Sara Eccleston, Rosario Vera Peñaloza, las hermanas Olga y Leticia Cossettini y Juana Manso cambiaron la forma de educar en nuestro país.

Sara Eccleston, la creadora de la carrera de maestra jardinera, fue la pionera en la profesionalización de las maestras jardineras al crear la carrera para su formación. Perteneció al grupo de docentes traídas por Sarmiento.
En 1869 Sarmiento logró que vinieran sesenta y cinco maestras de Estados Unidos a enseñar en las escuelas argentinas. Algunas regresaron a su país poco tiempo después, pero otras se quedaron a vivir en Argentina.
Desde su llegada a Argentina en 1884, Sara Eccleston trabajó incansablemente. Se la había contratado para la organización de la Escuela Normal de Profesores de Paraná, una de las más importantes del país, institución donde realizó un trabajo de actualización de los programas de estudio.
El 4 de agosto de 1884 se inauguró el primer jardín de infantes del país en la Escuela Normal Nacional de Paraná. Contó con 35 niños y niñas de entre tres y seis años. Desde ese lugar, Sara creó la carrera de maestra jardinera que, hasta entonces, no existía en Argentina. Además, difundió el trabajo manual en las escuelas primarias para que los chicos desarrollen habilidades prácticas.
En 1897 se creó el Profesorado de Maestras Jardineras de Buenos Aires, institución que Sara dirigió y desde la cual difundió la importancia del nivel inicial. Dos años después, ella fundó la Sociedad Internacional de Kindergarten con sede en la Ciudad de Buenos Aires. Hacia 1900, esta institución se incorporó al Consejo Internacional de Mujeres y fue una de las firmantes del acta de fundación del Consejo de Mujeres de la República Argentina. Posteriormente, fue designada inspectora de jardines de infantes, puesto que ocupó hasta su jubilación. Sin embargo, continuó trabajando en el campo educativo a pesar de estar retirada de la función pública.
Sara falleció el 10 de octubre de 1916. En su memoria, el Instituto Superior del Profesorado de Educación inicial de la Ciudad de Buenos Aires lleva su nombre al igual que muchas instituciones educativas a lo largo del país.

Rosario Vera Peñaloza, la fundadora del primer jardín de infantes del país, oriunda de la provincia de La Rioja, es considerada un ejemplo de docencia ya que recorrió en su carrera casi todos los roles posibles de la misma: maestra jardinera, docente de grado, profesora, directora, inspectora, supervisora, fundadora de institutos educativos y capacitadora pedagógica en enseñanza.
Luego de recibirse de maestra normal, en la ciudad de Paraná obtuvo el Título Superior de Enseñanza a los 20 años. Allí tuvo a como docente a Sara Eccleston, quien más tarde se convertiría en su mentora. En esa ciudad comenzó a ejercer la docencia y desde entonces pasó por diferentes cargos y localidades. Paralelamente estudiaba el profesorado destinado a los jardines de infantes y, en 1897, se graduó como Profesora de Kindergarten, en la Escuela de Profesores del Jardín de Infantes de Paraná.
En 1898, fundó el jardín de infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja, el primero de una larga serie de jardines fundados en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Paraná.
En 1906 fue vicedirectora de la Escuela Normal de La Rioja. Al año siguiente, se mudó a la ciudad de Córdoba, donde ocupó durante cinco años el cargo de vicedirectora de la Escuela Provincial Juan Bautista Alberdi.
Entre 1912 y 1917 fue directora de la Escuela Normal N.º 1 de la ciudad de Buenos Aires, donde sustituía a cualquier profesor que faltara. Más tarde, fue nombrada inspectora de las escuelas municipales. Dictó cátedras de pedagogía y matemática en la Escuela Normal del Divino Maestro.
Participó en el armado del Instituto Bernasconi desde su inauguración en el año 1929. Dos años después, creó el Museo Argentino, que se dedicaba a la investigación y la formulación de propuestas educativas.
Sus aportes resultaron fundamentales para enriquecer el sistema educativo. Consideraba importante la formación de las infancias y su vinculación con la identidad social y la cultura común para estimular el sentimiento de pertenencia. Para ella, la educación era un proceso integral que comenzaba en los primeros años de vida, en el cual la creatividad, la exploración y el juego eran elementos fundamentales. Impulsó la enseñanza popular en los jardines de infantes y tomó de base a educadores como, entre otros. Además, promovió la profesionalización de los jardines de infantes.
Falleció, a los 77 años, el 28 de mayo de 1950. En su memoria, la fecha se declaró como “Día Nacional de los Jardines de Infantes” y “Día de la Maestra Jardinera” en Argentina.


