Hacia 1872, la línea militar de la frontera Sur con el aborigen se desplegaba por el Sur de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, pasando por el Norte, Oeste, Centro, Sur y Costa Sur de la provincia de Buenos Aires hasta Bahía Blanca y Carmen de Patagones. En el Norte, existía una línea militar contra los aborígenes del Gran Chaco.
Los aborígenes ubicados fuera de aquellas líneas mantenían inestables relaciones con autoridades nacionales y fronterizas. Para mantener la paz, los gobiernos debían someterse a una humillante y extorsiva política clientelar, por la cual, a través de complejos tratados de dudoso cumplimiento, se entregaban a los caciques artículos y beneficios para que no invadieran fronteras y provincias: era el llamado racionamiento o “negocio pacífico” con los aborígenes.
Los aborígenes atacaban estancias y poblaciones para apoderarse de ganado, capturar personas, saquear y depredar. Esas acciones desprestigiaban a los gobiernos; debilitaban la defensa fronteriza; afectaban la integridad territorial; y perjudicaban la colonización, el progreso económico y los proyectos modernizadores. El general Bartolomé Mitre dirá que el problema aborigen se solucionaría recién en 300 años…
Los aborígenes aprovecharon el descuido por las fronteras internas debido a la guerra del Paraguay (1865-1870) y a los conflictos internos del Litoral (1867-1871). A través de caminos bien definidos (“rastrilladas”), los aborígenes llevaban ganado robado en la provincia de Buenos Aires para venderlo en Chile, situación que instalará y profundizará de a poco la tensión con nuestros vecinos.
El cacique más poderoso fue el mapuche-araucano Calfucurá, nacido en Chile e instalado desde 1834 en Salinas Grandes, en la actual provincia de La Pampa. Formó y lideró la Confederación aborigen de Salinas Grandes, y fue amo y señor del vasto desierto pampeano-patagónico hasta 1873. Su influencia se extendió hacia los aborígenes de Chile.
Político astuto, hábil conductor militar y gran conocedor del territorio y sus “rastrilladas”, mantuvo iniciativa en las relaciones con nuestros gobiernos y aprovechó los conflictos de época para forzar tratados. Apoyó su estrategia en el triángulo Salinas Grandes (residencia, cuartel general y área de valor económico por sus recursos salineros); Carhué (zona de pastos para alimentar ganado robado); y Choele Choel (encrucijada de caminos y paso clave de la “rastrillada” a Chile en el río Negro). Con o sin tratados de por medio, invadía especialmente la provincia de Buenos Aires, abundante en ganado, pastos y aguadas.
En 1867 el Congreso Nacional aprobó una Ley para trasladar la lucha contra el aborigen y nuestra frontera Sur hasta el río Negro. Para ello, se debían establecer fortines y poblaciones sobre las costas de los ríos patagónicos para extender la línea fronteriza y afirmar la soberanía. En ese contexto, la lejana población de Carmen de Patagones, en el extremo Sur de la provincia de Buenos Aires y cercana a la desembocadura del río Negro, constituía un importante núcleo operativo y logístico.
Si bien nuestros conflictos postergaron el avance sobre el río Negro, en 1869 la Marina de Guerra efectuó algunas expediciones por aquel río. Una de ellas llegó a la isla Choele Choel, pero nuestras fuerzas se retiraron ante la presión de Calfucurá al mismísimo presidente Sarmiento: estaba claro que el todopoderoso señor de Salinas Grandes veía en peligro uno de los vértices de su triángulo estratégico y sus comunicaciones con Chile.
Aquella crítica situación tuvo un punto de inflexión con el combate de San Carlos (8 de marzo de 1872), en el cual fuerzas del Ejército Nacional y aborígenes aliados derrotaron a Calfucurá y a sus hordas de Salinas Grandes, y rechazaron la más importante invasión realizada hasta el momento sobre la provincia de Buenos Aires, lo cual inició la declinación del poder de Calfucurá.
