Podríamos decir que era un viejo lobo de mar. Que trabajo durante toda su vida construyendo grandes buques cargueros y que pensaba quedar inscripto en la historia del libro Guinnes por dar la vuelta al mundo en el velero más chico que se haya hecho y que el mismo moldeo con sus manos.
Se llamaba Evgeniy Gvozdev, era un marino ruso que daba la vuelta al mundo en un velero de poco más de tres metros. “Quiero entrar en el libro de los Guinnes”, dijo orgulloso mostrando la pequeña embarcación que construyo en el balcón de su casa con los restos de fibra que encontró en las calles de Mahhachhala, la ciudad desde donde había partido un año antes.
Gvozdev pasó por Puerto de Rawson hace unos años, estaba ansioso por hablar: camina por el muelle, se detiene, mira el mar, nos hace señas mientras recorremos el muelle de punta a punta conversando pausadamente para poder entendernos. En varias oportunidades nos dijo que no nos olvidáramos de agradecer a los integrantes de la subprefectura y en especial al Prefecto Víctor Andreanelli, que no solo dio la orden para que el velero pudiera ser remolcado hasta el muelle sino que le permiten utilizarlas instalaciones para bañarse y poder comer “ricos asados”. También hizo un especial reconocimiento a los inspectores de pesca, que “han sido muy solidarios”.
EN SU SEGUNDA VUELTA AL MUNDO
Llevaba más de un año y cinco meses de viaje desde que dejó su ciudad natal en el puerto de Mahhachhala, en la república rusa de Dagestan, despidiéndose de sus familiares, amigos y curiosos el 17 de mayo de 1999.
Ese día emprendió con su velero, llamado “said”, su segunda vuelta al mundo, ya que la primera la hizo entre 1992 y 1996 dejándole una gran experiencia, “en especial cuando una ballena me levanto el velero por los aires en pleno Océano Pacifico” y el susto que sufrió cuando un grupo de piratas somalíes votaron para fusilarlo: “ me rodearon en el velero y me preguntaban si era americano, yo les gritaba que era ruso pero ellos insistían si era americano y yo más fuerte le gritaba ¡¡¡soy ruso, soy ruso !!!, me sentí morir en manos de esos piratas que votaron entre ellos para fusilarme, menos mal que el resultado fue 8 a 6. La democracia me salvo la vida” dijo riéndose al recordar uno de los momentos más desagradables que le toco vivir en su primer viaje por el mundo.
A diferencia de este segundo viaje, en aquel lo hizo con una embarcación distinta, más grande, más confortable y con la ayuda de amigos de 86 nacionalidades que lo ayudaron a lo largo de la vuelta.
QUIEN ES ESTE PERSONAJE
Puertos y ciudades de Turquía, Grecia, Italia y España como así la inmensidad del Océano Atlántico vieron pasar el velerito de Gvozdev luciendo una impecable bandera rusa. Era ingeniero naval jubilado con gran espíritu aventurero, de sonrisa fácil, barba y pelo blanco, ojos profundamente celestes, manos grandes y curtidas. Tenía una familia constituida por su esposa de 66 años y economista de profesión, tres hijos y cuatro nietos “a quienes les pienso relatar esta historia apenas llegue a mi cuidad, que supongo, si sale todo bien, será a fines del próximo año”.
Al marino, que recibió también el cariño de los trabajadores que estaban en el muelle rawsense, se le llenaron los ojos de lágrimas cuando le preguntamos si extrañaba su hogar, su casa, su familia. “Cada tanto me comunico con ellos, en cada puerto los llamo si tengo dinero o si no pido un teléfono y nadie me lo niego, he encontrado gente muy amable en todos lados”.
LLAMADO “SAID”
Evgenity Gvozdey mira a su velero y nos dice que en todos lados se lo quieren comprar, “le ponen diversos precios según al país donde entro, pero en cada puerto he tenido un comprador” dice sonriendo mientras intenta explicar en su rudimentario español que “no lo vendo por nada en el mundo, porque todas las pertenencias de este velero las dejare en los museos de Rusia, como hice con el pasaporte, el barco y los registros gráficos del anterior viaje que lucen en las vitrinas de diferentes museo de mi país”.
