Por Marcelo D. Giusiano para La Voz de Chubut
Desde tiempos remotos el hombre ha desafiado a la naturaleza, sea para asegurarse su sustento o su vivienda, en definitiva la subsistencia en ambientes hostiles a los que necesitaba adaptarse. También esos desafíos en su tiempo de ocio estuvieron cubiertos por largos traslados, paseos y la práctica del montañismo, entre otras actividades. Esa majestuosidad que imponen los cordones montañosos llamó desde siempre la atención y las ansias de conquistar sus cumbres.
Esta breve reseña, solo intenta rescatar, algunas voces, que de manera directa o indirecta se relacionaron con aquella triste historia acontecida hace hoy exactamente 61 años, cuando un grupo de jóvenes montañistas movidos por ese espíritu aventurero que los lleva a desafiar cualquier tipo de peligro, realizaron la segunda cumbre en la historia de nuestro Cerro Tres Picos, una de las cumbres más altas de Chubut.
También es mi intención, a lo largo del escrito, ir nombrando a aquellas personas que desde sus roles de baqueanos, médicos, gendarmes, montañistas en esos días tuvieron diferente participación en la historia.
Una tarde de Octubre del 2021 participé como testigo privilegiado de una charla, asado de por medio, en la casa de Olguita Nasif donde uno de los invitados, Federico Laje, relató la trágica aventura de la expedición al Cerro Tres Picos en primera persona, siendo él en ese momento un joven andinista. También se encontraban en la reunión miembros del Club Andino Piltriquitrón de El Bolsón, Natalia, la hija de Lino Silvestrone, otro de los miembros de aquel ascenso y un puñado más de vecinos relacionados a la actividad como don Gerardo Rudolph.
Ese día pude comprender, por la pasión observada en las palabras de Laje, qué los mueve a esos hombres y mujeres que practican el montañismo y la escalada como un medio para alcanzar sus objetivos. El compañerismo, el trabajo en equipo, la solidaridad y ese profundo amor por la naturaleza y la montaña.
La expedición estaba integrada por Aurelio Castelli como líder de la misma, Dante Nilo Silvestrone como fotógrafo, Carlos Giménez, Ignacio Saenz, Ignacio Unsain y Federico Laje, el más chico de todos con apenas 17 años de edad. El mismo recordó que en lugar de optar por su viaje de egresados de la secundaria a Brasil, no dudó en elegir la expedición al Cerro Tres Picos en la Patagonia Argentina.
Fue atrapante todo el relato, desde la organización del viaje, la llegada y traslado a El Turbio, la cumbre, el fatal desenlace y el rescate y traslado de Lino Silvestrone muy golpeado y con severas fracturas hasta El Bolsón.
Es así que el 20 de Enero de 1964 llegó a El Bolsón desde Córdoba un grupo de escaladores del Club Andino Córdoba, con experiencia en la montaña y el firme propósito de realizar una expedición al Cerro Tres Picos ubicado en el extremo Noroeste de la provincia de Chubut. Al otro día, ya en el Parque Nacional Lago Puelo, los expedicionarios cruzaron el lago Puelo en la lancha de Parques Nacionales conducida en esa oportunidad por el vecino, Oscar Rietmann, empleado de la institución e hijo de una familia pionera que residía en jurisdicción de la citada área natural protegida.
Una vez en El Turbio, al día siguiente, y con el acompañamiento de otro poblador de antigua familia, Beto Fernández, ejerciendo como baqueano, llegaron a la base del Cerro Cubridor luego de transitar 15 duros km de bosque nativo. La jornada del Jueves 23 fue dura también y se hizo sentir el peso de cada mochila de poco más de 30 kg cada una. Para la tarde lograron armar el campamento base frente a la Torre Tuma a unos 1800 metros de altura.
Al día siguiente – Viernes 24 de Enero – salieron del campamento base los seis montañistas quienes luego de atravesar un campo de nieve y los contrafuertes de la torre lograron, a través de la escalada en roca, hacer cumbre en la Torre Tuma de 2492 metros a las 20 hs.