Leticia y Olga Cossettini fueron dos hermanas unidas por una misma vocación. Dedicaron su vida a la docencia y la pedagogía al tiempo que llevaron adelante distintas iniciativas que implicaban toda una innovación para la época. Ambas emprendieron el proyecto de la Escuela Serena, una institución donde los estudiantes eran considerados el centro del aprendizaje y donde reinaba el arte, la música y la creatividad en un contexto de serenidad y bienestar.
Juntas, trabajaron para modificar las prácticas educativas basándose en una concepción del acto educativo como hecho social. Defendían una educación que focalizaba en las vivencias porque, según ellas, sólo se podía aprender aquello que se había vivido. Así, la escuela mantenía sus puertas abiertas para estar en contacto con la comunidad. Además, no había horarios rígidos ni timbres ni campanas que anunciaran el inicio o fin de los recreos. En su lugar, sonaba música. Además, había clases de disciplinas artísticas porque el arte formaba parte de la vida en la escuela. Los niños y niñas aprendían a través de diversas actividades éticas y estéticas.
Leticia Cossettini fue una de las grandes educadoras argentinas. dedicaron su vida a la docencia y la pedagogía al tiempo que llevaron adelante distintas iniciativas que implicaban toda una innovación para la época.
Al igual que su hermana, nació en la provincia de Santa Fe y desde pequeña, se manifestó interesada en las expresiones artísticas y se destacó por su gran sensibilidad. Juntas, emprendieron el proyecto de la Escuela Serena, una institución donde los estudiantes eran considerados el centro del aprendizaje y donde reinaba el arte, la música y la creatividad en un contexto de serenidad y bienestar. La Escuela se caracterizaba entonces por mantener un clima donde reinaba el arte, la comunicación y la tranquilidad.
Tenía una visión distinta sobre la docencia y el aprendizaje. Por ejemplo, en la mencionada escuela, llevaba fuera de las aulas a los y las estudiantes para tomar el radio de circunferencia de la fuente de la plaza o para pasear por los alrededores y aprender sobre el canto de los pájaros y las historias de vida de las personas del pueblo. Se trataba de una escuela que se abría hacia afuera y que interactuaba con el contexto y la comunidad.
Leticia tenía la costumbre de llevar un registro de sus clases, a modo de diario. En un cuaderno del año 1940 escribió la siguiente: “Desde que comenzamos las clases hemos escrito poco, hicimos poca matemática, no nos hemos preocupado por el martirio del repaso ajustado a la definición, al mecanismo de tal o cual lección asignada. Hemos estado creando un clima de armonía, el placer de la limpieza, la gracia de escuchar y decir, la alegría de ayudar, de dar, de ser, de hacer. Y ya hay algo de alba en la luz. Desde que llegaron a la escuela, les puse en sus manos las acuarelas que muchos, la mayoría casi nunca usará, la mancha de color va adquiriendo matices que el tiempo depurará y la madurez precisará y suavizará los contornos. Pintan, gozosos. Este nuevo lenguaje tiene para ellos extraordinario encanto. Están en ese período del descubrimiento del mundo y de su mundo. ¿Ha visto usted la luz en el plátano? ¿Miró el cielo esta tarde? ¡Qué lindos los verdes después de la lluvia! Y si la acuarela hoy no traduce bien, la luz en el plátano, el añil del cielo o el verde jugoso de la hierba el ritmo del color, está por nacer, nacerá”.
Leticia se orientó a las materias creativas, principalmente a la plástica (pinturas, acuarelas y esculturas), pero también desarrolló teatro de títeres y dirección de coros, entre otras actividades. Además, publicó los libros “Teatro de niños” (1945) y “Del juego al arte infantil” (1950).
Olga Cossettini fue una de las grandes educadoras, de esas que quedan en la memoria e inspiran a trabajar por una educación cada vez mejor. Esta maestra rosarina transformó la educación argentina en la segunda mitad del siglo XX.
Nació el 18 de agosto de 1898 en San Jorge, provincia de Santa Fe. Y toda su familia estuvo ligada al ámbito educativo. Sus padres, Alpina Bodello y Antonio Cossettini, eran maestros. Y su hermana Leticia, nacida en mayo de 1904, también de dedicó a la educación.
De hecho, fueron grandes compañeras y pondrían en marcha una propuesta pedagógica para modificar la educación tradicional en la cual habían sido educadas.
Cossettini se recibió de Maestra en la Escuela Normal de Coronda, en 1914. Inició su carrera docente en Sunchales, provincia de Santa Fe. En 1921, adhirió a la primera huelga de maestros de la provincia.
