A Comodoro Rivadavia el crecimiento ha llegado de golpe, cuando las petroleras americanas empezaron a trabajar y nadie le avisó, al pueblo, que éstas se iban, tras pocos años de bonanza. Por eso la expansión de nuevos barrios se da en forma desordenada, con apuro; y no hay modo de pararlos, aunque las promesas de prosperidad ya se hayan diluido como burbujas en el aire. Quedan, eso sí, los problemas de comienzos de siglo: no sólo faltan el agua y el puerto, sino que ahora también se necesita espacio.
El Centro ya no sufre por el “Chenque Chico”, pero todavía están las vías del ferrocarril que llega hasta la playa ubicada entre Pellegrini y 25 de Mayo, calles que siguen cerradas desde Rivadavia. El viejo tren sigue uniendo a la ciudad con los campamentos más alejados, pero a la modernidad le resulta molesto y comienzan los pedidos para que se levante el ramal. Los nuevos vecinos ganan espacio como pueden, extendiéndose en la única dirección posible, hacia el Oeste, ganando tierras a la nada, aunque haya que sufrir años sin los más elementales servicios. Hacer un barrio es ir a vivir al campo, precisamente lo que comienza al transponer la calle Alem.
En medio de ese crecimiento “a lo guapo”, los barrios Roca y Pueyrredón ostentan el extraño privilegio de haber sido los únicos planificados como tales por el Estado Municipal, en base a un proyecto previo
Estos barrios surgen a partir del loteo impulsado por la Municipalidad. Sin embargo, el propósito no ha sido sencillo. En 1958, cuando la Municipalidad anuncia el loteo, de la noche a la mañana aparecen cercos perimetrales, desde la ruta 3 hasta la aguada Matías, colocados por quienes ven la oportunidad de ganarse un terreno en lo que será una importante zona residencial. Surge así el denominado “Barrio Alambre”, que no tendrá mucha duración: el intendente Morán no anda con vueltas y pide auxilio a la policía de Rawson y a las máquinas viales, que levantan todos los cercos ilegales. Al invitar por radio a los propietarios, para que retirasen sus alambres de los galpones municipales, nadie se presenta a reclamarlos, temiendo represalias por el intento de ocupación de tierras.
El propio Morán recordará, años después:
“Si no hubiéramos podido erradicar esas 84 viviendas no hubiéramos tenido más remedio que renunciar, porque el Municipio no hubiera podido controlar de ninguna manera un amplísimo sector de la ciudad. Mucha gente debe haberse sentido molesta por ese operativo, pero las posibilidades que depara ahora y para el futuro el barrio Pueyrredón, justifica la posición adoptada”.
A principios de los ’60, el barrio Pueyrredón es mensurado y sus terrenos se venden en remate público, mientras que también se apela al mecanismo de adjudicación por puntaje.
El Roca se planea como plan de 430 viviendas de la Cooperativa de Y.P.F., las que tras mucho esfuerzo logran entregarse a partir de 1969. Durante años, la única referencia urbana en la zona es el inconcluso edificio del “Hogar Escuela” que, en 1967, se convierte en el Liceo Militar General Roca. Desde 1965, la avenida Polonia se suma a esa estoica presencia urbana.
El barrio Industrial es otro de los pocos planificados con una finalidad específica, ya que la Municipalidad hace el loteo para radicar allí a las empresas de servicios complementarios a la actividad petrolera
Extraído del libro “Crónicas del Centenario”, editado por Diario Crónica en 2001