El bar Boca Juniors funciona durante años en la calle Pellegrini 885, hasta que una resolución de 1944, firmada por el comisionado municipal Ángel Solari, lo clausura definitivamente. El mandatario acusa al dueño del bar, Salvador Vilardo, por fomentar y explotar el juego por dinero, además de presentar antecedentes judiciales por 3 procesos por infracción a la ley de juegos, uno por lesiones y una por desacato.
Una resolución municipal puede ser tan dura como un gol en contra, pero no logra anular a la pasión que se siente por los colores amados. No la de Salvador, ni, mucho menos, la de su esposa, Isabel Anselmi de Vilardo, quien de niña ha sido nada menos que una de las fundadores del club de sus amores, allá por 1905, cuando aún vivía en el porteño barrio de La Boca, cerca de la esquina de Ministro Brin y Benito Pérez Galdos.
Así lo atestigua esa encomienda que recibió años atrás, en la década del 30 desde Buenos Aires, cuyo único remitente era un escudo del club: “Su contenido era algo muy sencillo… Era una pelota de futbol usada, con marcas aún frescas de los shoots”
Adornaba la misma unas cuantas firmas: “Yustrich, Cherro, Tarasconi, Evaristo, Cuco, Lazzatti, Tesorieri, Varallo”, entre los nombres del xeneize de aquella época. Entre las firmas, una pequeña dedicatoria que se explica imaginando a Isabel a sus 5 años indecisa entre el destino que debe dar a esas monedas que lleva en sus manos:
“A doña Isabel Anselmi de Vilardo, la mujer de donó 20 centavos destinados a golosinas para comprar la primera pelota del Club Boca Juniors”. Tan simple como eso: de pequeña, Isabel anduvo ayudando a fundar nada menos que un club tan grande como el de la franja de oro. De mujer el destino la trajo a Comodoro Rivadavia, donde fue una más de las que aportó su esfuerzo para hacer la ciudad que entonces empezaba a nacer. En ambos casos, el amor y la devoción de toda una vida han sido sus más grandes tributos.
Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en 2001