lunes, 30 de junio de 2025

 

Hacia fines de 1975, el Servicio de Informaciones entregó a la conducción montonera los planes del golpe de Estado que preparaban las Fuerzas Armadas. En ellos se detallaba el esquema para la aniquilación de montoneros. Estaba organizada en cuatro fases. La primera, ya iniciada en 1975, consistía en reducir el apoyo logístico de la guerrilla en el interior del país, en especial en Tucumán y en Córdoba, hasta lograr el “desmantelamiento militar” de esa región. Para este propósito, las fuerzas militares, por medio del Operativo Independencia y el III Cuerpo de Ejército, ya llevaban a cabo detenciones ilegales y aplicaban torturas en interrogatorios. La segunda fase preveía concentrar la acción militar en barrios del Gran Buenos Aires, con rastrillajes, control de vehículos, detenciones masivas, con el fin de difundir el terror, no tanto en los cuadros guerrilleros como en sus familiares, colaboradores y simpatizantes. En forma sucesiva, la represión militar continuaría con el aniquilamiento de aquellas bases obreras que adhirieran al proyecto revolucionario en los centros industriales. La última fase contempla la destrucción de los elementos residuales de montoneros en todo el país.

Lo explicaría Firmenich en una entrevista del año 1977 con el escritor Gabriel García Márquez:

“En octubre de 1975, cuando todavía estaba el Gobierno de Isabel Perón, ya sabíamos que se daría el golpe. No hicimos nada para impedirlo porque, en definitiva, también el golpe formaba parte de la lucha interna del Movimiento Peronista. Hicimos en cambio nuestros cálculos de guerra y nos preparamos para soportar, en el primer año, un número de pérdidas humanas no inferior a 1500 bajas.”

Montoneros ya estaba decidido a la confrontación directa con las Fuerzas Armadas. Quería subirla definitivamente al centro del escenario, provocar el enfrentamiento militar. Fue un cambio radical en su política. Hasta ese momento todavía mantenía contactos políticos con los Generales Albano Haruindeguy y Roberto Viola. La disputa interna en el peronismo había pasado a segundo plano. Las Fuerzas Armadas eran su nuevo enemigo.

El domingo 5 de octubre de 1975 alrededor de 70 combatientes montoneros asaltaron el Regimiento 29 de Infantería de Monte en Formosa. La planificación implicaba que un pelotón debía secuestrar en vuelo un avión de línea y dirigirlo hacia Formosa, mientras otros grupos debían tomar el aeropuerto de la Provincia y, de manera sincrónica, también el Regimiento. El ataque se realizó con seis camiones y 30 combatientes. Un soldado que les proveyó la información interna del Regimiento redujo a otro en el puesto de guardia. Los montoneros avanzaron sobre el puesto principal, el Casino de Suboficiales, la Compañía de Comando, la Compañía B y la Compañía de Servicios, hasta llegar a la sala de armas. Llegaron a descolgar los fusiles y los subieron a un furgón Ford F-350. Pero la avanzada en el resto del cuartel no fue sencilla. En todos los puestos se libraban combates. Además, desde el barrio militar, al lado del Regimiento, los Oficiales y Suboficiales fueron a defender la unidad aunque el grueso de los pelotones montoneros ya estaba en retirada en medio del desbande. El jefe del operativo, Raúl Yaguer, miembro de la conducción, se abrió paso entre el fuego para salir del Cuartel. Una camioneta Ford F-100 pudo escapar con una goma reventada. Los otros cuatro vehículos habían sido inutilizados. Media hora después del ataque, el Regimiento había sido recuperado por el Ejército. En su interior quedaban los cuerpos de diez soldados, un Sargento Primero, un Teniente. También murieron dos policías y dos civiles. El Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas y el aeropuerto ya habían sido reducidos cuando llegaron los guerrilleros desde el Cuartel. Cuatro de ellos escaparon con un avión cessna, y un minuto después partió el Boeing con 30 guerrilleros y la tripulación. El cessna aterrizó en Corrientes; el Boeing en un campo de la Provincia de Santa Fe. Montonero se fue del cuartel de Formosa con 16 muertos propios y un arsenal de apenas 18 fusiles automáticos ligeros (FAL) y una pistola 9 milímetros.

Con el ataque al Regimiento de Formosa quedaba demostrado que el poder militar y de organización de montoneros era demasiado precario para enfrentar a las Fuerzas Armadas, bien equipadas y cada vez con más experiencia de combate contra la guerrilla. Además, la conmoción que produjo el asalto al cuartel afianzó la impresión de que solo la restauración del orden y la autoridad podrán terminar con la violencia y el caos político y económico que signaban al país.

Ese 5 de octubre de 1975, Isabel Perón con licencia médica, descansaba en las sierras de Córdoba y Lúder estaba a cargo de la Presidencia. La respuesta Oficial fue inmediata. El Poder Ejecutivo emitió tres Decretos con los que creo el Consejo de Seguridad y el Consejo de Defensa; dispuso la realización de convenios con los Gobernadores, por los que la policía y el servicio penitenciario de cada Provincia quedaban bajo control del Consejo de Defensa, y habilitó a las Fuerzas Armadas para intervenir “en la ejecución de operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país”.

Párrafos extraídos del libro “ARGENTINA un siglo de violencia política” – Marcelo Larraquy

 

 

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