En junio de 1872 el gobierno nacional decidió realizar una nueva expedición al Sur, para lo cual se confió a un experimentado oficial de nuestro Ejército, el sargento mayor Mariano Bejarano (1834-1911), la arriesgada misión de penetrar en el vasto y prácticamente desconocido desierto patagónico y tratar de llegar al lejano y no menos misterioso “País de las Manzanas” o “Las Manzanas”, ubicado en la región oriental de la cordillera de los Andes y en las nacientes del río Negro.
Con las atribuciones de un auténtico diplomático, Mariano Bejarano debía entrevistarse con los caciques Sayhueque, Ranqué Curá y otros jefes aborígenes, y verificar la aplicación del racionamiento o “negocio pacífico” entre sus tribus; por otra parte, dicho oficial debía aprovechar su viaje para registrar y tomar nota de “todos los datos posibles sobre el número de indios, calidad de los campos, clase y situación de las aguadas y cuanto pudiese interesar al conocimiento de esas regiones”, tal como indicaban sus instrucciones.
Nacido en Buenos Aires, Mariano Bejarano se incorporó al Ejército del Estado de Buenos Aires. Luchó contra la Confederación Argentina durante la guerra civil (1852-1861) y se halló en la batalla de Pavón (1861). Participó en numerosas campañas al desierto pampeano-patagónico, y poseía una gran experiencia en cuestiones de frontera y en el combate contra el aborigen. Se retiró en 1895 como teniente coronel de caballería.
El desafío que esperaba a Bejarano en su travesía exploratoria y diplomática al “País de las Manzanas” era tremendo y peligroso, pues debía recorrer a caballo territorios muy poco conocidos, en plena estación invernal, y soportando fuertes nevadas y lluvias; además, debía atravesar el verdadero corazón del mundo aborigen, poblado por numerosas tribus entre hostiles y de incierta amistad.
El sargento mayor Bejarano partió de Carmen de Patagones el 20 de junio de 1872 rumbo al inhóspito desierto y hacia las tolderías de “Las Manzanas”. Lo acompañaban dos soldados; el 1 de julio se le unieron el capitanejo aborigen Manuel Linares y cinco aborígenes, que servirían como escolta y baqueanos.
La marcha se realizó bordeando la costa Sur del río Negro, en dirección al Oeste. Los días 3 y 4 de julio fuertes temporales detuvieron a los expedicionarios, y el 5 llegaron a fortín “General Conesa”, donde descansaron. En el camino encontraron caciques pampas amigos, que se dirigían a comerciar a Carmen de Patagones. Entre el 11 y el 13 de julio exploraron la isla Choele Choel, en río Negro, sufriendo algunos temporales y encontrando otros caciques pampas en viaje a Carmen de Patagones.
El 16 de julio, en paso “Chichinal”, cruzaron el río Negro y continuaron el viaje por la costa Norte; dos días después atravesaron el río Neuquén, y tomaron rumbo Sudoeste, bordeando la costa Norte del río Limay. El 23, ya en el “País de las Manzanas”, Bejarano ubicó las primeras tolderías. Al día siguiente alcanzaron la toldería del capitanejo Willikcó, “quien tenía orden de retenerme hasta haber avisado al cacique Sayhueque de mi llegada”; por esos días, un fuerte temporal interrumpió la marcha.
El 27 de julio Bejarano llegó al río Collón Curá, donde sus expedicionarios descansaron, y dos días más tarde, se dirigieron hacia la toldería del cacique Sayhueque para entrevistarse con él, siendo rodeados en su marcha por una fuerza de unos 500 aborígenes. Llegaron a las tolderías de Sayhueque el 30; dicho cacique era el amo y señor del “País de las Manzanas” y había logrado mantenerse independiente de la influencia de Calfucurá y de la Confederación de Salinas Grandes.
Prácticamente durante todo el mes de agosto, Bejarano y sus compañeros sufrieron la rigurosidad del clima, padeciendo permanentes temporales de nieve y lluvias, bajísimas temperaturas y fuertes vientos. El 18 de agosto, Bejarano anotó que el cacique Sayhueque lo “invitó a ir a bolear avestruces a pesar de la nieve que caía”. En los días siguientes se exploraron los ríos Collón Curá y Caleufú.
