, el fundador de la Iglesia de Satán. No parece que hubiese mucha verdad en tan sorprendentes aseveraciones, pero ¿por qué el fallecimiento de Jayne Mansfield encendió así la imaginación popular?.

Nacida el 19 de abril de 1933 con el nombre de Vera Jayne Palmer y crecida en Nueva Jersey y Texas en el seno de una familia de clase media, la pequeña Jayne pronto descolló por su gran inteligencia natural. Además de sacar unas notas excelentes en la escuela, tenía gran facilidad para los idiomas (llegaría a hablar cinco lenguas con fluidez) y hacía gala de notable talento musical: a los doce años tocaba el piano, el violín y la viola en la categoría de concertista. Unas cualidades paradójicas en quien, de adulta, iba a ser conocida como el epítome de la rubia con físico espectacular, pero con cerebro de mosquito.

Jayne Mansfield llegando al aeropuerto de Londres en 1957

A los diecisiete años se casó con Paul Mansfield, cuyo apellido adoptó y conservó incluso después de separarse. Con él se trasladó a Los Ángeles en 1954. El objetivo: triunfar en Hollywood. Una meta compartida por millares de provincianas más o menos guapas. Jayne tenía dos ventajas sobre la mayoría: su coeficiente intelectual de 163 puntos (propio de los individuos geniales) y un tipazo en forma de reloj de arena coronado por una imponente delantera.

Jayne saltó a la fama en 1955 gracias a una argucia de la productora RKO para promocionar la película Underwater, un bodrio de aventuras en el Caribe cuyo principal aliciente era el uso de novedosas cámaras submarinas destinadas a recoger en detalle el esplendoroso cuerpo de la protagonista, Jane Russell.

En el curso de una recepción para la prensa celebrada junto a la piscina del estudio, la Mansfield –contratada para el evento– se puso a chapotear ataviada con un escuetísimo biquini cuya parte superior no tardó en desprenderse ‘por accidente’. Las cámaras recogieron la exuberancia de aquella modelo, hasta entonces desconocida, ante el despecho de la eclipsada Jane Russell.

Jayne se casó tres veces

Con esos ‘talentos’ como arma, Mansfield se presentó a decenas de concursos de belleza en Los Ángeles. Y los ganó casi todos: Miss Orquídea, Miss Cuatro de Julio, Miss Contador Geiger, Reina del Suéter de Nailon, Miss Chihuahua…

A raíz del incidente del biquini, la voluptuosa figura de Jayne Mansfield pasó a decorar las portadas de innumerables revistas para hombres. Lista como ella sola, se dijo que había llegado su momento y que con las curvas no bastaba. Se tiñó de rubio platino y adoptó las afectaciones de la explosiva rubia tonta que arrasaba entonces, Marilyn Monroe, con quien iba a ser comparada de manera recurrente.

Mansfield con Matt Cimber, su tercer marido, y en sus brazos Antonio, el hijo de ambos.

Y las puertas de Hollywood se le abrieron por fin. Mansfield obtuvo su primer papel protagonista en Una rubia en la cumbre (1956) . La siguieron otras películas, pero ninguna tuvo verdadero éxito porque Jayne empezaba a ser víctima de su impostado papel de rubia descerebrada: nadie terminaba de tomarla en serio. Empezaron entonces los problemas personales.

En 1956 se divorció de Paul Mansfield. Volvería a casarse otras dos veces: la primera, con el culturista Mickey Hargitay, que había obtenido el título de Mister Universo; después, en 1964, con el director Matt Cimber. Y tuvo un sinfín de amantes, entre ellos, dicen, los hermanos Robert y John Kennedy, en una réplica más de Marilyn Monroe.

Pero, curiosamente, las rápidas transformaciones del papel de la mujer en Estados Unidos provocaron que a principios de los años sesenta Mansfield empezara a ser contemplada como una figura anacrónica y un punto patética.

En el curso de su primera visita a Estados Unidos en 1964, los Beatles expresaron su interés por conocer a la rubia despampanante con la que habían fantaseado de adolescentes. Se llevaron un chasco al conocerla, hasta tal punto que George Harrison se refirió a ella como «esa vieja petarda». Jayne Mansfield en ese momento tenía 31 años.

Así quedó el Buick Electra en el que se mató Mansfield el 29 de junio de 1967 en una carretera de Luisiana.

Los años sesenta fueron de absoluta decadencia. Con un físico cada vez más caricaturesco y deformado –como consecuencia de sus crecientes problemas con el alcohol–, definitivamente descartada por los grandes estudios de Hollywood, Jayne Mansfield se refugió en actuaciones de club nocturno, donde interpretaba canciones ‘picantes’, y en ridículos papeles en películas europeas de bajo presupuesto. Durante sus correrías por Europa, Mansfield llegó a visitar España, donde en 1965 apareció en un programa musical de TVE junto con Manolo de la Calva y Ramón Arcusa, el Dúo Dinámico… ¡acompañándolos al violín, nada menos!

Mariska es la única chica de sus cinco hijos

El accidente de tráfico en el que falleció en 1967 puso un abrupto punto final al declive artístico de Jayne Mansfield y tuvo un efecto inesperado: el organismo regulador de la seguridad viaria obligó a instalar una barra parachoques en la parte inferior de los remolques de tractor. En Estados Unidos, este tipo de protección sigue siendo conocida como la ‘barra Mansfield’.

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