Los colonos pusieron en práctica distintos sistemas para producir harina durante las primeras décadas de existencia de la colonia. Sin embargo, a medida que fue consolidándose la red de irrigación, el sistema más rentable resultó ser accionado por la energía hidráulica, por lo cual, no fue necesario afrontar gastos en combustibles o en bestias de tiro. El censo de 1895 da cuenta de la existencia de cuatro de estos molinos en el valle: dos en el área de Bryn Gwyn y dos en el área del denominado Valle Superior (es decir, el extremo occidental donde se encuentran Dolavon y Tir Halen).
Si bien la construcción de canales para regar los cultivos con las aguas del río fue un recurso al que los colonos echaron mano desde muy temprano, fue recién a principios de la década de 1880 que se sentaron las bases de una red de irrigación para la totalidad del valle. Y es principalmente a Edward Jones Williams a quien debe atribuirse el ordenamiento y construcción de tal red. Uno de los aspectos más importantes del plan implementado por Williams fue descartar definitivamente la idea de construir una represa sobre el río para la ubicación de las tomas de agua de los canales y ubicar dichas tomas tan lejos río arriba como fuera posible para aprovechar, de ese modo, la pendiente natural del terreno. Bajo la dirección de Williams se sistematizó y extendió la red de riego de las distintas áreas del valle a cargo de diferentes “sociedades de riego”, quienes emprendieron la construcción de su propio canal principal y de la posterior administración del mismo. De este modo, para 1883 Lewis Jones indicaba que la red de irrigación sumaba ya 89 millas de canales principales y 100 millas de ramales.
En definitiva puede considerarse que fue durante la segunda mitad de la década de 1880 cuando fueron puestos en funcionamiento aquellos canales cuyas aguas accionaban los molinos registrados en 1895.
Molinos hidráulicos del valle
Se supone que fue Melin Hainge el primero en ser construido. Su nombre deriva del dueño de la chacra en la que estaba ubicado, exactamente la chacra número 210 de la zona de Bryn Crwn. Pero quien erigió el molino y lo trabajó no fue Hainge, sino un tal John Jones, quien arrendó una porción de tierra en la que un canal de riego proveniente del valle superior devolvía sus aguas al río. Se supone que John Jones -apoderado Y Felin (del molino), debido a su oficio de molinero- aprovechó el desnivel entre el vertedero y el río para ubicar una noria capaz de accionar la maquinaria del molino. El edificio que alberga esa maquinaria era más bien modesto y consistía tan solo en un pequeño galpón de chapa con una estructura de tirantes de madera.
Ese no fue el caso de Melin Bryn Gwyn, ubicada en la chacra 206A sobre la margen sur del río Chubut, en la zona conocida como La Angostura. El edificio de este molino fue quizás la estructura que más interés reviste desde el punto de vista arquitectónico. Eso es así por varias razones. En primer lugar porque se trata del molino que más se asemejaba a sus pares de Gales, con el volumen prismático de dos o tres niveles de altura y los potentes muros estructurales que definen su perímetro. En segundo lugar porque constituyó muy probablemente el molino de mayor envergadura de todo el valle. El edificio principal tenía una planta de más de 8 metros de ancho por más de 12 metros de largo y se había erigido en un terreno con un leve declive cercano a un canal de riego. Las aguas de ese canal fueron derivadas hacia un canal secundario en el que se ubicó una noria de casi 3 metros de diámetro que accionaba el mecanismo del molino.
La expansión de la red de irrigación había impactado positivamente sobre la productividad de la colonia. Entre 1875 y 1883 el área sembrada había pasado de 865 a 3.210 hectáreas y la cantidad de trigo cosechado había aumentado de 1.800 toneladas en 1880 a 6.000 en 1885, para alcanzar en 1895 las 8.000 toneladas. Puede decirse que el valle del Chubut se convirtió en fuente de una verdadera variedad de productos de origen agrícola que serían comercializados no sólo dentro de la colonia sino en mercados más distantes como los puertos santacruceños o las islas Malvinas.
A estos dos molinos hidráulicos debemos agregar un tercero que no fue registrado por el censo de 1895. A diferencia de los otros dos ubicados en la mitad occidental del valle, este tercer molino se encontraba en la mitad oriental en la zona conocida como Drofa Dulog. La chacra en la que se ubicaba era la 130 y su dueño era Edward Owen, cuyos conocimientos técnicos contribuyeron a posicionarlo favorablemente en la escala social de la colonia. Junto con el ya mencionado E.J. Williams, Owen fue reconocido como ingeniero, desempeñando ambos un papel protagónico dentro de la extensión y mantenimiento de la red de irrigación.
No existen indicios de que este molino haya funcionado comercialmente, por lo que es dable suponer que fuera utilizado solo para la molienda del propio Owen.
Además de la fuerza hidráulica que los accionaba, una particularidad que estos tres molinos tenían en común era el sistema de molienda que utilizaban. Se trataba de un sistema que se había venido utilizando en Gales durante siglos y que consistía en la utilización de las denominadas piedras de moler o “muelas”. La harina se producía haciendo pasar el grano entre dos grandes piedras de sección circular cuyas ranuras interiores permitían molerlo.
La dependencia de estos molinos del recurso hídrico provisto por los canales de riego condicionó fuertemente su funcionamiento. Las obras en el sistema de riego ocasionaban la interrupción del flujo del agua pudiendo afectar así la rentabilidad de los molinos. Como bien señalaba Williams, al momento de construirse los canales no se diseñaron en función del área a regar sino de acuerdo al número de brazos disponibles para la construcción. Por esa razón fue luego necesario emprender obras para ampliar la capacidad de transporte y el alcance geográfico de la red. Lo cierto es que los canales, junto con otras obras de la red como tajamares, compuertas y canales menores conformaban un sistema altamente artificial de control del agua por lo que debían realizarse trabajos de mantenimiento y reparación en forma constante.
Puede argumentarse que el impacto negativo de estas discontinuidades en el flujo del agua tenían sobre la rentabilidad de los molinos volvió menos viable el negocio de la molienda basada en energía hidráulica y que ello anticipó el fin de la actividad. Si era la confiabilidad del recurso hídrico lo que pudo ponerse en cuestión hubo un suceso que representó al respecto un verdadero punto de inflexión en la historia de los molinos hidráulicos: la inundación de 1899. En efecto, esta catástrofe que asoló el Valle en cuestión de horas puede ser considerada como el comienzo del fin para este tipo de molinos. Los daños producidos por esta inundación a la totalidad del sistema de riego no pudieron ser subsanados rápidamente, lo que dejó a los molinos fuera de servicio por un tiempo prolongado. Los desbordes del río volvieron a producirse en 1901, 1902 y 1905, haciendo que el agua se percibiera cada vez más como un peligro antes que como un recurso, pero además de los daños producidos al sistema de riego y a los cultivos, las inundaciones afectaron los molinos en forma directa por lo que es probable que más allá de la primera década del nuevo siglo no quedara ya ningún molino hidráulico activo en el Valle del Chubut.
Fragmentos del libro “Cuadernos de historia Patagónica”, del Centro de Estudios Histórico y Sociales Puerto Madryn