domingo, 15 de septiembre de 2024

Amnistía Internacional denuncia el uso de armas prohibidas por los convenios internacionales en el conflicto entre Ucrania y Rusia

 

En Járkov, cualquiera puede morir en cualquier momento. Haciendo la cola para recibir ayuda humanitaria, caminando por la calle, en el sofá de tu propia casa (si sigue en pie) o llorando en el cementerio a los caídos. La muerte es indiscriminada; las armas empleadas, prohibidas; y los crímenes cometidos, de guerra.
Amnistía Internacional (AI) denuncia en su último informe la carnicería perpetrada por el ejército ruso contra cientos de residentes en la segunda urbe más grande de Ucrania. La ONG documenta 41 ataques en los que se han empleado “bombas de racimo 9N210 y 9N235”, así como minas antipersonas, ambas prohibidas por los tratados internacionales.
Es la última prueba del uso de armas tan letales que violan las leyes de la guerra y que ambos bandos se acusan mutuamente de emplear desde que comenzó el conflicto.

ATAQUES INDISCRIMINADOS
La ilegalidad del uso de una determinada arma se estipula en el derecho internacional consuetudinario: “Queda prohibido el empleo de armas de tal índole que sus efectos sean indiscriminados”. Es decir, aquellas que no pueden dirigirse contra un objetivo militar o cuyos efectos no pueden limitarse, como exige el derecho internacional humanitario.

BOMBAS DE RACIMO
No solo causan efectos indiscriminados, sino que tienen un efecto de gran alcance, lo que las hace intrínsecamente imprecisas. La bomba de racimo o bomba de fragmentación -que fue empleada por primera vez por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial- puede lanzarse desde tierra, mar o aire y en su interior guardan múltiples submuniciones que expanden su alcance devastador. “El uso reiterado de bombas de racimo prohibidas es escandaloso, y una muestra más del absoluto desprecio por las vidas civiles. Las fuerzas rusas responsables de estos terribles ataques deben rendir cuentas por sus acciones, y las víctimas y sus familias deben recibir una reparación completa”, afirma Donatella Rovera, asesora general sobre respuesta a las crisis de AI.

La tarde del pasado 15 de abril, al menos nueve civiles perdieron la vida y más de 35 resultaron heridos, entre ellos varios menores, tras disparos rusos de municiones de racimo en la calle Myru y sus alrededores, en el barrio de Industrialni. En el ataque resultó gravemente herida Oksana Litvynyenko, de 41 años, que se encontraba en un parque infantil cercano con su marido Ivan y su hija de cuatro años. La metralla le perforó los pulmones y la columna vertebral, según recoge AI.
“De repente, vi un destello […]. Agarré a mi hija, la empujé contra el árbol y lo abracé, para que quedara protegida entre el árbol y mi cuerpo. Había mucho humo y no podía ver nada […]. Mi mujer Oksana yacía en el suelo. Cuando mi hija la vio sobre un charco de sangre, me dijo: ‘Vamos a casa; mamá está muerta y la gente está muerta’. Estaba en estado de shock, y yo también. Todavía no sé si mi mujer se recuperará. Los médicos no pueden decir si podrá volver a hablar o caminar”, relató Ivan.
En 2008, su prohibición completa fue aprobada por más de 100 países en la Convención sobre Municiones. Rusia no está entre ellos.

MINAS ANTIPERSONA
Esta mina terrestre está diseñada no solo para matar, sino para incapacitar a sus víctimas mediante la mutilación. De esta forma, se logra colapsar además los servicios médicos del enemigo. Su ilegalidad está recogida en la Convención sobre la prohibición de minas antipersonales (o Tratado de Ottawa), en vigor desde 1999, pero que tampoco cuenta con la firma de Rusia, China o EEUU.
Su uso indiscriminado en suelo Ucraniano se ha documentado desde 2014, cuando comenzó el conflicto en el Donbás. Ambos bandos se acusan de usarlas contra militares pero también contra civiles, dejándolas bajo los cadáveres, en suelo urbano o en las zonas de retorno de refugiados. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) unas mil personas han muerto en Ucrania por minas antipersona, siendo una de las principales causas de las bajas civiles.
Su principal problema es que están ocultas bajo tierra y pueden explotar mediante un detonador o por cualquier vibración, incluida la de un teléfono móvil, lanzando fragmentos a largas distancias. Su desactivación y eliminación es muy compleja ya que pueden permanecer ocultas durante décadas. “Exige una total concentración y estar constantemente en forma, pues cualquier error es fatal”, explica a Efe Antov Pavchencko, uno de los equipos que desactivan estas minas y otros explosivos que quedan tras los combates en los alrededores de la ciudad ucraniana de Járkov. Aunque reciben formación regularmente, “es algo que no terminas de aprender en tu vida”, añade.

BOMBAS DE FÓSFORO BLANCO
El pasado marzo, el Gobierno de Ucrania denunció el uso por parte de Rusia de bombas de fósforo blanco en varios puntos del país, como Lugansk.
El fósforo blanco es un elemento químico que ha tenido un amplio uso militar como agente incendiario en la I y la II Guerra Mundial. En contacto con en oxígeno a más de 30 grados genera una gran humareda y una deflagración muy difícil de apagar. Sus efectos en las personas son profundas, extensas y dolorosas quemaduras de segundo y tercer grado que no cesan hasta que no queda nada de oxígeno, por lo que pueden llegar a consumir hasta los huesos.
Las acusaciones de Kiev a las tropas rusas no han sido por el momento verificadas por ningún organismo independiente, pero de ser así se trata de otro tipo de arma ilegal según la Convención de Armas Químicas de 1997.

PROYECTILES NO GUIADOS
Con un margen de error de más de 100 metros, los cohetes no guiados -como los Grad y los Uragan, utilizados habitualmente por las fuerzas rusas, según denuncia AI- son imprecisos y causan daños indiscriminados cuando se utilizan en zonas residenciales, donde se concentran edificios y población. La ONG no exime a Kiev de esta práctica y afirma que “lanza a menudo ataques desde barrios residenciales, poniendo en peligro a la población civil de estas zonas” y violando el derecho internacional humanitario.

ARMAS NUCLEARES, ROBOTS ASESINOS…
En la lista de armas prohibidas por la ley internacional aún queda artillería. Por el momento no hay constancia ni acusaciones mutuas del empleo de armas nucleares (aunque sí amenazas) ni robots asesinos, que puede sonar a ciencia ficción pero que ya se están desarrollando en China, Israel, Corea del Sur, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos. Se trata de sistemas autónomos, sin control humano, y que decidirían sobre objetivos concretos. Pero por el momento, pertenecen a las guerras del futuro.

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