A través de la Ley N° 24561 se estableció al 3 de junio como el Día del Inmigrante Italiano en reconocimiento a quienes llegaron a la República Argentina en busca de nuevas oportunidades. Se eligió la fecha por ser el día del nacimiento del prócer creador de nuestra bandera, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, nacido el 3 de junio de 1770 en Buenos Aires, era hijo de Don Doménico Belgrano y Peri (Pérez) oriundo de Génova, Italia y Doña María Josefa González.
Argentina fue una de las naciones que recibió una importante cantidad de inmigrantes italianos durante casi un siglo. Desde fines del siglo XIX hasta fines de los años 1960, más de tres millones de italianos e italianas eligieron a la Argentina como lugar de destino.
Según estudios recientes, unos 30 millones de argentinos aproximadamente (entre el 65% y el 70% de la población) son italianos o tienen algún pariente italiano en su árbol genealógico. De estos últimos, una gran mayoría puede tramitar la ciudadanía italiana.
Etapa Preliminar (1586-1853)
Durante este período la llegada de italianos al Río de la Plata no tuvo gran incidencia. En parte por la prohibición de extranjeros que la legislación española de Indias imponía en las colonias, con la sola excepción de que se demostrara residencia previa en España.
Por otra parte, cabe destacar que de la Junta de Mayo de 1810 participaron hijos de italianos como Belgrano, Alberti, Berutti, Castelli y Campana.
En este período es importante destacar la primera iniciativa argentina para atraer inmigrantes al Río de la Plata, la cual tuvo lugar durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, primer presidente argentino, en 1824 cuando dispuso crear una “Comisión de Inmigración”.
A pesar de ello, la inmigración italiana que arribó después de la Revolución de Mayo fue escasa y de poca injerencia a nivel político y militar.
La gran Oleada (1854-1914)
Este período representa el 60 % del total de toda la inmigración italiana a Argentina, compuesto principalmente por campesinos norteños, originarios de regiones como Piamonte, Liguria, Véneto, Friuli-Venecia Julia y Lombardía. Según los informes de la Dirección de Migraciones, entre 1857 y 1899, llegaron 1.100.000 italianos, y permanecieron finalmente 650.000 en la Argentina.
En 1857 se inauguró el ferrocarril en Argentina y gracias a la posterior expansión de la red ferroviaria muchos inmigrantes italianos empezaron a radicarse en el interior, insertándose como jornaleros o como propietarios en las colonias dedicadas a las tareas agrícolas.
En vista de regular los flujos migratorios, en 1878, durante la presidencia de Avellaneda se sancionó la Ley de Inmigración. Entre algunas medidas adoptadas también se dispuso que una vez arribados a Argentina, los inmigrantes fueran hospedados en el Hotel de Inmigrantes” Buenos Aires, donde les darían una ración de comida durante cinco días, dormirían en amplios salones diferenciados por sexo y recibiría curaciones de si se enfermaban.
Fue tal la magnitud de inmigrantes italianos que se asentaron que en 1887, del total de habitantes de la ciudad de Buenos Aires (433.375), el 38% de los varones y el 25% de las mujeres eran italianos. Hasta Carlos Enrique José Pellegrini, décimo primer presidente de la Nación Argentina, tenía filiación itálica, aunque hay quienes establecen que, antes de él, corresponde mencionar al Bartolomé Mitre por su origen veneciano por parte de su padre.
Esta circunstancia también se vio reflejada en el censo de 1895, el cual arrojó como resultado que el 49% de la población en Buenos Aires era de origen itálico.
Durante la segunda presidencia de Roca (1898-1904) el ingreso de extranjeros llegó a un promedio de casi 100.000 por año. La inmigración se estaba transformando en un desastre social, y las ideas nacionalistas y raciales empezaron a aflorar en algunos estratos de la sociedad argentina.
Si bien Argentina era uno de los países de mayor nivel de vida del mundo, internamente los problemas de distribución de la riqueza eran muy agudos y convivían la miseria y la riqueza en las ciudades.
En 1902 hubo un gran éxodo de italianos q partieron desde el puerto de Buenos Aires de regreso a Italia. Algunos contra su voluntad, deportados conforme la Ley de Residencia de 1902 volvieron a Italia en los barcos Duca di Galliera y Citta di Torino. Otros voluntariamente, retornaban a sus orígenes a disfrutar del éxito obtenido en la Argentina o abatidos por no haber conseguido lo que vinieron a buscar.
