sábado, 27 de julio de 2024
Antonio Solimeno

“Discutamos todo lo que haya que discutir, pero con las redes en el agua” ha sido el lema que forjó a CEPA desde su existencia. Un concepto que se ha vuelto discutible en los últimos años, no solamente por la salud de los recursos sino también por la del propio negocio pesquero. El objetivo de esta cámara ya es molesto para muchos, incluso para una buena parte de sus propios miembros.

El Consejo de Empresas Pesqueras Argentino fue formado por el lobista Oscar Fortunato para defender los intereses de Solimeno, Moscuzza y Valastro que son los miembros fundadores de una entidad que no ha crecido. Siempre se ha mantenido entre estos tres miembros y un cuarto que no siempre está, ni es el mismo, ni tiene peso en las decisiones. El tribunal de ética está compuesto, como desde el principio, por José Alberto Valastro, Antonio Solimeno y José Américo Moscuzza.

Pero el acuerdo de partes que se hizo entre estos tres popes de la pesca argentina en la década del noventa al parecer se está rompiendo; uno de sus miembros ya no ve el negocio de la misma manera. Esto ha generado en las últimas semanas fuertes cruces y sobre todo luego de que, sin conformidad de todos sus miembros y sin embargo también en nombre de ellos, se enviara una nota al Consejo Federal Pesquero pidiendo la apertura de aguas nacionales el sector norte por fuera de la veda de merluza. Alberto Valastro y sus socios de Iberconsa no estuvieron de acuerdo.

En el norte hay, seguramente, langostino en condiciones de ser pescado en el corto plazo, porque a pesar de ser una concentración reproductiva que todavía está en actividad, se ha dejado desovar desde el 1 de octubre, cuando quedó cerrada la pesca de este recuso en aguas nacionales.

El INIDEP ya ha dicho en otros años que es una pesca absolutamente posible desde el punto de vista biológico como lo es Rawson; por lo tanto, es probable que este año diga lo mismo, claro que, tratándose de una especie tan cambiante, se deberá evaluar antes de tomar una decisión.

Es decir que la discusión entre los miembros de CEPA no fue por la sustentabilidad del recurso sino del negocio del langostino entero en su conjunto. Aunque no se hable de biología en este punto, el concepto de que las discusiones se deben dar con las redes en el agua, se aplica de la misma manera. No importa si el precio cae, hay que sacar el pescado porque no se sabe si mañana habrá, sostienen Moscuzza y Solimeno.

Sin aparente impedimento biológico, Solimeno y Moscuzza a través de CEPA y CAIPA, cámara de la cual también son socios fundadores y manejan a su gusto, solicitaron a la autoridad comenzar a pescar en aguas nacionales. La decisión, según trascendió, no fue consensuada en ninguna de las dos entidades y algunos miembros se sintieron traicionados, llegando incluso a contemplar la idea de dejar de pertenecer a la misma organización empresarial que ellos.

El hecho de que CEPA y CAIPA hayan presentado una nota ante el Consejo Federal Pesquero obliga a las autoridades a tomar una decisión, que no solo afecta a este grupo de empresas sino a todas aquellas que se dedican a la captura y comercialización del langostino entero.

La supuesta falta de previsibilidad nunca fue un fundamento presentable para pescar todo lo posible, pero internamente podía funcionar; sin embargo, ahora eso parece haber cambiado. No se está a ciegas, el estudio constante y responsable de los investigadores del INIDEP ha dado cierto horizonte, que permite saber por ejemplo que las capturas pueden mantenerse en el orden de las 200 mil toneladas anuales. Todos saben que el langostino no se terminará mañana.

Las empresas que han desarrollado el mercado de este producto, que no son parte de estas cámaras y representan el mayor porcentaje de barcos tangoneros, no están de acuerdo en abrir el sector norte a la pesca. El negocio del langostino entero viene arrastrando meses de caída en las ventas y en los precios. Recién ahora comienza a reactivarse, mejorando muy de a poco su valor, lo que permite ir liquidando la producción de aguas nacionales del año pasado.

Empezar la temporada en aguas nacionales 2023 con la mayor parte del langostino vendido puede colocarlos en un mejor lugar ante un mercado que ya está abastecido. Saturar hoy la plaza con el langostino del norte puede poner en riesgo una estrategia comercial tendiente a frenar la baja del precio de un producto premium que se vende a precio de commodity.

El argumento de que los barcos están parados, los peces en el agua y los marineros con un garantizado es el que usan Solimeno y Moscuzza. Es un argumento muy popular y demagogo, pero irresponsable. Si el precio del langostino baja, la situación se vuelve cada vez más complicada para los más de noventa tangoneros congeladores que hay en el mar, y si el precio sube, los sueldos probablemente puedan ser ajustados con mayor facilidad en un momento de inflación y de leve aumento del dólar oficial.

Pescar todo lo que esté en el agua no es precisamente una acción de responsabilidad social empresaria, algo que difícilmente podría venir de un empresario como Moscuzza que durante años hizo renunciar a su tripulación después de un puñado de mareas para privarlos de acumular antigüedad. Atender lo urgente para un grupo pequeño de empresarios puede ser contraproducente para el sector langostinero, porque si un barco sale a pescar saldrán todos y el precio se derrumbará.

Tranquilamente, estas dos empresas, que han manejado con facilidad muchas veces los hilos de la política pesquera, podrían sobrellevar los costos de mantener a sus tripulaciones en tierra e incluso otorgarles una ayuda, ya que lo consideran necesario. Podrían hacerlo con el dinero que desde hace años vienen juntando con barcos ilegales, fuera de la norma establecida para la captura de langostino.

El señor José “Pototo” Moscuzza es desde hace cuatro años el propietario de uno de los barcos que más langostino han pescado, el José Américo, un barco ilegal que ingresó sin haber cumplido con la normativa vigente; contando con el consentimiento de las autoridades pasadas y la complicidad de las actuales. También le cabe lo propio al empresario Antonio “Tony” Solimeno, con el barco Rasmus Effersoe, que también sobrepasa las medidas permitidas para ingresar a la pesquería y cuenta con las mismas complicidades antedichas.

Por estas horas CAPIP y CAPECA, las cámaras que nuclean a los barcos tangoneros congeladores, se están reuniendo y preparando notas para presentar a las autoridades, solicitando lo contrario de CEPA y CAIPA. Sería interesante que también, alguna vez, le den forma definitiva al borrador que reclama el cumplimiento de las normas por parte de estos dos empresarios, siendo que la igualdad ante la ley ha sido un reclamo de este sector, aunque, vale destacarlo, de forma demasiado tibia.

Fuente: Revista Puerto

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