Si bien ya había leído en el diario “El Bolsón” de aquellos días una minuciosa descripción de la travesía de parte de otro montañés y reconocido vecino de El Bolsón, don Mario Márquez, o detalles del rescate en el Diario “Esquel”; no puedo dejar de transcribir textualmente lo narrado por Federico Laje sobre el accidente y posterior rescate por la carga emotiva de uno de sus protagonistas, mientras proyectaba fotografías del grupo y de la escalada: “Habíamos hecho cumbre a la tarde. Estábamos los seis y ya la niebla era espesa. No pudimos ver nada a nuestro alrededor, que es la obsesión de todo escalador al llegar arriba. Buscamos y encontramos el testimonio de quienes habían llegado antes (…). Había que empezar a bajar y rápido. Nos íbamos dando cuenta que la niebla era casi llovizna y la tarde casi noche y seguir así era perder definitivamente el rumbo. Por eso hicimos lo mejor y lo único posible, improvisar un vivac en el medio de aquella pared hasta que aclare. Colgados de sogas y armados de paciencia esperamos con incertidumbre (…) Con los cuerpos entumecidos y la primera claridad decidimos seguir bajando. La escalada propiamente de la pared el día anterior nos llevó más o menos 8 hs, más el acercamiento por el glaciar desde el campamento base (…)”.
De tanto en tanto, los jóvenes presentes, miembros del Club Andino Piltriquitrón, aportaban desde su conocimiento de la montaña o contestaban a consultas del Sr. Laje. Tal es el caso de Tomás Luquet, actual Guía Nacional de Alta Montaña, quién nos relataba sobre anteriores ascensiones o intentos de hacer cumbre de expedicionarios ilustres del Club Andino Bariloche en las décadas de 1940 y 1950. El reducido auditorio compuesto de una veintena de personas estaba en vilo por lo que esa tarde-noche se estaba contando. También resultaban importantes y esclarecedores los oportunos comentarios de Natalia Silvestrone sobre el rescate de su padre, que se iniciara en aquella negra jornada del 25 de Enero, tiempo después de acontecido el accidente.
Federico continúa con su historia: “El cansancio natural se aumentaba por efectos de la noche interminable, lo que para nosotros en todo caso, no era otra cosa que enfrentarse a los imprevistos propios de aquellos que tenemos ese inconcebible y obsesivo afán de andar metido entre las rocas y las nieves eternas, que hasta entonces solo conocíamos a través de los libros o de experiencias ajenas. Pero, la realidad se convirtió en tragedia y enseguida se nos vino encima la primera muerte de un querido compañero. En pleno descenso y realizando un rapel la soga se atasca lo que obliga a Carlos Giménez a ascender a través de sus brazos, y al llegar a cierto punto pide que la aseguren y en ese instante no sabemos porque cae y se golpea la cabeza en un pedrero y muere en el acto. No dudamos en bajar su cadáver, a pesar de las dificultades previsibles. Nos separamos de la siguiente manera: Ignacio y Nilo bajaban primero y ayudaban y guiaban desde abajo. Nachi y yo quedábamos últimos, con la misma función desde arriba. Y en el medio, Castelli, que bajaba acompañando el cadáver enrollado en sogas que manejábamos desde arriba y desde abajo. Por su parte, Castelli, garantizaba que las sogas y el cuerpo sin vida no se atascaran en las rocas. Ahí vino la segunda parte de la tragedia, la descomunal avalancha de piedras, un ensordecedor alud que se origina precisamente donde estaban Castelli y Giménez que se los lleva a los dos mezclados entre tanta piedra y polvo generando confusión y espanto. A esa altura ya los fallecidos eran dos. Cuando nos juntamos los cuatro que quedábamos tomamos la decisión de no intentar recuperar ambos cadáveres los que ni siquiera podíamos ver ya que estaban tapados. Si tomamos la decisión de salvar la vida de Nilo que también había sido alcanzado por ese alud y que había quedado muy maltrecho con las rodillas y una mano destrozadas. Gracias a que su cuerpo aún se mantenía caliente pudo colaborar en su descenso de la pared, pero al enfriarse en el largo trayecto al campamento con muy fuertes dolores solo pudo avanzar colgado de dos de nosotros paso a paso, esa noche no sabíamos que pasaría al otro día (…)”.
La charla tuvo como un cierre de una primera parte en la que Laje relató el viaje, la escalada y el accidente y casi de manera natural se hizo un intervalo en el que los contertulios, asombrados por el desgarrador relato solo atinábamos a bombardearlo con preguntas como buscando más detalles para entender cómo se sobrepone un grupo de amigos ante la muerte de dos de ellos poniendo como premisa salvar la vida de un tercero y de las propias frente a las adversidades propias de la montaña.
El relato de aquella tarde era casi coincidente con unas cartas que Laje había escrito a una sobrina en oportunidad de cumplirse 30 años del doloroso evento, el que posteriormente reeditó a pedido de sus amigos del Grupo Andino Villa Carlos Paz, artículo al que tituló: “Tragedia en el Cerro Tres Picos, Provincia de Chubut”.
Por Marcelo D. Giusiano para La Voz de Chubut