Un estallido en medio de la noche sacude la zona de la Loma, el 25 de Octubre de 1974. Provienen de la calle Ramos Mejía, del domicilio de Osvaldo Rosales, el secretario general de Petroleros privados. Allí se había colocado un artefacto explosivo que detona a las 3:10 y produce daños a la vivienda, además del temor de los vecinos.
Se había recibido algunos anónimos de un grupo que amenazaba la vida de algunos dirigentes sindicales, entre los cuales obviamente estaba Rosales. Este ataque es inmediatamente hostigado por una asamblea que determina la paralización total de actividades en repudio.
Es el antecedente de otro ataque, más feroz, más fuerte. En noviembre del `75, minutos antes de las 3:00 de la madrugada, se producen en forma simultánea tres atentados con explosivos, que afectan a dos viviendas y dos autos.
Cuatro personas deben ser atendidas en el hospital regional como resultado del estallido de los explosivos. El poder de la bomba rompe todos los vidrios de la escuela Nº1 y de la ENET, que están a 80 y 150 metros de las viviendas. El temblor del suelo se siente en el centro de la ciudad, por lo cual muchos comodorenses despiertan sobresaltados, preguntándose qué extraño fenómeno sucedió.
Las casas afectadas por el terrorismo están en la avenida Yrigoyen, a 250 metros de distancia entre sí. Una de ellas es la que Morgan Roberts, empleados de la Dirección de Prensa de la Provincia. La otra vivienda es la de Omar y Mabel Acosta, militante esta del Partido Socialista de los Trabajadores, del cual fue candidata a intendente. También Roberts pertenece al mismo partido.
Estos hechos habían estado latentes. El 22 de Octubre, Crónica había recibido un sobre con matasellos del día anterior, con franquicia de esta ciudad. Dentro de él, había tres hojas con comunicados firmados por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), Comando Austral. El tercer comunicado era una lista con personas que “crean las condiciones para el caos por lo que serán ajusticiadas”: Mario Santiago Murphy, Mabel Gladis Fernández de Acosta, Daniel Luz Clara, Raúl Delfor Martínez, Eduardo Roberts, Néstor (ilegible), Osvaldo Rosales, Juan Bartolomé Notta, Víctor Hugo Barrera y Hércules Pinelli.
De todos ellos, reconocidos actores sociales, políticos, gremiales y estudiantiles, hay tres que ya sufrieron atentados: Rosales, Acosta y Roberts.
Una semana después del ataque a estos dos últimos, se da a conocer un comunicado de la triple A que dice, entre otras cosas, que “el día 10 de noviembre de 1975, a las 2:50hs, este comando inicio las operaciones contra la delincuencia subversiva”.
Incluye una lista de “delincuentes que serán ajusticiados”, que contiene los mismos nombres que el comunicado anterior, sin los que ya fueron víctimas de los atentados.
También se dirige a “los rojos” Acosta y Roberts: ya comprobaron en carne propia que la sentencia pronunciada tiempo atrás por este comando se ha cumplido. Quizás habrá pensando que eran solamente amenazas para infundirles un poco de miedo. Pero eso no era así, ya que conocemos muy bien la clase de delincuentes que tenemos que combatir”
Asegura además que “los operativos” Acosta y Roberts son el inicio de “la eliminación de los enemigos de nuestra patria”.
La actuación de las tres A enciende una alarma, no solo entre quienes estaban en la lista del Comando, sino en toda la comunidad. Con distintas manos ejecutoras e intereses, los explosivos comienzan a ser lamentablemente habituales también aquí, en Comodoro Rivadavia.
El viernes 5 de marzo de 1976, se encuentra un artefacto explosivo en la Pulga Azul, donde debía actuar Maria Vaner a la medianoche. Una hora antes, la actriz se trasforma en espectadora, temerosa, junto al público que había ido a verla. Desde la calle San Martin, observan la tarea para desactivar la bomba, que estaba en el baño del local.
Las palabras “operativo”, “artefactos explosivos”, “detenciones” y “secuestro”, entre otras, se incorporan al lenguaje habitual.
Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en 2001