Uruguay presenta una nómina estimable de jugadores, algunos jóvenes muy emergentes y otros zorros viejos de los que se espera que sepan moverse en los vértigos de un Mundial. Su estreno en Qatar, sin embargo, dio para poco pese a mandar dos pelotas a los palos. Ni ofreció buen juego ni disfrutó del sentido de la oportunidad. Solo con balones largos en la primera mitad y con un arreón final alteró el pulso de una Corea del Sur con buenas intenciones, pero escasa de miga.
El más ilustre de sus mayores, Luis Suárez (35 años y máximo goleador histórico, con 67 tantos), transitó por el Education City en el más absoluto de los silencios y con la sensación de que el momento le superaba. Anclado arriba para buscar el espacio, no tuvo ninguna huella en toda la tarde y acabó relevado por otro de su par, Edinson Cavani, que tampoco la cazó. Mientras, el mejor de sus jóvenes, Fede Valverde, solo levantó la mano con un zurriagazo de su nuevo cuño en el minuto 89. Acalambrado hacía un rato, soltó un derechazo que terminó en el exterior del palo. Con su país se ubica como un interior más clásico y no orillado a la derecha como en el Madrid, pero su fútbol pesó poco y tampoco pudo redimirse con un trueno de los suyos. Solo la insistencia arriba de Darwin Núñez, un guerrillero, con menos años (23) que Suárez y más armadura, agitó a los sudamericanos. Nadie le pudo reprochar que no insistira en la faena.
Uruguay demostró pronto que no estaba para manosear mucho el balón. Le va más la colisión, el juego largo y las contras para Suárez y Núñez. Rusticidad llegada del otro lado del océano. Un cuarto de hora tardó en tejer la primera posesión de verdad, y no llegó a ningún sitio. Otra cosa fue cuando empezar a mandar balones campo a través. Ahí sí, sin reparos y punzante durante un tramo de la primera parte. Se la puso Godín a Valverde, que rompió por dentro y la mandó arriba a la media vuelta. Seguida, otra desde la defensa hacia Pellistri, que prolongó y por una micra no la cazó Darwin Núñez. Y en un córner la agarró arriba Godín y la estampó en el palo.
La lírica que desdeñó Uruguay es toda a la que aspiró Corea del Sur, un equipo con hechuras, que le gusta tocar. Le falta ese punch, un pecado muy asiático, pero el peloteo lo domina y a Uruguay tampoco le importaba ese plan de partido. En el medio tienen a un mediocentro, Hwang In-beom,
Por la derecha percute Na Sangho y por la izquierda cuenta con su mejor elemento, el spur Son, que apareció con una máscara por una fractura en la cuenca del ojo izquierdo y que no entró en calor hasta la segunda parte. Los orientales solo tuvieron una hasta el descanso, pero fue muy clara: con el portero Rochet bastante vendido, el delantero Ui-jo Hwang la envió arriba.
La segunda mitad se agitó, cómo no, con otro pelotazo charrúa. Darwin Núñez recibió en la izquierda, rompió a su defensor por pura fuerza, ganó la línea de fondo y el portero Kim Seoung Gyu se la sacó. Había pasado un cuarto de hora después de la pausa y la jugada empezó a inclinar el campo hacia el lado uruguayo. Con Betancour y Vecino como acompañantes de Valverde en el medio, el fútbol no era muy fluido. Se trató más de fuerza y sentido de la obligación, no cabía otra. Lo intentó Darwin con un disparo cruzado que no encontró puerta y tampoco la cabeza del asilvestrado Cavani.
Respondió, eso sí, Corea del Sur con dos intentos lejanos, sobre todo con uno de Son inmediatamente después al palo de Valverde. Aunque solo fuera por el ruido final, el encuentro tomó otro volumen pero ahí acabó todo. Otro empate a cero, el cuarto en los 14 partidos que habían terminado a estas alturas del jueves en Qatar. A Uruguay le quedan Portugal y Ghana, así que el empate le obliga a redoblar prestaciones si quiere alcanzar los octavos, la nota mínima para esta histórica.