sábado, 27 de julio de 2024
Foto ilustrativa de un boliche de la localidad de Telsen. Foto: Henry Bowman

Sin dudas, una de las anotaciones más hermosas del diario de Henry Bowman, es aquella que describe la muerte de Lucho Montenegro en una pelea de boliche al oeste de Telsen. Los sucesos del enfrentamiento le fueron referidos por su hijo Gilbert, que en ese momento se desempeñaba como policía, y Bowman escribe: “… anoche Gilbert nos contaba sobre la muerte de Lucho Montenegro. Los protagonistas fueron Lucho, un muchacho de 20 años, y Pedro Inostroza, un hombre de 38 años o algo así. La cena, el boliche en Blanpilquin. Otros personajes participantes Salustro Rubilar y Bernabé Méndez. Lucho había comprado algunas cosas en el almacén y las había atado detrás del recado esperando a su tío Salustro. Pedro Inostroza lo invitó a tomar con él, Luis declinó la invitación. Inostroza diciendo que era la segunda vez que Luis había despreciado tomar con él, lo atacó con una daga, hiriéndolo en el brazo. Lucho corre a por su caballo, disparan infructuosos tiros de revólver sobre su hombro, con Inostroza corriéndolo con la daga. Se da vuelta para ver si Inostroza aun lo está persiguiendo, recibiendo en ese instante una estocada final. Salustro viendo que Inostroza se vuelve hacía él, le vacía el revólver por encima, hiriéndolo de muerte. Inostroza se precipita a ciegas dentro del boliche y desde allí a una habitación privada, Lucho es llevado a la casa paralizado de la cintura para abajo y muere 3 horas después, pidiéndole a los presentes que ayudaran a su tío Salustro. Inostroza muere en la misma casa días más tarde, en medio de agonizantes convulsiones de brazos y piernas, con la hermana de Lucho, la ñata, presenciando la última agonía. Antes de su muerte, Alejandro Montenegro, el padre de Lucho, le pregunta a Inostroza por qué razón mató a su hijo, y recibe por respuesta, “la fatalidad”.

La madre, de luto inconsolable, el padre aparentemente imperturbable.

La madre conserva y le muestra a Gilbert el saco del muchacho manchado con sangre de su hijo y le da la taba de Lucho como recuerdo. Un caso triste. Así es la vida y la muerte en nuestra cordillera. Gil dice que aparentemente la policía mantuvo a Salustro fuera del asunto, exigiéndole pagar $1.200 por el arreglo, tales cosas pasan. Creo que pagó…”.

Esta anécdota tan bien relatada por Bowman, tiene la impronta de la literatura dramática que frecuenta. La fatalidad del destino puesta en boca de Inostroza, como explicación del suceso y su desenlace, ocupa el vacío que produce toda muerte y reglamenta como irremediable la violencia del acto de matar (y su venganza). De este especio de frontera del interior patagónico con el cual se articula el accionar policial. La fatalidad: muchas veces no había otra explicación para un asesinato y su venganza, ni otra solución posible para conflicto y el drama.

Fragmentos extraídos del libro “Tel’sen”, de Liliana Elizabeth Pérez

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