En 1930, asumió la Regencia de la Escuela Normal “Domingo de Oro” de Rafaela. Cossettini llevó a cabo la Escuela Activa, una experiencia que consideraba a los niños y las niñas como sujetos activos y protagonistas de sus aprendizajes, no como solo destinatarios. “De esta forma, el estudiante era el centro de la práctica pedagógica y, como tal, debía estudiarse todos los aspectos de su personalidad.
Asimismo, la Escuela Activa ponía el foco en la solidaridad, valor que debía ser practicado entre todos los actores de la comunidad educativa, sin distinción de autoridad”, explica.
La mano derecha en esta iniciativa fue su hermana Leticia. Juntas, trabajaron para modificar las prácticas educativas basándose en una concepción del acto educativo como hecho social. Defendían una educación que focalizaba en las vivencias porque, según ellas, sólo se podía aprender aquello que se había vivido. Así, la escuela mantenía sus puertas abiertas para estar en contacto con la comunidad. Además, no había horarios rígidos ni timbres ni campanas que anunciaran el inicio o fin de los recreos. En su lugar, sonaba música. Además, había clases de disciplinas artísticas porque el arte formaba parte de la vida en la escuela. Los niños y niñas aprendían a través de diversas actividades éticas y estéticas.
Uno de los pilares en los que se basó Olga Cossettini, fue la pedagogía de Montessori, un modelo educativo que se centra en la actividad dirigida por el niño y la observación clínica por parte del docente. Así, se adapta el entorno de aprendizaje al nivel de desarrollo del niño.
Por otra parte, Cossettini tenía una concepción distinta acerca del maestro, por la cual no lo consideraba solo como un transmisor del conocimiento, sino como aquel que ayudaba al estudiante a desarrollar sus capacidades.
En 1940-1941 fue becada por la Fundación “Guggenheim” de Estados Unidos, y en 1946 integró además la representación argentina que participó del “Congreso Americano de Maestros”, realizado en México. Integró además la Junta Ejecutiva de la Comisión homenaje de la Ley 1.420, desempeñándose como Secretaria.
Hacia 1950 empezó a trabajar como Secretaria del “Colegio de Estudios Superiores”, filial Rosario, hasta 1954. Más tarde, en 1955, fue designada Inspectora de Escuelas en Santa Fe, labor que llevó adelante hasta 1957. También fue asesora del Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional del Litoral hasta 1964, y luego se desempeñó como Directora de escuelas de la Provincia de Buenos Aires, a partir de 1958.
Su capacidad y conocimientos, sobre todo para lograr una eficaz comunicación, fueron reconocidos en Francia e Inglaterra. Fue designada Delegada Oficial del Congreso de Planificación de la Educación de la UNESCO en Washington.
En 1997, a los 98 años, Olga Cossettini murió en la misma vivienda del barrio Alberdi que actualmente es un museo y un centro cultural.
Leticia falleció el 11 de diciembre de 2004 en Rosario, Santa Fe. Ambas dejaron huellas en el campo educativo.

Juana Manso, defensora de los derechos de las mujeres, nació el 26 de junio de 1819. Se dedicó a la educación y a los derechos de las mujeres. Cuando tenía 20 años emigró con su familia de Buenos Aires a Montevideo. Muchas familias que se oponían al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, se vieron obligadas a dejar su país. Más tarde escribiría contra Rosas en su novela Los misterios del Plata. La primera versión se publicó desde Brasil, en portugués, en su periódico O Jornal das Senhoras, una de las primeras publicaciones sudamericanas dirigidas por una mujer, y con contenido para mujeres.
De vuelta en Argentina fundaría dos periódicos más, aunque es más recordada como maestra, directora e inspectora de escuelas. Es la primera mujer argentina que tuvo un cargo de gobierno: integró la Comisión Nacional de Escuelas.
Fundó las primeras bibliotecas públicas. Intervino en los debates sobre la educación y el rol de la mujer, publicando sus opiniones en los diarios y hablando en público. Por si fuera poco, avanzó en su carrera siendo madre soltera, luego de que su marido la dejara sola con sus hijas.
Las ideas de Juana sobre la educación y la igualdad de la mujer eran avanzadas para la época, y muchas veces chocaron con los valores tradicionales. Ella no se dejó frenar: seguía trabajando y forjando el camino. Según sus propias palabras: “Quiero probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo o un defecto, un crimen o un desatino, es su mejor adorno”.
Falleció el 24 de abril de 1875 pero dejó huellas imborrables en la educación.