Nos cuenta que él durante toda su vida construyó grandes buques cargueros que eran utilizados en el mar Caspio. Un buen día decidió construir su propia embarcación, más pequeña y se puso a trabajar en el diseño. “Busque en el libro Guinnes cual había sido el tamaño de la embarcación más pequeña que recorrió el mundo y decidí hacer este velero con dimensiones aún más chicas.
Se puso manos a la obra, pero la tarea al marino le insumió buen tiempo, especialmente porque tuvo que conseguir los materiales en la calle de su cuidad porque no tenía dinero para hacerla, “mientras tenía que escuchar a mi mujer diciéndome todo el tiempo que estaba loco de querer emprender otro viaje por el mundo”.
Recolecto fibra por todos lados, y comenzó a armar el bote en el balcón de su departamento. “me sentía feliz por como avanzaba en mi proyecto y le decía a mi mujer: ¡¡Viste que no estoy loco!! Y no voy a matarme en el mar por que lo conozco como la palma de mi mano.
SIN NADA DE NADA, SALVO AGUA, ROPA Y ALIMENTOS
A medida que su proyecto avanzaba y que su embarcación iba tomando forma en el balcón de su departamento, los curiosos, los vecinos y los periodistas se acercaban a su casa para preguntarle qué idea se le había cruzado ahora por su cabeza.
El, siempre sonriendo, les explicaba que emprendería una segunda vuelta al mundo, esta noticia salió publicada por todos los medios de su país y en una revista de viajes marítimos, la información llego a oídos de un empresario canadiense que intento ayudar a Gvozdev. El canadiense prometió ayudar al ruso con un moderno yate todo equipado, pero “el viejo lobo de mar” se negó porque el no solo portaría todo el tiempo la bandera rusa sino que tanto su salida como su llegada se produciría desde el puerto de su ciudad. “Yo le hago publicidad a mi país”, dijo sonriente el marinero.
Tenía tres itinerarios previstos “El primero es cruzar por el estrecho de Magallanes, Chile, Perú Ecuador y entrar por el Canal de Panamá, ir hacia México, Miami, Washington, Montreal y cruzar nuevamente el Atlántico hacia Portugal y de allí recorre r nuevamente los puertos hasta llegar al puerto de casa, Mahhachhala”.
Si este itinerario no resulta, contaba con dos alternativos, uno cruzando por el Pacifico y el otro volviendo por el Estrecho de Magallanes hacia África.
DURANTE TRES MESES ESTUVO SOLO EN EL MAR
El marino que al igual que lo hiciera Magallanes, Robinson Crusoe y otros expedicionarios, estaba dando la vuelta al mundo sin GPS, sin radios, sin equipos de navegación, ni satélite “lo único que tengo son dos velas, un compás y mi conocimientos del mar”.
Así durante tres meses estuvo solo con el mar, “no veía otra cosa más que agua” y relata que cuando llego a Las Palmas (Gran canarias) era su hora más importante porque tenía que cruzar el Atlántico. Se aprovisiono bien, cargo en el velero 250 litros de agua y 120 kgr. de víveres, “con esto tenia para sobrevivir limitadamente según los cálculos que había hecho sobre las necesidades que tendría mi cuerpo”.
Gvozdev soporto durante 90 días algunas tormentas, el embate de un pez espada que quebró su quilla, y la tranquilidad del mar.
“Así es que estuvimos solos los dos: el mar y yo, pero también me acompañaron las estrellas fueron mis grandes guías. Es un placer cruzar el océano en este velero donde no hubo para aburrirse, siempre hay trabajo para hacer”, dice como si cualquiera fuera capaz de soportar semejante hazaña y estar librado a la suerte de dios que algún salmón se enganchara en el anzuelo para “hacer un buen guiso”.
Entrando al cuarto mes de navegación en el océano divisa la gran imagen del corcovado de Rio de Janeiro, “grite como colon” ¡¡tierra, tierra!! , me vino el alma al cuerpo después de estar rodeado de tanta agua”.
De allí bajo hacia Montevideo, trayecto en el que demoro un mes “porque desde los 31 días de viaje estuve 20 parado en el medio del mar por que no había viento”. Luego llego a Buenos Aires, Mar del Plata (donde la empresa General Motors le cedió un motor de 3,5 Hp) y ahora está en el puerto de Rawson “porque había demasiado viento en contra y se me hacía imposible continuar el viaje”