Se les conoce como “evaluadores de pornografía”, la mayoría son mujeres y el año pasado lograron borrar más de ocho millones de “piezas de información dañina”. Investigadores de una universidad de Pekín han creado una diadema de ondas cerebrales capaz de detectar cuando una persona está viendo porno. Una nueva herramienta que esperan que acelere el trabajo de los censores.
Los censores de pornografía chinos puede que pronto tengan un nuevo juguete que les ayudará a meter un tijeretazo más rápido a eso que el gobernante Partido Comunista llama contaminación espiritual: una diadema conectada a un detector de ondas cerebrales que filtra los ruidos en la señal del cerebro causados por emociones, cansancio u otros pensamientos. Esa diadema está dirigida por un sistema de inteligencia artificial que usa algoritmos entrenados para detectar qué patrones son activados cuando el censor visualiza imágenes subidas de tono. Cuando eso ocurre, inmediatamente se activa una alarma.
Pongamos un ejemplo real para entenderlo mejor.
Su Nui es una mujer de 53 años que gana 7.000 yuanes al mes, que al cambio son casi 1.200 euros, por ver porno. De lunes a viernes, dos sábados al mes incluidos, se sienta delante de un ordenador y hace una especie de auditoría de cientos de carpetas con vídeos e imágenes que le ha enviado la Oficina Nacional contra Publicaciones Pornográficas, el órgano regulador del porno en China.
Son publicaciones que circulaban por la red y que necesitan ser revisadas por los censores para dirimir si se trata de contenido inapropiado en un país donde la producción, venta o difusión de pornografía acarrea hasta tres años de cárcel.
El trabajo de Su en China se conoce como jian huang shi. La traducción del mandarín quedaría como “evaluadora de pornografía”. La mayoría de las censoras son mujeres y el año pasado lograron borrar más de ocho millones de “piezas de información pornográfica y dañina” -así lo define una nota de la agencia estatal Xinhua- y más de 17.000 páginas webs con ese contenido “dañino”.
Equipo de censores chinos.
Si las censoras como Su trabajaran con la diadema de ondas cerebrales, podrían ver mucho más rápido todo el contenido pornográfico. Por ejemplo, en una transición rápida de miles de imágenes, el dispositivo, entrenado para ello, recibirá la señal antes incluso que la persona que está frente al ordenador se dé cuenta de que esa imagen no debe pasar el filtro pudiente del Gran Cortafuegos chino.
La diadema por ahora es un prototipo que acaba de presentar el departamento de ingeniería eléctrica de la Universidad Jiaotong de Pekín. “El dispositivo demostró que la colaboración hombre-máquina era factible para la detección de mala información”, explica Xu Jianjun, director del proyecto, en un artículo publicado en la revista especializada Journal of Electronic Measurement and Instrumentation.
Para el experimento, el equipo de Xu reclutó a 15 estudiantes de entre 20 y 25 años, a quienes se les colocó el detector de ondas cerebrales y se les mostró 60 imágenes, incluidas varias pornográficas. Luego se usó un algoritmo para aprender qué patrones fueron activados por las “imágenes ilegales”, lo que llevó a una tasa de aciertos de alrededor del 80%.
“A pesar del rápido desarrollo de la inteligencia artificial en los últimos años, los ojos y el cerebro humanos aún superan a las máquinas al detectar contenido pornográfico. Este dispositivo podría acelerar el trabajo de los censores que intentan detectar imágenes indecentes en internet. Se lleva el sujeto en la cabeza y puede detectar un pico en las ondas cerebrales provocadas por contenido explícito”, apunta Xu.
Los investigadores dicen que esta diadema puede ser muy útil para el creciente ejército de censores de Pekín, los jian huang shi, porque mejoraría la eficiencia de los sistemas de inteligencia artificial, que buscan en internet, mediante algoritmos, lo que el Gobierno chino considera contenido obsceno.
“Los sistemas existentes no pueden identificar rápidamente imágenes pornográficas cuando los escenarios están cambiando, pero los cerebros humanos pueden identificar tales imágenes en un período de tiempo muy corto”, escribieron los investigadores sobre sus experimentos revisados por pares. “Por lo tanto, sobre la base de las señales de EEG (electroencefalograma), podemos combinar las imágenes humanas con el aprendizaje automático para resolver los problemas”.
Otros científicos chinos han expresado su preocupación por las implicaciones éticas del dispositivo. “No existe una ley que regule el uso de tales dispositivos o proteja los datos que recopilan”, aseguró un especialista en cibernética de la Universidad de Ciencia y Tecnología de China en declaraciones al diario hongkonés South China Morning Post.
SORA Y SUS 90 PELÍCULAS
Durante la primera década del siglo XXI, la japonesa Sora Aoi fue la estrella del porno en China. Era la época en la que internet crecía a un ritmo vertiginoso en el gigante asiático y aún no había llegado la gran muralla digital censora. A falta de algún tipo de educación sexual en las aulas, los adolescentes chinos abrazaron como un aprendizaje en la intimidad de sus dormitorios las más de 90 películas de Sora.
Hace un par de años, Sora, que ya llevaba tiempo apartaba de la industria del Cine X, anunció que se casaba. La noticia provocó en Weibo, el Twitter chino, una oleada de más de 170.000 mensajes de agradecimiento. “Crecimos con tus películas y siempre te apoyaremos”, escribió un fan.
Para meterse en páginas porno, los usuarios chinos suelen recurrir a una VPN: un software que conecta el móvil o el ordenador a la red de otro país. También es ilegal, aunque no está tan perseguida como la pornografía que se cuela en el ciberespacio de un país en el que viven 1.400 millones de personas.
De vez en cuando aparecen extraños servidores en la red que consiguen saltarse los controles y publicar contenidos sexuales explícitos pirateados de algún país vecino asiático. No suele durar mucho ya que la máquina censora de Pekín es de las mejores del mundo en su trabajo.
Hace unos años, la televisión de la provincia de Hunan, al sur de China, entrevistó a un hombre de 70 años llamado Liu Xiaozhen que trabajaba como censor de porno. Liu explicaba que su equipo revisa el material incautado por la policía. Contaba que en la última redada habían recibido 700 películas y una semana de plazo para analizarlas. Liu debía calificar el material según su origen (occidental, japonés…) y etiquetarlo según las imágenes que se vean.
Trabajo similar tenía el año pasado Xu Li, treintañera de Pekín, hasta que fue despedida de su empresa censora por recortes de plantilla. “Pasaba desde las 9.00 horas hasta las 18.00 revisando cientos de URL que les enviaban plataformas online y algunos internautas que consideraban que ese contenido que se habían encontrado navegando podía ser ilegal”, explica Xu.
“Durante los seis años que estuve trabajando allí vi de todo. Un día normal podía revisar más de 500 cintas. Lo más espeluznante que me encontré fueron vídeos de violaciones a mascotas”, sentencia.
Por muchas provincias chinas hay empresas tecnológicas privadas como en la que trabajaba Xu, que ofrecen un servicio de limpieza en red a las autoridades. Suelen trabajan con la policía y con la Oficina Nacional contra Publicaciones Pornográficas. A la habitual ayuda de los programas de inteligencia artificial con los que cuentan los censores, pronto se podrá unir la diadema de ondas cerebrales capaz de detectar cuando una persona está viendo porno al leer su mente.
Fuente: elmundo.es