Mefisto, de István Szabó, una obra maestra sobre el arte y la traición, ganaba el Oscar de Hollywood, mientras en Alemania se apagaba temprano la vida de Fassbinder, un creador de cine de tormento y talento. Se suicidaba Romy Schneider, Sofía Loren marchaba presa por evadir impuestos. En Polonia iba a la cárcel Lech Walesa, el jefe de los sindicatos obreros.
García Marques recibía el Nobel. Matanza del ejército en una aldea de El Salvador. En Guatemala en General Ríos Montt asaltaba el poder, proclamaba que Dios le había confiado el mando del país y anunciaba que el Espíritu Santo iba a dirigir.
Egipto recuperaba la península del Sinaí, ocupada por Israel desde la Guerra de los Seis Días. El primer corazón artificial latía en el pecho de alguien. En Italia, el Papa sobrevivía a su segundo atentado. En España, recibían condena de 30 años los Oficiales que habían organizado el asalto al Congreso de Diputados y Felipe González iniciaba su fulminante carrera hacia la presidencia del gobierno, mientras se inauguraba en Barcelona el duodécimo campeonato mundial de futbol.
Participaron 24 países, 8 más que el año anterior, pero América no salió beneficiada en el nuevo reparto: hubo 14 equipos europeos, 6 americanos y 2 africanos, además de Kuwait y Nueva Zelanda.
En la primera jornada, el equipo argentino, capeón mundial, cayó derrotado en Barcelona. Pocas horas después, muy lejos de allí, en las Islas Malvinas, los militares argentinos fueron vencidos en su guerra contra Inglaterra.
A lo largo de los días siguientes, la tele mostró las imágenes de la copa del 82: la túnica al viendo del Jeque Fahid Al-Ahmad Al-Sabah, que invadió la cancha para protestar un gol de Francia contra Kuwait; el gol del Ingles Bryan Robson, al medio minuto, el más rápido de la historia de los mundiales; la indiferencia del arquero alemán Schumacher, después de haber desmayado de un rodillazo al delantero francés Battiston. (Antes de ser guarda menta, Schumacher había sido herrero).
Europa ganó los primeros puestos del campeonato, aunque Brasil exhibió el mejor futbol en los pies de Zico Falcao y Sócrates. La Selección Brasilera no tuvo suerte pero deleitó al público, y Zico, que venía de ganar el título de mejor jugador de américa, supo justificar una vez más la zicomanía en las tribunas.
La copa fue para Italia. La Selección Italiana había empezado mal, a los tropezones, de empate en empate, pero repuntó después, gracias a la buena armazón de conjunto y a las oportunas ráfagas de Paolo Rossi. En la final contra Alemania, Italia se impuso 3 a 1.
Polonia, guiada por la buena música de Boniek, entró en el tercer lugar. El cuarto puesto fue para Francia, que había merecido más por la eficacia europea y la alegría africana de su memorable línea media.
El italiano Rossi encabezó la tabla de goleadores, con 6 goles, seguido por el alemán Rummenigge, que metió 5 tantos y prodigó fulgores
Párrafos tomados del libro: “El futbol a sol y a sombre” – Eduardo Galeano