El 26 de agosto Bejarano viajó a entrevistarse con los caciques Ranqué Curá y Nancucheo, atravesando terrenos densamente cubiertos por nieve y zonas con “montes de manzanas y cipreses, encontrándose bajo la nieve numerosos frutillales”. Regresó a las tolderías de Sayhueque el 6 de septiembre, y emprendió el regreso el 10.
En su retorno, Bejarano destacó la constante presencia de aborígenes de Salinas Grandes arreando ganado robado. Entre el 16 y el 18 de septiembre encontró aborígenes de los caciques Keupó y Pran, quienes “tienen tratados con el Gobierno” y que “llevaban caballos patrios y alguna ropa militar”, y, en la zona del río Neuquén, aborígenes del cacique Lucopó “ocupados del mismo modo”, es decir, llevando ganado robado. El 20 de septiembre ubicó cerca de la isla Choele Choel unos 30 aborígenes armados del cacique Ranqué Curá, procedentes de Salinas Grandes.
El 21 de septiembre Bejarano llegó a la isla Choele Choel, “en la encrucijada del camino a Salinas Grandes”, destacando que “sería conveniente establecer en ese punto una fuerte guarnición, porque forma la llave de los caminos para Salinas Grandes y para los indios de la Cordillera, y cerrada esta puerta quedarán concluidas las incursiones, privándolos de toda comunicación”.
Bordeando la costa Norte del río Negro, Bejarano alcanzó fortín “General Conesa” el 23 de septiembre, y al día siguiente fortín “General Mitre” (Guardia Mitre) y Carmen de Patagones, dando así por finalizado su audaz y riesgoso viaje al recóndito y misterioso “País de las Manzanas”, habiendo demostrado coraje, sacrificio, espíritu de servicio y gran tacto político y diplomático para tratar con Sayhueque y demás caciques.
Para tomar conciencia del permanente peligro a que estuvo expuesto Bejarano durante su travesía, él mismo señaló que “en cuanto a los indios con quienes tenía que tratar, debo observar que ellos estaban prevenidos contra mi persona por haberles dicho el cacique Payquecurá que yo iba a reconocer o espiar sus campos y fuerzas, y que era necesario matarme. El capitanejo Manuel Linares les aseguró que habían sido engañados y que para matarme tendrían que hacer lo mismo con él y con todos los que me acompañaban. Que mi misión era únicamente invitar a los caciques a arreglar nuevos tratados con el gobierno. El cacique Nancucheo declaró que me consideraba un amigo y que no permitiría que me hicieran daño. Se hicieron amigos todos los caciques y capitanejos dispensándome todo el mejor tratamiento que podían”.
En su “Diario de Viaje”, Bejarano señaló que “los resultados de mi excursión son fruto de la observación práctica; y si tienen algún valor, es por la exactitud de los hechos y de las cosas vistas, y creo merecerán llamar la atención sobre estas lejanas regiones en que hasta hoy rara vez han pasado otra gente que los indios”. Informó también que entre los caciques Sayhueque y Ranqué Curá podían reunir una fuerza aproximada de entre 800 y 1000 aborígenes.
Las observaciones apuntadas en su “Diario” sobre la geografía regional y las poblaciones aborígenes sirvieron como referencia para las expediciones que posteriormente se realizaron a los extensos territorios de Pampa y Patagonia.
El viaje del sargento mayor Mariano Bejarano constituyó una prolongación del importante triunfo de las armas nacionales en el combate de San Carlos (8 de marzo de 1872). Aquel periplo inició la penetración de nuestras fuerzas en el lejano y periférico territorio del “País de las Manzanas”, que será bautizado como “Triángulo Neuquino”; por otra parte, dicha expedición amenazó por retaguardia y desde el río Negro, a la isla Choele Choel, baluarte Sur del triángulo estratégico de Calfucurá y clave en las comunicaciones con Chile.
La arriesgada travesía terrestre de Mariano Bejarano y sus valientes acompañantes, y la apertura de un frente sobre el flanco Sur de la Confederación de Salinas Grandes, prepararon nuevos proyectos del gobierno nacional sobre fronteras y lucha contra el aborigen, a la vez que crearon las condiciones para la decisiva campaña sobre el desierto de Pampa y Patagonia del general Julio A. Roca a partir de 1879 y para las expediciones de las fuerzas nacionales sobre la región andino-patagónica.