Pese a ello, entre 1900 y 1920 desembarcaron otros 1.200.000 italianos, de los que permanecieron 450.000 en el país, cifra que a su vez quedó reflejada en el censo de 1914 con un 40% de habitantes con ascendencia italiana en la ciudad de Buenos Aires.
Finalmente, en 1910, durante la presidencia de Roque Sáenz Peña se aprobó La Ley Sáenz Peña, una ley electoral que concedía el sufragio secreto y universal y les otorgaba a los inmigrantes la ciudadanía argentina de pleno derecho. A partir de ese momento, la comunidad italiana en Argentina empezó a participar en las elecciones políticas del país.
Período de entre guerras (1920-1945)
A pesar que durante la primera contienda, numerosos italianos regresaron a su país, para colaborar con su madre patria, entre 1921 y 1947, fueron 850.000 los italianos que arribaron a la Argentina de los cuales 455.000 se quedaron.
La corriente migratoria se renovó con similares características en cuanto a la procedencia rural de la mayoría de sus integrantes, aunque esta vez la mayoría provenía del mezzogiorno.
El ascenso de Mussolini obligó a exiliarse, primero a quienes eran opositores al régimen y luego con las leyes raciales, a los judíos italianos. Sin embargo, las restricciones a la emigración ultramarina impuestas por el gobierno italiano y las restricciones del gobierno argentino tras la crisis del ’30 impidieron que la inmigración de este período alcanzase el mismo nivel cuantitativo que el período anterior.
Período de posguerra (1946-1960)
Este tercer período coincidió con las voluntades conjuntas de los gobiernos argentino e italiano de entablar acuerdos bilaterales para programar el flujo migratorio. Entre 1947 y 1954 llegaron al país alrededor de 500.000 italianos; de los cuales un 75% fijó residencia en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
La Argentina se encontraba nuevamente frente a una etapa de fuerte crecimiento de su economía, con un plan de expansión acelerada de la industria nacional promovido por el Estado y destinado al consumo interno. En ese sentido, frente a la necesidad de contar con una mano de obra calificada, principalmente de obreros especializados y técnicos, el régimen peronista veía con buenos ojos la llegada de inmigrantes italianos, por un lado por sus férreos valores sociales y dedicación al trabajo, y por otro porque garantizaban una segura fe anticomunista, católica y familiar. Y quizás también por el origen italiano del presidente Juan Domingo Perón.
En el caso de Italia, el período de post-guerra fue una etapa de alto de desocupación y un agravamiento de los conflictos políticos y sociales. De esta manera, la reimplantación de los derechos que el fascismo había cancelado sumado a la amigable recepción argentina, permitió que una gran masa de ciudadanos italianos desocupados, arribara a nuestro país para escapar del hambre y de la conflictividad político-social.
A partir de 1955, producto del deterioro de la economía nacional, y de la disminución de la demanda de mano de obra y de la creciente inflación que imposibilitaba remitir los ahorros al país de origen, la corriente migratoria italiana se reorientó hacia nuevos destinos (Estados Unidos, Venezuela y Australia).
En 1960 se puede considerar cerrado definitivamente el ciclo migratorio italiano hacia la República Argentina. Al concluir esta última fase inmigratoria, el Censo Argentino de 1960 aportaba los siguientes datos: extranjeros europeos: 2.000.000 (un 10% de la población total). Los italianos seguían siendo mayoritarios: 44% del total, seguido de los españoles: 36% y de los polacos: 5%.
Por otro lado, un censo que por realizó por aquellos años el Ministero degli Affari Esteri, y que mostraba los italianos residentes que nunca abandonaron la ciudadanía de origen, indicaba que para 1964 eran 1.283.000, de los cuales 425.000 residían en Buenos Aires, 400.000 en La Plata, 270.000 en Rosario, 150.000 en Córdoba, 38.000 en Mendoza. Es decir, el 6% de la población total y el 42% del total de extranjeros.
Como dato de color de la importancia que por aquellos años tenía la comunidad de italianos en Argentina, vale destacar que durante la década del sesenta tres de los cuatro presidentes argentinos eran descendientes de italianos: Arturo Frondizi, José María Guido y Arturo Illia, y el primero de estos visitó Italia en 1960. A su vez, dos presidentes italianos visitarán la Argentina en esa época: Giovanni Gronchi en 1961, Giuseppe Saragat en 1965.