En 1901 el indígena José Carril se radicó al sur del departamento Río Senguer, en una pequeña sierra que se eleva como una isla en medio de las mesetas. Dichas sierras fueron bautizadas por los pobladores de la región con el nombre de “Sierras del Carril”, en su homenaje. Era propietario de una tropa de carros, con la que transportaba mercaderías entre la cordillera y el puerto de Comodoro Rivadavia. Según el escritor Asencio Abeijón, era uno de los personajes más interesantes del sur de Chubut, al que lo rodeaba una cierta aureola de misterio.
Carril solía narrar los combates entre indígenas y el Ejército argentino ocurridos en la región de la Pampa Húmeda y en las Provincias de La Pampa, Neuquén y Río Negro. Cuando era niño, su tribu peleó contra las tropas de Rosas, por lo que debieron replegarse a la región cordillera del Neuquén, al sur del río Colorado. Los últimos años, antes de la caída de Rosas, lo pasaron relativamente tranquilos. Luego, cuando supieron que Rosas había sido derrotado, comenzaron a incursionar más al norte. Pasaron los años, y después debieron afrontar una nueva campaña militar, la del General Roca. En la década del 1880, en la región limítrofe entre Río Negro y Neuquén, participó de un cruento combate. Ya derrotados, los indígenas se entregaron cautivos o se adentraron en el Territorio de Chubut, huyendo del embate de las tropas. Según relataban quienes lo conocieron, participó del combate de Apeleg, ocurrido en 1883. Años después se radicó en la sierra que sería bautizada con su apellido. Recién cuando llegó al sur de Chubut, Carril comenzó a tratar a los colonos, de los que nunca había sido amigo. Pronto asimiló la nueva forma de vida, progresó rápidamente y se transformó en un “indígena rico”.
Además de ser propietario de varias chatas, poseía miles de cabezas de ganado lanar, cientos de vacunos y caballos. Ocupó las tierras que se tienden entre el curso inferior del río Mayo y la Sierra del Carril, unos 30 kilómetros compuestos por valles, cañadones, cerros y extensas mesetas. Con el transcurrir de los años, fue perdiendo tierras en la medida que se las ocuparon colonos. Otras, como las que abarcaban parte del valle del río Mayo, las dejó en manos de algunos de sus hijos. Carril se casó con dos tehuelches septentrionales Genona y Piñoicaen. Las mujeres eran hermanas, y Carril formó familia con la segunda cuando falleció la primera. Con Genona tuvo cinco hijos y uno con Piñoicaen.
Durante su último viaje a Comodoro Rivadavia, el conductor de una chata cayó del pescante y una de las ruedas le pasó por encima. Aunque de inmediato lo trasladaron al pueblo, no había mucho por hacer. Falleció algunas horas después. Al die siguiente Carril regresó de Comodoro, cabizbajo, y se detuvo un momento en el boliche La Mata para buscar unas pertenencias del muerto. Abeijón y uno de sus hermanos observaron la partida del viejo indígena:
*Don José se arrimó a su caballo y, medio oculto detrás del mismo, nos pareció verlo reprimir un sollazo y lagrimear. Nos quedamos asombrados. Nunca habíamos visto llorar a un hombre. De inmediato montó a caballo con cierta dificultad y, en ese momento, nuestra vista joven vio sus lágrimas” (Abeijón, 1976).
Los niños entraron al boliche y contaron lo visto, pero les carreros que se encontraban presentes no les creyeron y hube risas generalizadas. No podían creer que un hombre que había peleado contra Rosas y Roca, hubiese llorado.
Ese fue el último viaje de Carril. Desde entonces sus hijos y yernos se ocuparon de la tropa de carros. Pero como don Carril estaba tan acostumbrado a la actividad, se inquietaba cuando estimaba que el regreso de la tropa se demoraba más de lo debido. Entonces, seguido por su perro, cabalgaba hasta la cima de la Sierra del Carril, desde la cual podía observar el camino que conducía a la costa. Al caer la noche regresaba a su hogar. Luego repetía el viaje al día siguiente, una y otra vez, hasta que aparecían sus chatas. En una oportunidad, tras ausentarse durante dos noches seguidas, sus familiares fueron a buscarlo. Lo encontraron en la cima, tendido boca abajo, con los brazos cruzados debajo de la cabeza. Su perro y su caballo permanecieron inmóviles a su lado, esperando que su amo se levantara.
En la actualidad perdura la toponimia que se originó en base a su apellido: Sierra del Carril, Cañadón Carril, Aguada del Carril, Laguna del Carril y Estancia Sierra del Carril.
Libro “La colonización del oeste de la Patagonia central”, de Alejandro Aguado.