domingo, 29 de junio de 2025
El padre De Agostini en una de sus tradicionales escaladas

Casi en el extremo austral de la isla Grande de Tierra del Fuego, muy cerca de Ushuaia, levanta su imponencia el monte Olivia. Su cumbre aún no había sido alcanzada, lo que constituía un abierto desafío para quienes gustaban del andinismo.

Cuando llegó a Tierra del Fuego el padre Alberto De Agostini, que desde niño había sido un apasionado alpinista, también se sintió tentado. Este misionero salesiano recorrió toda la Patagonia y junto con su tarea misionera estudiaba detenidamente las zonas que recorría, particularmente la cordillera, escalando muchas de sus cimas y dejando constancia de sus ascensiones en numerosas fotografías de singular valor que él mismo sacaba.

El 28 de febrero de 1913, en compañía de Abel y Agustín Pession, dos experimentados alpinistas italianos, salió de Ushuaia para emprender la arriesgada tentativa de vencer el hasta entonces invencible coloso. Las autoridades del Territorio Nacional les habían dado una bandera argentina para que la plantaran en la cumbre.

El 1º de marzo, muy temprano, iniciaron el ascenso. El misionero “en lugar de la piqueta llevaba el asta que debía sostener la bandera de casi un metro y medio de largo y me acuerdo que tuve que pasar malos ratos porque estorbaba cuando tenía que agarrarme con las dos manos a las rocas”.

Después de pasar varios momentos de angustia e incertidumbre, al fin, gracias a la pericia de los guías, a las diez y media de la mañana, estaban en la cumbre; juntaron unas cuantas piedras con las que formaron un sólido pedestal en el que aseguraron el asta de la bandera que flameaba airosa al cabo de media hora de trabajo.

Hora y media permanecieron en la cumbre para luego regresar al campamento de base donde pernoctaron. A la mañana siguiente emprendieron la vuelta a Ushuaia donde ya conocían desde el día anterior el éxito logrado, pues los oficiales del acorazado Almirante Brown, fondeado en la bahía, habían observado con el telescopio de a bordo la bandera argentina en la cumbre más alta del monte Olivia. En los días siguientes los pobladores de la ciudad más austral del mundo pudieron contemplar con orgullo, por medio de prismáticos, el pabellón nacional que ondeaba en la cúspide del Olivia, tenida hasta entonces como inaccesible.

Un grupo de 25 personas entusiasmadas quisieron dejar pública constancia del hecho y firmaron la siguiente declaración: “Los que suscriben, vecinos de esta Capital, atestiguan que en la tarde del día 2 de marzo de 1913 han observado, con ayuda del telescopio, flamear sobre un pilón de piedras en la cumbre más elevada del monte Olivia la bandera nacional, la que había sido colocada el día anterior como a las diez y media a.m. por una expedición alpinística que dirigió el R. P. salesiano D. Alberto De Agostini, en compañía de los guías Abel y Agustín Pession; lo que certificamos para que sirva de constancia. Ushuaia (Tierra del Fuego), a tres días del mes de marzo de mil novecientos trece”. Siguen las 25 firmas. Enviaron una copia de su testimonio a las autoridades de la Nación pidiendo una recompensa para el Padre De Agostini, pero no recibieron respuesta.

El Gobernador interino de Tierra del Fuego, Francisco J. Cubas, remitió al Padre De Agostini una nota de felicitación el 6 de marzo en la que expresa: “He visto flamear nuestra bandera en el pico más elevado del monte Olivia y convencido de las múltiples dificultades que ha tenido que vencer y considerando que han sido usted y sus guías, los hermanos Pession, los primeros en llegar a él, me siento congratulado en testimoniarles mis felicitaciones por el triunfo tan notorio que han alcanzado”.

Después de la ascensión del Padre De Agostini se intentaron otras, pero todas sin éxito. Recién en 1948 al construirse el dique sobre el río Olivia, fue descubierto un cañadón en el lado noroeste del monte por el que se podía ascender sin mayores dificultades hasta la cumbre. Uno de los obreros, David Münzimayer, en febrero de 1948, alcanzó la cumbre y pudo rescatar un trozo de la bandera argentina que había dejado el Padre De Agostini, y que se encuentra en el museo salesiano de Río Grande.

Esta acción, el Padre De Agostini la repitió muchas veces en los picos andinos a lo largo de 40 años. El 17 de diciembre de 1944 alcanzó la cumbre del San Lorenzo; allí dejó una imagen de María Auxiliadora en la seguridad de que “desde esa cumbre dominadora, que constituye el límite entre Argentina y Chile, velará por la paz entre ambas naciones hermanas” y junto a ella firmemente asegurada en los hielos un asta con la bandera argentina. “Ya ondea airosa en el mástil augusto de la elevada montaña la noble enseña argentina y sus colores blanco y celeste parecen admirablemente fundidos con el candor de la nieve y el azul del cielo”, dijo al narrar el hecho en una conferencia.

Sobre la trascendencia de la labor cumplida por el Padre De Agostini, Ernesto Reguerra Sierra, Jefe de la Biblioteca del Instituto Militar Argentino, manifestó: “Honró a nuestra enseña nacional, haciéndola flamear sobe-rana en nuestras cumbres bravías… El que contribuye a hacer la geografía de un país, develando sus lugares ignotos, colabora, en cierto modo, a hacer ese país y a De Agostini le cabe ese honor”.

Los misioneros salesianos no sólo contribuyeron a hacer la geografía en la Patagonia, su acción se extendió a otros aspectos aún más importantes. Asistieron a los diezmados indígenas y les ayudaron a adaptarse a las nuevas condiciones, fundaron hospitales y escuelas; no pocos se destacaron en las ciencias y la literatura… El padre Lino del Valle Carbajal publicó todavía en el siglo XIX la Primera Enciclopedia de la Patagonia en cuatro volúmenes, que mereció elogiosos comentarios en el ámbito internacional. Toda esa vasta e inigualada labor cultural culminó con la creación de la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco en 1961.

Fragmento del libro “Patagonia azul y blanca”, de Clemente Dumrauf

 

 

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