domingo, 8 de septiembre de 2024

La noche apenas se ha marchado.
El día viene opaco está sin sol. Hay silencio en la mañana pueblerina. Es domingo como tantos, en Playa Unión. Y las gotas tenues de la lluvia, van tocando suavemente la razón. Esa musa inspiradora de la vida, el camino hecho de flores y dolor. Los recuerdos enhebrados escondidos vuelven lentos a gritar a la emoción. Las cortinas está apenas entornadas. El reflejo de la luces de neón. Un oscuro vagabundo que camina, con la lluvia va limpieza su dolor. Y lo miro a través de los cristales. ¿ Qué sonidos llevará su diapasón?. Vaga triste sin rumbo, sin amor. Los bolsillos van plagados de pobreza, va camino al horizonte donde el sol. Y lo veo alejarse lentamente. En la esquina, detiene su camino. Se hace fuerte la lluvia sin piedad. Eleva sus brazos hacia el cielo. Gruesas gotas resbalan por su ser, que parece van lavando, con tibieza toda pena tristeza y dolor. Por un tiempo, lo miré de mi ventana. Las gotas de campana en los cristales resonaban en mi añejo corazón. Y la cuenta en el banco de la vida. Lo que puse tan solo por amor. Sin querer a la luz de la ventana, vi mis manos tristes y vacias, pero eso era solo un resplandor.
Tantas veces lo entregado, no valía, siempre poco, casi nada. No alcanzó. No le debo a nadie, ni un suspiro. Lo di todo sin buscar devolución. Nadie sabe que hay detrás de la sonrisa. Nadie mira más allá de su visión. Y enlazado en espinas de recuerdos. Caminé a la tormenta silencioso, que limpió lentamente mi dolor. Y mis ojos empapados por la lluvia y un llanto que sanó mi corazón. El amigo vagabundo ya no estaba, se marchó con tormenta hacia el sol.
ÉL no está. Lo perdí de la mirada. En el sueño el vagabundo era yo.

Por Julio Dimol

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